The title of this reflection is a take-off on Gabriel Garcia Marquez’s novel Love in Time of Cholera. There are so many terrible diseases that were, like the disease we are now facing, the COVID-19 virus, better known as the Corona Virus: The Bubonic Plague, Leprosy, Cholera, Smallpox Yellow Fever, Typhoid Fever, Tuberculosis, the AIDS pandemic, Ebola, Each disease, left thousands of people dead. Medicine, such as it was practiced in earlier times, was so primitive, so ineffective to control or cure the diseases.
by John McKenna, C.Ss.R.
These are the terrible nightmares that are conjured up in the darkest parts of our minds and souls. Most of those diseases have been eliminated, and medicines developed that saved millions of lives. This is our hope; that the most brilliant medical researchers will isolate, understand, and find treatments that work, and vaccines that can protect us in the future. God bless the noble work of these researchers and the doctors, nurses, and all medical professionals who are there in the trenches with the sickest among us. Any sacrifice we must do, to self-quarantine does not reach the sacrifices they are making.
We are made to be together. “It is not good for man to be alone,” God observed in the Second Chapter of Genesis. “Where two or three are gathered in my name, there am I in the midst of them,” Jesus proclaimed. It is written in the deepest part of our DNA, and our souls. God is Trinity, the dynamic love relationship between the three divine persons: Father, Son, and Spirit. We are made in that image of the dynamic love of the Three in One.
The Ten Commandments were given by God as a roadmap for a people recently freed from the brutality of 400 years of slavery. The Commandments taught the people of Israel how to live in community. We are the People of God. We belong to each other and with each other.
A recent Sunday Gospel, when so many of us could not be at Mass was about a woman who was shunned, isolated, cut off, the Samaritan Woman at the Well. The story is deceptively simple but loaded with Power. Saint John says simply, Jesus was journeying to Jerusalem and passed through Samaria.
I am so grateful for the month-long sabbatical that I made a few years ago in the Holy Land. Geography doesn’t change much through the millennia. Going through Samaria was not the preferred route to go to Jerusalem from Galilee. The preferred route would have been going down the mountains, from Nazareth, Cana, Mount Carmel towards the Mediterranean Sea. The beautiful city of Haifa is a modern port city on the Mediterranean Sea.
Just south of Haifa are the ruins of Caesarea Marittima, a city that King Herod constructed for the Romans. It was surprisingly well preserved. It had an amphitheater that looked out onto the Mediterranean Sea and is still used for concerts. There was a hippodrome, like the one in the famous chariot race scene in Ben Hur. There are the ruins of a palace, a Roman aqueduct. It has a column with Pontius Pilate’s name carved on it. Pilate probably lived in this city. There was a well-traveled road from the coast up to the city of Jerusalem.
Samaritans were, according to St. John’s Gospel, despised by the pious Jews “for Jews had nothing to do with Samaritans.” They considered them more pagans than fellow Jews.
The most precious liquid in the Middle East is not oil but water. Civilization developed around access to water. A Well was essential to life. It was a gathering place, especially for women. Drawing water was “women’s work”. They would often gather before dawn, to draw water for their families. It was a place of community conversation. The work was hard, and it was better to do it before the heat of the day made it unbearable.
The Samaritan woman came to the Well at noon. Why? She was shunned by the rest of the women in the village because of her checkered past. We learn in conversation with Jesus that she has had five husbands and was living with another man. Jesus meets her with love. He restores her worth and dignity, with a few kind, compassionate words. She becomes the first evangelist, proclaiming, “Come and see a man who told me everything I ever did. Could he not be the Messiah?” A woman, isolated, shunned, marginalized, is healed by kindness.
News from the Coronavirus has been continually bad. It is hard for us to keep our inner balance. Many of the supports and joys of our lives have been taken away. We are “socially distancing” ourselves from each other to protect each other. This is a very hard time for all of us.
I titled this Love in Time of Coronavirus. In Saint Paul’s hymn to love, in 1 Corinthians 13, we hear that “Love is patient.” Not many of us are good at patience. I’m not. Patience comes from the Latin verb meaning to suffer. Patience is the ability to suffer with dignity, with the other virtues Paul writes about in that same hymn, kindness, gentleness, forgiving, bearing all things,” May we be patient with each other during these times, in stores and at home. Teach us to love during this most difficult time.
El amor en el tiempo del Coronavirus
El título de esta reflexión es un despegue de la novela de Gabriel García Márquez El amor en tiempos del cólera. Hay tantas enfermedades terribles que fueron, como la enfermedad que enfrentamos ahora, el virus COVID-19, mejor conocido como el Coronavirus: la peste bubónica, la lepra, el cólera, la viruela, la fiebre amarilla, la fiebre tifoidea, la tuberculosis, la pandemia de SIDA, el ébola – cada enfermedad, dejó miles de muertos. La medicina, tal como se practicaba en tiempos pasados, era tan primitiva, tan ineficaz para controlar o curar las enfermedades.
