Cultura digital y vida religiosa

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Vivimos en un mundo donde todos estamos bombardeados con toneladas de información. A veces, debido a la cantidad y el ritmo con la cual la recibimos, es muy difícil para nosotros procesarla. Los avances tecnológicos que vemos en la vida cotidiana son exponenciales. La ciencia, los medios y la tecnología han cambiado la forma en que los seres humanos vivieron en el pasado. Hoy pensamos de manera diferente, comunicamos la experiencia de manera diferente y procesamos la información de una manera diferente. Muchos de nosotros hemos visto cómo la ciencia y la tecnología han transformado el estilo de vida en las últimas dos décadas. La velocidad con la que ocurren todos los cambios es tan rápida que algunos no pueden seguirles el ritmo. No interactuamos entre nosotros de la misma manera en que solíamos interactuar hace diez años. La forma en que obtenemos información y recursos para el conocimiento es completamente diferente a la del pasado. Las relaciones se redefinen en esta nueva cultura de la revolución digital. Las imágenes de los medios están remodelando la percepción pública de la religión, las creencias y el secularismo. Estamos muy bien conectados en este mundo digital y en esta cultura digital. Sin embargo, no podemos comunicarnos con personas que realmente están necesitadas y están sufriendo.

Como sabemos, la cultura de nuestro tiempo es digital y la vida religiosa debe aceptar esta realidad, aprovechar el bien que aporta y aprender a gestionar los riesgos y desafíos que plantea. Si nos colocamos en el contexto de esta cultura digital, podremos encontrar tres grupos de personas. El primero es un grupo de personas que nacieron antes de este período de cambio exponencial y al mismo tiempo luchan por ponerse al día con los cambios en este mundo, especialmente en el mundo digital. El segundo grupo podría ser el que nació más o menos en el tiempo de esta gran transición y que camina junto con los cambios. Estos logran adaptarse a los cambios y pueden aprender sobre la tecnología y los medios. Son los llamandos inmigrantes digitales. El tercer grupo son aquellos que nacieron en esta cultura digital y que son buenos en tecnología y en los medios. Son los llamados hijos de la era digital o nativos digitales. También podemos encontrar estos grupos en nuestra Congregación.

No hay duda de que los grandes cambios que presenciamos hoy están remodelando nuestra vida religiosa. A veces nos cambian incluso sin nuestro conocimiento consciente. La forma en que vivimos nuestra vida religiosa, la forma en que expresamos nuestra fe, la forma en que nos involucramos en el ministerio, la forma en que interactuamos entre nosotros, etc., todo ha cambiado en un par de décadas. La brecha entre generaciones se está ampliando. La distancia entre las personas que son amigables con la tecnología y las que no lo son se está volviendo más grande. En nuestra comunicación verbal, el vocabulario y el significado de las palabras son diferentes para los jóvenes de hoy, en comparación con el de alguien que no está en sintonía con esta cultura digital. Este tipo de diferencias a veces son evidentes en nuestra vida religiosa, por ejemplo, entre formadores y estudiantes. Muy a menudo los jóvenes son más inteligentes que sus padres y mentores, debido a su habilidad para adaptarse a la nueva tecnología. Es hora de que pensemos seriamente sobre esta realidad de la cultura digital y cómo podemos ser más efectivos en nuestra vida y misión.

Según el Papa Francisco, “el mundo digital puede ser un entorno rico en humanidad; una red no de cables sino de personas. La imparcialidad de los medios es meramente una apariencia; solo aquellos que salen de sí mismos en su comunicación pueden convertirse en un verdadero punto de referencia para los demás. El compromiso personal es la base de la confiabilidad de un comunicador. El testimonio cristiano, gracias a Internet, puede alcanzar las periferias de la existencia humana “(Papa Francisco, 24 de enero de 2014). Aquí el Papa Francisco espera que con la ayuda de la tecnología y la comunicación podamos llegar a las periferias. Es responsabilidad de la Iglesia reflexionar juntos sobre cómo podemos utilizar los medios para llegar a los más abandonados y pobres. Nosotros los Redentoristas tenemos una misión específica para llegar a las periferias del mundo. Sin embargo, más que nunca tenemos que pensarlo de otra manera en el contexto de los desarrollos tecnológicos y los nuevos significados de la comunicación.

Biju Madathikunnel, CSsR