Si bien es cierto que el mundo ahora se encuentra unido bajo la misma pandemia, el medio de afrontarlo toma sus tintes particulares en cada región. El Covid-19 llegó también a México y no hay forma de evadirlo o negarlo. Desde hace más de un mes, este país comenzó a vivir bajo una realidad que, aunque su origen fue distante de aquí, rápidamente se extendió por todos sus rincones.
Pese a que las autoridades mexicanas, en sus inicios, decían que no habría que alarmarse frente a este coronavirus, una conciencia civil hizo que muchos ciudadanos comenzaran a optar por encerrarse en sus hogares. No pasaron muchos días cuando nuestros templos fueron cerrados y compartimos la misma situación. Las misiones que estaban en curso se cancelaron temporalmente. ¿Cómo servir ahora al Redentor?, brotó en la mente de muchos cohermanos redentoristas mexicanos.
Gracias a Dios, ningún cohermano redentorista en México está enfermo por el Covid-19, pero ello no significa que estemos sin actividades en nuestras casas. Muchas han sido las respuestas que, dentro de la provincia redentorista de México, se están dando para continuar sirviendo: transmisiones en vivo de las celebraciones eucarísticas por las redes sociales, procesiones con el Santísimo a bordo de vehículos, inclusive la celebración de una misión juvenil en casa. En algunas comunidades se continúa atendiendo, siguiendo las medidas de salud necesarias, a la feligresía que solicita confesiones e inclusive visitando hospitales.
La alarma de que una infestación más fuerte está por arribar es mencionada cada día en las noticias. Los contagios han aumentado y muchos hospitales ya se encuentran saturados de pacientes. La urgencia, ahora sí gubernamental, de seguir quedándonos en casa es cada día más enérgica. Mas, en medio de ello, el Espíritu Santo sigue soplando de diferentes maneras y nosotros nos encontramos abiertos para seguir sus pasos. No dejaremos de acompañar a nuestros destinatarios, pues sabemos que el Redentor tiene tanto que decir en medio de los abandonados que se encuentran aislados en sus hogares mexicanos.
Agustín Cantú Drauaillet, C.Ss.R.