Un solo cuerpo – San Clemente: “Asociado en la misión” de Dios con la humanidad

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Introducción: ¿Qué es la misión?

Para comprender el significado del término “asociación en la misión” o “misión compartida”, primero debemos responder a otra pregunta: ¿Qué es la misión? Con los años, se han dado varias respuestas a este interrogante.

Una respuesta frecuente ha sido, por ejemplo, que la misión es plantar la iglesia en los lugares donde ella no está presente. El gran redentorista, Cardenal Willem van Rossum CSsR (1854-1932) fue un importante defensor de esta idea. No necesariamente entendía que la iglesia debía establecer sucursales desde Roma. Quería expresar más bien la creación de comunidades locales, que asumían su propia responsabilidad, por supuesto, bajo la supervisión de la jerarquía de la Iglesia.

Otros, en cambio, han afirmado que la misión tiene más que ver con plantar la semilla del evangelio en los corazones de las personas, tanto creyentes como no creyentes. En este caso la Iglesia no se pone a sí misma en el primer puesto. El punto de partida es la chispa que se propaga directamente del misionero a las personas que lo rodean. Me parece que San Alfonso fue un misionero en este sentido, y lo hizo a través de las misiones populares, de sus publicaciones, etc.

Planteamientos recientes van aún más lejos y afirman que la misión está relacionada, ante todo, con el Reino de Dios. Jesucristo es, ante todo, el primer misionero.  A imitación suya todos nosotros, como misioneros, proclamamos el Evangelio del Reino de gracia y libertad (Lucas 4, 18-19). En otras palabras, participamos de la “missio Dei”, en el movimiento de Dios hacia y en el mundo. El objetivo final de esta “missio Dei” es el encuentro amoroso entre Dios y el mundo, entre Dios y nosotros. Esta es también una idea básica en la espiritualidad de San Alfonso.

Misioneros en busca de asociados para la misión. El ejemplo de San Clemente M. Hofbauer

Si este es el núcleo de la misión, las preguntas que surgen pueden plantearse, entonces, de manera diferente. En esta misma perspectiva, otros intereses se harán también evidentes. Así, nuestra primera preocupación ya no sería la organización correcta de la estructura eclesial, o la utilización de fórmulas correctas en nuestra predicación. Nuestra primera y más importante preocupación vendría a ser la realización del encuentro entre Dios y las personas. Todo lo demás pasa así a un segundo lugar: la forma institucional de la iglesia, la precisión doctrinal del mensaje. En ese sentido, incluso podríamos estar dispuestos a dejar de lado las viejas formas organizativas y formulaciones, para buscar nuevas formas y nuevas expresiones.

Esto nos lleva a un enfoque diferente a la hora de entender la labor de los misioneros. Los misioneros ya no son solo aquellos que tienen una función específica y una tarea bien definida. Los misioneros no son solo aquellos que “se han apartado del mundo”. Todos pueden ser llamados a la misión, tanto las personas que viven los votos religiosos como las personas que viven “en el mundo”. Ambos se pueden encontrar y apoyar mutuamente, si las condiciones están dadas. Juntos, comparten una misión común y van al mundo de dos en dos (Lucas 10.1), literal o figurativamente, como socios en la misión.

Me parece que San Clemente M. Hofbauer fue un misionero en este sentido. Se dio cuenta de que la misión en su tiempo necesitaba de manera urgente reenfocarse hacia su núcleo. En ocasiones, para él los diseños y formulaciones preestablecidas eran incluso incomodas. Por lo tanto, estaba siempre abierto a nuevas formas de predicación (de ahí su famosa declaración de que “debemos predicar el evangelio siempre de manera nueva”). Estaba abierto a nuevas formas de cooperación.

Desde el principio, San Clemente no se vio a sí mismo como una voz solitaria en el desierto. Se consideraba a sí mismo como el socio de Dios en la misión y estaba decidido a buscar socios que cooperaran en esta misión. Después de una larga y solitaria búsqueda personal como ermitaño y peregrino, encontró por primera vez a sus compañeros de misión en la Congregación Redentorista.