Estas son las terribles pesadillas que se conjuran en las partes más oscuras de nuestras mentes y almas. La mayoría de esas enfermedades han sido eliminadas, y se han desarrollado medicinas que han salvado millones de vidas. Esta es nuestra esperanza; que los más brillantes investigadores médicos aislarán, entenderán y encontrarán tratamientos que funcionen, y vacunas que puedan protegernos en el futuro. Dios bendiga el noble trabajo de estos investigadores y de los médicos, enfermeras y todos los profesionales de la medicina que están en las trincheras con los más enfermos entre nosotros. Cualquier sacrificio que debamos hacer, para auto cuarentena no alcanza los sacrificios que ellos están haciendo.
Estamos hechos para estar juntos. “No es bueno que el hombre esté solo”, observó Dios en el segundo capítulo del Génesis. “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”, proclamó Jesús. Está escrito en lo más profundo de nuestro ADN, y de nuestras almas. Dios es la Trinidad, la relación de amor dinámica entre las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu. Estamos hechos a esa imagen del amor dinámico de los Tres en Uno.
Los Diez Mandamientos fueron dados por Dios como un libro de ruta para un pueblo recientemente liberado de la brutalidad de 400 años de esclavitud. Los Mandamientos enseñaron al pueblo de Israel cómo vivir en comunidad. Somos el Pueblo de Dios. Nos pertenecemos el uno al otro y con el otro.
Un reciente Evangelio dominical, cuando muchos de nosotros no podíamos estar en la Misa era sobre una mujer que fue rechazada, aislada, desconectada – la Samaritana del Pozo. La historia es engañosamente simple pero cargada de fuerza. San Juan dice simplemente, que Jesús estaba viajando a Jerusalén y pasó por Samaria.
Estoy muy agradecido por el mes sabático que hice hace unos años en Tierra Santa. La geografía no ha cambiado mucho a través de los milenios. Pasar por Samaria no era la ruta preferida para ir a Jerusalén desde Galilea. La ruta preferida habría sido bajar las montañas, desde Nazaret, Caná, el Monte Carmelo hacia el Mar Mediterráneo. La hermosa ciudad de Haifa es una moderna ciudad portuaria en el Mar Mediterráneo.
Justo al sur de Haifa están las ruinas de Cesarea Marítima, una ciudad que el rey Herodes construyó para los romanos. Estaba sorprendentemente bien conservada. Tenía un anfiteatro que miraba al Mar Mediterráneo y todavía se usa para conciertos. Había un hipódromo, como el de la famosa escena de carreras de carros en Ben Hur. Allí están las ruinas de un palacio y un acueducto romano. Tiene una columna con el nombre de Poncio Pilatos tallado en ella. Pilato probablemente vivió en esta ciudad. Había un camino muy transitado desde la costa hasta la ciudad de Jerusalén.
Los samaritanos eran, según el Evangelio de San Juan, despreciados por los judíos piadosos “porque los judíos no tenían nada que ver con los samaritanos”. Los consideraban más paganos que compañeros judíos.
El líquido más preciado en el Medio Oriente no es el petróleo sino el agua. La civilización se desarrolló en torno al acceso al agua. Un pozo era esencial para la vida. Era un lugar de reunión, especialmente para las mujeres. Sacar agua era “trabajo de mujeres”. A menudo se reunían antes del amanecer, para sacar agua para sus familias. Era un lugar de conversación comunitaria. El trabajo era duro, y era mejor hacerlo antes de que el calor del día lo hiciera insoportable.
La mujer samaritana venía al pozo al mediodía. ¿Por qué? Fue rechazada por el resto de las mujeres de la aldea debido a su pasado irregular. Aprendemos en la conversación con Jesús que ella ha tenido cinco maridos y estaba viviendo con otro hombre. Jesús la conoce con amor. Le devuelve su valor y dignidad, con unas pocas palabras amables y compasivas. Se convierte en la primera evangelista, proclamando: “Vengan a ver a un hombre que me ha contado todo lo que he hecho”. ¿No podría ser el Mesías?” Una mujer, aislada, rechazada, marginada, es curada por bondad.
Las noticias del Coronavirus han sido continuamente malas. Es difícil para nosotros mantener nuestro equilibrio interior. Muchos de los apoyos y alegrías de nuestras vidas nos han sido arrebatados. Nos estamos “distanciando socialmente” unos de otros para protegernos. Este es un momento muy difícil para todos nosotros.
Titulé este escrito, “Amor en Tiempo de Coronavirus”. En el himno de San Pablo sobre el amor, en 1 Corintios 13, escuchamos que “El amor es paciente”. No muchos de nosotros somos buenos con la paciencia. Yo no lo soy. Paciencia viene del verbo latino que significa sufrir. La paciencia es la capacidad de sufrir con dignidad, con las otras virtudes sobre las que Pablo escribe en ese mismo himno, “la bondad, la dulzura, el perdón, el soportar todas las cosas”. Que seamos pacientes los unos con los otros en estos tiempos, en las tiendas y en casa. Que aprendamos a amar durante este tiempo tan difícil.
P. John McKenna CSsR