Visitando un campo de refugiados en Grecia, el Cardenal Tagle se encontró con la vice-alcaldesa, ayudándoles generosamente. Le preguntó si lo hacía como parte de su trabajo oficial ya de por sí extenuante. Le dijo que lo hacía como voluntaria.
Y ¿cómo puede hacerlo teniendo tantas responsabilidades y trabajos? Preguntó el Cardenal
– Porque todos mis antepasados ¡fueron también refugiados! Fue la respuesta.
Para ella ya no eran simples refugiados, no eran una carga molesta: eran como si fueran sus familiares.
Esta anécdota describe bien el tema de la reflexión de la tarde a cargo del Cardenal filipino Luis Antonio Tagle.
La solidaridad en la vida religiosa tiene como fundamento el saber que somos hermanos, que nos pertenecemos unos a otros y que cada uno es un don y un regalo. Y un don nunca es una carga o un peso. Este es el principio que debe guiar la solidaridad religiosa: la fraternidad que se ha constituido en Cristo nos ha hecho hermanos, y nos tenemos mutuamente como regalos de Dios. Bajo esta visión, cada hermano se convierte en un don de Dios. No es un problema, no es una carga. Es una bendición. Sólo este sentido de ser hermanos en Cristo nos puede llevar a vivir una solidaridad alegre y eficaz, más allá de una solidaridad meramente institucional, laboral o administrativa. Es un misterio teológico.
El Cardenal dejó claro también que la fraternidad es en sí misma evangelizadora. No es una simple estrategia para, un medio para, una condición para… es por sí misma anuncio del Evangelio. Así, el que no puede realizar una misión activa por causa de su edad o enfermedad… o por otros servicios en la comunidad, es también misionero.
Y uno no es misionero solo como persona. No soy “yo” el misionero. Es la comunidad como un cuerpo la que es misionera. Mi misión personal solo tiene sentido como expresión de la misión de la comunidad.
La solidaridad religiosa debe tener en cuenta también:
1) La diversidad de las culturas, en la que debemos acogernos unos otros.
2) La superación de la cultura del individualismo.
3) La superación de la que el Papa Francisco llama la “cultura del descarte”.
Ningún hermano debe ser descartado. Cada uno debe ser valorado.
La tarde terminó con una solemne hora santa en la capilla central, centrada en el tema de la solidaridad en relación con la Palabra de Dios. Se dio énfasis a la oración, a la meditación de la Palabra y al canto. La reflexión y oración partieron del texto de Mateo 25: a Cristo lo reconocemos y amamos de verdad cuando servimos solidariamente a los más necesitados.
Compartimos en fraternidad la mesa y la comunicación informal con los cohermanos.
P. Jorge Gómez Rueda, CSsR