(España) – Ya era un cura atípico pero pasó a serlo más tras su paso por el concurso de televisión La Voz. El padre Damián María Montes es misionero redentorista y tiene otra gran vocación: la música. Charlamos con él mientras anda de misión juvenil y prepara su gira de conciertos para el verano.
¿Que le llamen cura hipster, ¿cómo lo lleva?
(Risas) Me lo llamaban los chavales del colegio en el que trabajo en Madrid y la verdad es que me parece muy bien, es un apodo cariñoso que demuestra que ven al sacerdote del colegio en cercanía.
¿En qué aspecto le ha cambiado el día a día su paso por La Voz?
Ha supuesto una revolución pero serena. La cosa va de prioridades y en mi vida la prioridad sigue siendo la misión. A partir de ahí, todos los huecos libres y las opciones comunitarias y personales me llevan a acoger el tema de la música como un proyecto bonito para vivir esa otra vocación además de la vida religiosa.
¿La música y la misión son sus dos grandes pilares?
Sí, desde muy pequeñito he estado relacionado con la música. Mi abuela era artista, cantaora de flamenco. Y a partir de los 16 años me comencé a plantear la vocación religiosa. Son el motor de mis días. Me gusta llamarlo una vocación dentro de la otra. Considero que no se contraponen sino que se sirven la una de la otra.
Ir a un programa de televisión de máxima audiencia a cantar con su alzacuellos generó una gran sorpresa…
Si soy sincero hubo que superar miedos personales y comunitarios. Por la crítica que pudiera suscitar dentro y fuera de la Iglesia. Pero al final la valoración ha sido muy positiva, me he sentido muy acompañado por gente de Iglesia y por no creyentes. A veces los proyectos necesitan riesgo. Nunca escondí lo que era y eso siempre se acoge bien.
¿Rompió así el estereotipo de los religiosos?
Me gusta decir que la figura del religioso hoy tiene algo de profundamente rechazable, porque la gente no creyente tiene muchas ideas preconcebidas y críticas, pero también tiene algo de profundamente atractivo. Creo que supimos aprovechar la oportunidad y lo hicimos bien, no sólo yo, también con la presencia de mis hermanos, mi congregación apoyando el proyecto.
Dice que a veces los sacerdotes tienen etiquetas que se han ganado a pulso.
Es cierto, no podemos ser ilusos ni creernos los mejores. Hemos fallado mucho tiempo y lo importante es descubrir en qué fallamos. Por ejemplo, en el modo de comunicar nuestras opciones tenemos un gran déficit. Tenemos que ser críticos y a partir de ahí crecer y aprender a comunicar mejor aquello que vivimos.
¿Cuál es la clave para que la misa que hace con jóvenes sea tan exitosa?
(Risas) Ha sido un trabajo de mucho tiempo, con hermanos de mi congregación trabajando antes que yo en esa eucaristía de las nueve de la noche los domingos en el Santuario del Perpetuo Socorro de Madrid. Es cierto que con lo del programa algo elevó el número de asistentes pero ya era muy movida. La clave es que los jóvenes preparan todo, son los protagonistas, y el lenguaje del sacerdote va ligado a sus preocupaciones vitales.
No quiere hacer música de misa sino música que llegue a todo el mundo.
Sí, la verdad es que sigo la música religiosa igual que sigo la música de Los 40 Principales. Lo que pasa es que durante mucho tiempo, al menos en España, se ha compuesto sólo música litúrgica dentro de la música religiosa. No se ha pensado en una música de contenido de valores cristianos pero para otros momentos de la vida como ir al gimnasio o compartir un rato con los amigos. Ése es el ámbito en el que estoy intentando aportar música nueva.
¿Cómo es el alma de Siente los latidos?
Ahora mismo el alma es de un grupo de jóvenes que ha querido sumarse a este proyecto y lo que quiere ser es música que se convierta en testimonio a través de su letra y lo que ellos ofrecen al mundo. Han decidido cantar letras con valores y acompañar a un sacerdote en el escenario.
¿Y cómo fue eso de cantar en el Vaticano?
Fue muy bonito y muy divertido. El papa Francisco convocó la Jornada de la Vida Religiosa y fue impresionante cantar en aquella plaza con una megafonía tremenda. Canté We are de world de Michael Jackson. Había muchos frailes y monjas animando como si fuesen fans número uno. Una experiencia muy chula.
Defiende que pasar por la misión abre la mente. ¿Debería ser asignatura obligatoria?
Sí, me gusta decir que la misión configura. Creo que lo que les falta a algunos religiosos es contacto con la misión. La misión transforma. Te pone en contacto con la tierra, con otras realidades, pero sin alejarte de Dios. Te une más a Dios porque lo descubres en las personas. Te quita las tonterías, te hace entender más al ser humano, conocer otras formas de liturgia y celebración en otros países… Es siempre una llamada preciosa para transformar la vida del misionero.
Pregunta obligada: ¿qué representa el padre Damián de Molokai en su vida?
A él le debo el nombre. Me llamo así por la devoción que mi abuela y mi bisabuela le tenían (por supuesto eran suscriptoras de vuestra revista) y lo tengo como referente. Es un testimonio al que tengo mucho cariño.
Se vive mejor cantando, ¿no?
(Risas) Eso dicen y yo creo que sí. La música es un medio privilegiado para entrar en el corazón de las personas y si lo sabemos aprovechar puede ser muy hermoso lo que sucede.
(Por Silvia Melero Abascal – Revista 21 – http://www.21rs.es/)