¡¿El Dios virus?!

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

«¡Soy Covid-19!», Hace unos días, entre las muchas notificaciones y mensajes divertidos, profanos y a veces preocupantes que continúan animando el teléfono móvil, surgieron algunos videos en los que el conocido (desafortunadamente) coronavirus “incluso” toma “la palabra”. Al microorganismo, que necesita unirse a una célula para vivir y reproducirse, se le da “voz” e “identidad” … el “poder” para imponerse como un vengador en nuestras vidas, para poder juzgarlos y para ser un maestro hasta ¡para amenazar con un posible regreso apocalíptico a su momento en que la humanidad solo intentó olvidar lo que dijo que había venido a enseñar!

Como creyente, es algo difícil para mí dar tanto poder a “algo” sabiendo que he conocido a “Alguien” que se hace presente diariamente con su vida como Resucitado en mi vida llamado a realizarse en libertad (cf. ChV, 113; 122). El de Dios “es un amor” que no se impone y no aplasta, un amor que no margina y no silencia y no calla, un amor que no humilla ni subyuga. Es un “amor discreto y respetuoso, amor por la libertad y para la libertad, amor que cura y eleva. Es el amor del Señor, que sabe más de ascensiones que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nuevas oportunidades que de condenar, de futuro que de pasado” (Ibid, 116).

Por supuesto, la situación que ha surgido, tal vez incluso por algún gesto ingenuo e irresponsable nuestro, nos limita en el ejercicio de algunas de nuestras libertades externas … veamos que no podemos salir. Pero la libertad interior, como se sabe, es muy superior a la libertad exterior … y en este tiempo, tal vez, uno no tiene que “salir” tanto como “de uno mismo” para “buscar el bien de los demás” (Ibid., 163); para “reconocer la belleza escondida en cada ser humano, su dignidad, su grandeza como imagen de Dios e hijo del Padre” (Ibid., 164).

La “erradicación” y la “caída de las certezas básicas” que estamos experimentando y que la “cultura mediática de hoy” contribuye a favorecer, están conduciendo a una mayor maduración de ese “sentimiento de profunda huérfana al que – leemos en Christus vivit – debemos responda creando espacios fraternos y atractivos donde pueda vivir con un sentido “(cf. Ibid., 216). Este es el momento en que es necesario comprometerse a “hacer un hogar”… para aprender a sentirse unido con otros más allá de las limitaciones utilitarias o funcionales. … Crear un hogar es permitir que la profecía tome forma y haga que nuestras horas y días sean menos inhóspitos, menos indiferentes y anónimos. Está creando vínculos que se construyen con gestos simples y diarios y que todos podemos lograr … Nadie puede ser indiferente o extranjero, porque todos son una piedra necesaria para su construcción. Esto implica pedirle al Señor que nos dé la gracia de aprender a ser pacientes, de aprender a perdonarnos; aprende todos los días para comenzar de nuevo … Y así se produce el milagro de experimentar que aquí naces de nuevo; aquí todos nacemos de nuevo porque sentimos que la caricia de Dios es efectiva y nos permite soñar con un mundo más humano y, por lo tanto, más divino “(Ibid., 217).

de A. Donato, C.Ss.R
Fuente original: In cammino con san Gerardo,
Il mensile della Famiglia Redentorista, may 2020