“Predicar el evangelio siempre de nuevo” – En diálogo con nuestro tiempo
Introducción
Uno de los dichos más conocidos de San Clemente Maria Hofbauer incluyen las palabras: “El evangelio tiene que ser predicado de manera siempre nueva.” La familia redentorista ha puesto siempre una atención especial a estas palabras. Emanuel Veith, uno de sus discípulos y sobresaliente predicador en Viena, relata que Clemente repetía esta frase una y otra vez de manera “solemne y enfática” (Monumenta Hofbaueriana XII, 245-246). Obviamente, esta era una preocupación muy especial para Clemente. Para nosotros como redentoristas, estas palabras mantienen una relevancia y valor especiales, porque señalan la esencia del encargo que hemos recibido, de predicar el evangelio a los pobres (Constitución 1). Al mismo tiempo, nos muestra la necesidad de cumplir con nuestra labor, prestando una atención especial a los interrogantes y esperanzas de las personas de nuestro tiempo. Para que el Evangelio encuentre oídos y corazones abiertos, se necesitan proclamadores que estén cerca de las personas, que las conozcan y que comprendan las situaciones particulares de sus vidas. Como Redentoristas, nuestra misión es la de estar cerca de la gente, en contacto con la realidad concreta de la vida y en atento diálogo con nuestro tiempo.
San Clemente – ¿en diálogo con su tiempo?
Decir que San Clemente estuvo en “diálogo con su tiempo” es una expresión demasiado buena para ser cierta. Sabemos muy bien que Clemente (como todos los cohermanos y colaboradores en torno a él) era en realidad como una marioneta en manos de los poderosos de su tiempo. Lo que había construido en Varsovia a lo largo de tantos años fue inmediatamente destruido tras una decisión de Napoleón. Sus intentos por fundar una comunidad en el sur de Alemania y Suiza fueron imposibilitados por los gobiernos allí presentes. Clemente tuvo que experimentar graves contratiempos, y fue solo poco después de su muerte que el emperador Francisco II permitió que se estableciera oficialmente una comunidad redentorista. Clemente fue a menudo una víctima de los poderosos de su tiempo. ¡En realidad, no pudo dialogar!, porque era una continua lucha (en la que Clemente casi siempre fue el perdedor). Esa era la realidad política durante la vida de San Clemente. Otro aspecto sobresaliente fue su labor pastoral. A pesar de las circunstancias políticas adversas, su trabajo pastoral fue extremadamente variado y fructífero. Esto era especialmente cierto con relación a la “misión continua” en Varsovia: sus muchos -y también festivos – servicios litúrgicos, los sermones, la catequesis y el compromiso social con los huérfanos y estudiantes (las campañas de Clemente también promovían la educación de las niñas). Esto se aplica también a su trabajo como pastor de los diversos grupos en Viena, en los que se encontraban personas de orígenes y clases muy diversas. Clemente obviamente era cercano a la gente de su tiempo. Sabía cómo escuchar sus interrogantes y cómo orientarlos por el sendero que iban recorriendo. Sabía cómo llevarlos al encuentro con Jesucristo y a que perseveraran en el camino de la fe cristiana.
