(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Más allá de las diversas controversias que un festival como este puede despertar, lo importante es la música que se presenta y que luego resuena en la sociedad. No es fácil de medir, mucho menos anticipar cómo será esta recepción. Hay canciones que hacen historia por su música, por sus letras o por sus contextos. Además, siempre, de alguna manera, las canciones tocan las fibras más íntimas de las personas y, en este sentido, son transgeneracionales porque de cierta manera son narrativas transversales y sentimientos más o menos compartidos.
La música indudablemente determina un espacio emocional fundamental para las personas. Transmite una forma de sentir y percibir la vida, creando una empatía fundamental. En general, la música llega primero y quizás junto con los artistas, y luego las letras, que a veces necesitan más que solo escucharlas o releerlas para capturar todos los matices. Por lo tanto, se activa un proceso circular entre lo que la canción quiere provocar y la situación del oyente.
A veces puedes tener la percepción, o el simple sentimiento, de que hoy vas detrás del ritmo, la espectacularidad o la simple emocionalidad. Y que, por lo tanto, habría una falta de capacidad para investigar, descubrir, sorprenderse, ir más allá al capturar en profundidad todo el mensaje de las canciones, mostrando su fuerza romántica o un cierto compromiso social. Tal vez hay un poco de todo. Somos de la opinión de que, en general, las personas se dejan conquistar por una comprensión más integral, en la que los sentimientos, las emociones y los reflejos se entrelazan de una manera muy particular. Estos festivales y sus canciones, como la música en general, ayudan a las personas a expresar lo que son, lo que sienten, lo que viven y, mejor aún, lo que quieren o quieren vivir. Son lugares expresivos e indicativos. Por lo tanto, son lugares de moralidad, son la fuente y el cultivo de valores, de aquellos que ya se han adquirido, de aquellos que quizás deberían fortalecerse y de aquellos que aún no se han descubierto.
Siempre es posible encontrar un incentivo para el amor, desde el más romántico hasta el más comprometido. La realidad, en su expresión más cruda y en su mayor deseo de trascender, logra expresarse a través de canciones, con su música y sus letras, que, en muchos sentidos, logran encender el verdadero significado de la vida. Esto es lo que deben hacer los valores, las perspectivas éticas y morales. Somos de la opinión de que en la música hay una “cátedra” que debe escucharse, que debe usarse pedagógicamente para aprender teología moral. La Palabra de Dios misma es en gran parte “musical”, en la que se encuentran canciones e himnos, además de recomendar alabanzas al Señor a través de ellos.
Aristóteles nos recuerda que: «Debe pensarse que la música promueve la virtud de alguna manera […] En realidad, en los ritmos y las canciones hay representaciones, muy cercanas a la realidad, de ira y mansedumbre, y también de coraje y de templanza y todos sus opuestos y otras cualidades morales “(Política, Libro VIII, 5).
Sin duda, la vida moral necesita orden y disciplina, pero no lo que no puede armonizar el desorden de la complejidad humana, la belleza de la libertad, el coraje de la pasión, los impulsos del amor, los océanos abiertos de los deseos, los gritos de ira por lo que no es bueno, por lo que duele, por lo que nos roban injustamente, por el mundo perdido, por las exclusiones que duelen, por las arrogancias que nos dividen y las muchas cosas que hacen de la vida lo más bello y agotador al mismo tiempo. Quizás la música de una manera más apropiada que otros “textos” puede enseñarnos (en el verdadero sentido de esta palabra) a vivir mejor, con mayor armonía, con una conexión más sapiencial y profética, en medio de la sinfonía de una vida tan plural y diversa.
Como ejemplo, podemos recordar la canción que acaba de ganar la categoría de nuevas propuestas en el festival Sanremo 2020, Vai bene così interpretada por Leo Gassman, una canción que trata de dar fuerza a todos aquellos que la necesitan en las situaciones más difíciles, para que No olvides lo hermosa que es la vida. El texto es muy expresivo: “Pero vuelve a soñar que un artista es un niño que no quiere darse por vencido, no tienes que ahogarte en lo que no puedes hacer, que lo estás haciendo bien”, y aún más si consideras la palabra elegida como un grito coral: «Asimbonanga», perteneciente al idioma zulú, y que significa: «No lo hemos visto», tomado de una canción dedicada a Nelson Mandela, homenaje al símbolo de la lucha contra el apartheid y por la libertad.
Canciones que nos hacen ver y escuchar lo que no vemos o escuchamos, o que no queremos ver ni oír, y que nos invitan a reavivar la vida abriéndonos a la esperanza que no se rinde y no decepcione.
p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR