Cuando decimos “mundo herido”, nos referimos a la creación de Dios que está oprimida y fracturada

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Photo by Martine Perret/UN

Día Internacional de la Tierra

El calendario internacional marca el día 22 de abril como el día de la Tierra. Este es un evento que se festeja en más de 190 países, y representa para nosotros como redentoristas una oportunidad para impulsar la protección de nuestra Casa Común. Ya el Capítulo General, en su mensaje final a la Congregación nos invita a asumir el reto de vivir y construir la solidaridad, no solo con el mundo, con los hombres y mujeres más desfavorecidos de nuestro tiempo, sino también con la creación. De hecho, en el numeral 12 de las decisiones, el Capítulo anima a “a las Conferencias, Unidades y Comunidades a promover actividades de desarrollo ecológico y celebraciones litúrgicas en nuestras diversas obras apostólicas”. Así, esta fecha constituye una oportunidad para promover estas actividades. Como hijos de San Alfonso, este tema no nos es indiferente, ya que en el centro de la cuestión ambiental están también la cuestión moral y pastoral.

En los últimos años las instituciones privadas y publicas han venido avanzando en el fortalecimiento de la conciencia ecológica, identificando los peligros del uso irresponsable de los recursos naturales del planeta. Como cristianos, vamos siendo también cada vez más conscientes de nuestra condición de creaturas, viéndonos a nosotros mismos como parte de esta creación y como sus custodios. Al reconocernos como creaturas reconocemos también el valor de las otras formas de vida existentes, dignas de nuestro respeto y cuidado, porque no podemos expresar reverencia por nuestro Creador degradando las otras especies creadas.

Es por ello que se hace necesario seguir fortaleciendo la conciencia en nuestras comunidades, instituciones y familias, sobre la necesidad de adoptar estilos de vida, de producción y de consumo sostenibles. Siguiendo el espíritu de Laudato Sí (LS), necesitamos tomar acciones concretas ante las emergencias ocasionadas por el cambio climático y el calentamiento global.

El concepto de interconectividad en el mundo de las comunicaciones se ajusta muy bien al planteamiento ecológico. Es decir, este concepto señala que “los” problemas del planeta son también “nuestros” problemas, porque nos afectan directamente.  El agua contaminada de los ríos o mares no conoce los límites de los pueblos, las naciones o las culturas; los gases de efecto invernadero afectan a todos, independientemente de dónde o quién los produzca. Como en la internet, la vida constituye una red de interconexiones, donde el todo y las partes se ven estrechamente comunicadas. De ahí que nos veamos a nosotros mismos como parte de la creación y no como entes ajenos a ella; y cuanto hacemos o dejamos de hacer a la Tierra, para bien o para mal, lo hacemos o lo dejamos de hacer a nosotros mismos.

Cuando los redentoristas nos referimos al “mundo herido”, no estamos utilizando simplemente una herramienta lingüística, sino que nos referimos a la creación de Dios que está oprimida y fracturada: los hombres y mujeres empobrecidos, pero también las demás especies vivientes heridas por la irresponsabilidad humana. En este sentido, Laudato Si afirma la interdependencia global y el bien común cuando dice que “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (LS 139); y de ahí que “un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).

El problema ecológico está íntimamente conectado con los pobres y la justicia, porque son los pobres quienes primero y de manera directa sufren las consecuencias de la degradación ecológica y son quienes menos ayuda reciben cuando los desastres naturales golpean. Además, porque las políticas de desarrollo económico en muchas ocasiones están vinculadas simultáneamente a la degradación de los más vulnerables: el pobre y el medio ambiente. El Papa Francisco nos habla así de una “ecología integral” que necesita “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).

Es así como la solución a los problemas de la tierra nos involucra a todos: gobernantes, científicos, intelectuales, empresarios, educadores, etc., y a cada uno de los creyentes. Hay soluciones que deben surgir a nivel de los gobiernos y las instituciones, pero a nivel individual también tenemos una responsabilidad. Podríamos iniciar revisando nuestros estilos de vida, como nuestro estilo de consumo, por ejemplo.

Sin duda el tema ecológico está presente en nuestra actividad misionera como redentoristas, pero en esta ocasión valdría la pena considerar las siguientes preguntas:

¿Como podemos vincular nuestro compromiso cristiano por la justicia con nuestras obligaciones para con el medio ambiente?

¿Cómo podemos promover en nuestras comunidades un diálogo serio sobre la realidad del deterioro ecológico en nuestros propios alrededores, y sobre las significativas dimensiones éticas de la crisis ambiental? ¿De qué manera está presente esta realidad en nuestros planes apostólicos?

¿De qué manera podemos unir fuerzas con otras instituciones y personas de buena voluntad que trabajan por este fin?

Como redentoristas, ¿qué podemos ofrecer al movimiento ambiental, y qué podemos aprender de este?

¿De qué manera podemos contribuir con el logro de los objetivos globales del desarrollo sostenible, especialmente con los relacionados al cambio climático (13), la conservación de los recursos marinos (14) y la vida de ecosistemas terrestres (15)?

CSsR – General Secretariat for Evangelization

Oración del Papa Francisco por nuestra tierra
(De la carta encíclica Laudato Si)

 Dios omnipotente, 
que estás presente en todo el universo 
y en la más pequeña de tus criaturas,
Tú, que rodeas con tu ternura todo lo que existe,
derrama en nosotros la fuerza de tu amor
para que cuidemos la vida y la belleza.
Inúndanos de paz, para que vivamos como hermanos y hermanas
sin dañar a nadie.
Dios de los pobres, 
ayúdanos a rescatar 
a los abandonados y olvidados de esta tierra
que tanto valen a tus ojos. 
Sana nuestras vidas,
para que seamos protectores del mundo 
y no depredadores,
para que sembremos hermosura
y no contaminación y destrucción.
Toca los corazones
de los que buscan sólo beneficios
a costa de los pobres y de la tierra.
Enséñanos a descubrir el valor de cada cosa,
a contemplar admirados,
a reconocer que estamos profundamente unidos
con todas las criaturas
en nuestro camino hacia tu luz infinita.
Gracias porque estás con nosotros todos los días.
Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha
por la justicia, el amor y la paz.