En nuestro tiempo
Hoy, 200 años después, vivimos un tiempo diferente al de San Clemente. Nos enfrentamos con otros interrogantes y preocupaciones. No son tanto los gobiernos los que hacen difícil nuestra vida como redentoristas, aunque también existen. Antes bien, nos enfrentamos al desafío de las personas de nuestro tiempo que están fuertemente influenciadas por la tendencia a la secularización y viven de espaldas a la fe. Nos enfrentamos a interrogantes distintos a los del tiempo de Clemente. Pero podemos encontrar inspiración en él para fomentar y mantener el diálogo con la gente de nuestro tiempo. Para que este diálogo sea exitoso y fructífero lo importante es, en primer lugar, la disponibilidad para escuchar. Esto aplica específicamente a nuestra experiencia pastoral en el encuentro y la escucha que ofrecemos a las personas; pero aplica también al momento de la planeación y priorización de nuestro trabajo pastoral y de las decisiones que tomamos. Ahí podemos abrir un espacio para escuchar a las otras personas y permitirles que nos hablen sobre su vida y su situación concreta. El punto de partida no es nuestro punto de vista; el punto de partida es la experiencia y las angustias de los demás. Se trata de percibir las necesidades y las preocupaciones de las personas, así como de conocer sus esperanzas y de ganar su confianza. Me dejó muy impresionado el relato de un congregado que me habló sobre su trabajo en las Filipinas. Cuando uno de los más severos desastres naturales golpeó una región del país, los congregados decidieron ayudar a la gente de este lugar. Llevaron comida y agua limpia, mantas y muchos otros elementos prácticos en esas circunstancias. Pero también escucharon a las personas que querían contar sus historias: la historia de sus dificultades, miedos, preocupaciones y su dolor. Y poco a poco las personas comenzaban también a contar nuevas historias, que ahora eran de esperanza. Como parte del trabajo en el Plan apostólico de la Conferencia de Europa, ha habido muchas reuniones de cohermanos y asociados redentoristas en toda Europa en los últimos dos años. Una y otra vez hemos hablado de nuestras las prioridades como Redentoristas y es sorprendente ver la frecuencia con la que se ha mencionado el ministerio de la escucha y su importancia. Para que un diálogo sea fructífero y se proyecte hacia adelante, se requiere otro elemento: la capacidad de discernir. Las experiencias de la vida, nuestras necesidades y nuestras esperanzas por sí solas no necesariamente nos mueven hacia adelante. En relación a la vida de los Redentoristas, las Constituciones 23 y 24 hablan de esta capacidad para el discernimiento. “Llamados a continuar la presencia de Cristo y su misión redentora en el mundo, los redentoristas eligen la persona de Cristo como centro de su vida… Para participar verdaderamente en el amor del Hijo al Padre y a los hombres fomentarán el espíritu de contemplación por el que crece y se robustece su fe. Así podrán ver a Dios en las personas y en los acontecimientos de cada día, percibir en la luz verdadera su designio salvador y distinguir la realidad de la ilusión.” Solo cuando convergen una visión clara de la realidad de la propia vida (y de nuestro tiempo), el plan salvador de Dios y su promesa para nuestro mundo, solo así logramos obtener la imagen completa de la realidad. Es ahí cuando una tercera persona entra en el escenario de esta conversación: “El mismo Redentor y su Espíritu de amor se hacen así presentes en el corazón de la comunidad para ir formándola y sustentándola.” (Constitución 23). Solo cuando esto sucede puede surgir una dinámica que nos proyecta hacia el futuro y nos permite crecer. Como lo he mencionado atrás, esta es la misma dinámica que tuvo una fuerza especial en la vida de San Clemente. Solo hay una cosa más para agregar: Clemente desarrolló una dinámica interna que no solo afectó su propia vida, sino también la vida de sus cohermanos y de las personas que entraron en contacto con él. Ellos recibieron el mismo estímulo que, de una manera diferente, los impulsó a continuar. Este es también el resultado de un diálogo fructífero: el de personas diferentes que ayudan a mantener en marcha la misión.
Preguntas para el diálogo:
• ¿Qué experiencias tengo/tenemos en nuestra comunidad relacionadas con el “ministerio de la escucha”? ¿Cómo logramos discernir qué es lo que las personas nos quieren decir?
• ¿Cuáles son los desafíos que, personal o comunitariamente, afrontan nuestra fe y nuestro ministerio hoy?
• ¿Qué palabras del Evangelio desafían o estimulan la fe y la vida, personal y de mi comunidad, hoy día?
ORACIÓN
Padre de misericordia, en la vida de San Clemente nos has reveladola frescura original del Evangelio.Derrama tu espíritu para que podamos servir con fidelidad creativala misión de la Iglesia y de la Congregación.Prepáranos para escuchar a la gentey permítenos a responder a sus preguntas y necesidades,para entender su esperanza y anhelo.Danos ojos y corazones abiertos para que podamos aprender adescubrir tu presencia en las personasy en los acontecimientos de la vida cotidiana.Enséñanos a crecer y a confiar más y más en las promesas que nos haces.Y cuando alcancemos los límites de lo que podemos lograr,Danos la confianza en tu presencia,que nos lleve a ir más allá de donde, por nuestras propias fuerzas, podemos llegar. Reaviva en nosotros el dinamismo misioneropara que tu Iglesia se regocije con el alegre anuncio dela plenitud de la Redención de tu Hijo Jesucristo. Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo …Amén.
UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.
Esta reflexión fue escrita en alemán por: Johannes Römelt, CSsR
Traducción: Manny Rodríguez Delgado, CSsR
Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com.