Una vez hecho redentorista, supo reconocer también a los asociados para la misión fuera de la Congregación. Fue durante su estancia en Varsovia (1787-1808) que “descubrió” el valor que tenía la colaboración con los laicos, así que muy pronto estableció una estructura sobre la cual desarrollaría dicha colaboración: la comunidad de oblatos, que era una asociación de laicos comprometidos y altamente cualificados, involucrados en la tarea misionera. San Clemente fue muy exigente con los oblatos en cuanto a la espiritualidad, el compromiso social y la disponibilidad para realizar la obra missionera. Estos laicos no se hacían, sin más, miembros de la asociación, sino que tenían que demostrar primero su idoneidad. Gran parte de la efectividad del trabajo de San Clemente M. Hofbauer radicó en que supo apoyarse en esta “élite” -en el pleno sentido de la palabra-.

Durante su estancia en Viena (1808-1820), San Clemente no solo veía a los fieles laicos como los recipientes de su ministerio pastoral, sino que las veía además como sus interlocutores. Organizó, por ejemplo, un club que se desarrollaba como un conversatorio donde, partir de la lectura de libros, se compartían ideas sobre la fe. Creó también una biblioteca y una revista. En resumen, no tenía miedo de usar los medios de comunicación de su tiempo. Respetó y aceptó el hecho de que algunas personas ya no se conformaran únicamente con escuchar al sacerdote de forma pasiva y silenciosa, sino que buscaran además formarse y educarse a sí mismas para lograr interactuar al mismo nivel que sus interlocutores.

Esto fue particularmente evidente en el llamado Círculo Hofbaueriano en Viena, al que pertenecían destacados eruditos y artistas de la ciudad. San Clemente alentó a estos intelectuales a comprometerse a llevar el evangelio al mundo, a su manera y desde su condición de laicos. La relación entre San Clemente y esta élite laica vienesa no era una relación unidireccional. Por un lado, a través del contacto con los laicos, San Clemente pudo mantenerse en contacto con el espíritu de la época, aprendiendo continuamente de ellos. Por otro lado, los laicos hacían eco a su obra, por medio de sus conexiones y la influencia que tenían en su área de competencia. De esta manera, se convertían en los asociados en la misión del Apóstol de Viena.

Conclusión: San Clemente, un hombre que superaba sus propios límites.

Como hijo de San Alfonso, San Clemente sabía muy bien que nadie es misionero solo. Nosotros, como misioneros, somos ante todo socios de Dios, quien se ha abajado para venir al encuentro de nosotros, humanos. Somos los aliados de Dios en este proceso de encuentro. Y si Dios mismo se hace necesitado de las personas y las llama a compartir su misión, con más razón nos necesitamos entre nosotros. En la práctica, en algunas ocasiones a San Clemente le costó un poco llevar esto a la práctica. Tenía una personalidad fuerte, y a veces chocaba con otras personalidades también fuertes. Pero es admirable por su voluntad de embarcarse, una y otra vez, en la aventura de la asociación para la misión, por superar los límites y abrir nuevos horizontes para una misión compartida.

Preguntas para la reflexión

– ¿Logro reconocerme a mí mismo como “socio en la misión” de Dios?

– ¿Con quién quiero compartir mi compromiso misionero? ¿Quiénes son mis socios? ¿Dónde están? ¿Cómo los encuentro? ¿Y cómo me encuentran ellos a mí?

– ¿Qué límites debo superar (límites de idioma y cultura, pero también límites entre grupos dentro de la iglesia y dentro de la familia Redentorista)? ¿Qué barreras internas tengo que superar?

– ¿Cuáles han sido las experiencias de éxito o fracaso que he tenido en la “misión compartida”? ¿Qué puedo aprender de estos éxitos y fracasos?

Oración

Dios de la vida,
en tu Hijo vienes al encuentro de la humanidad
con la oferta de tu amor
y tu anhelo de nuestro amor recíproco.
Nos has llamado
para ser tus compañeros de viaje en esa búsqueda.
Ayúdanos a reconocer a otros compañeros de viaje
y a poder abrirles también nuestros corazones.
Haznos disponibles para compartir y cooperar.
Por la intercesión de San Clemente,
Infunde en nosotros tu Espíritu para que alcancemos este fin.
Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo,
Nuestro compañero de camino.
Amén.

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UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.

Esta reflexión fue escrita en alemán por: Eric Corsius

Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com.

Traducción: Cristian Bueno, CSsR

el documento Pdf: Un solo cuerpo ESP