(del Blog de la Academia Alfonsiana)
«Porque es del interior, del corazón de los seres humanos, de donde provienen las cosas malas y son las que manchan» (Mc 7,21-23)
Estamos viviendo un fenómeno que nos ha convulsionado, por lo inesperado y desbordante. En algunos lugares se va saliendo de esta situación y en otros aún queda mucho por afrontar. Pero en todos lados, de alguna manera, todo ha quedado muy sacudido. En este sacudón de vidas y de estructuras, lo que aquí nos interesa resaltar son algunas actitudes que nos dan qué pensar, que nos invitan a buscar alguna razón que nos inspire más que los meros datos y desfiguraciones externas de nuestras realidades. Entender por qué, de algún modo, esta pandemia nos ha marcado, nos ha “manchado”.
En muchos niveles, lo primero que se ha visto subvertido es el adentro y el afuera. Y ha sido así, ante todo, porque nos ha tomado de sorpresa. Es un fenómeno “externo” que, sin darnos cuenta, se nos impuso, se instaló de forma rápida y convulsionada en nuestro “adentro”, generando instintos de autodefensa. Aquí ya hay un primer elemento sintomático, que no podemos dejar pasar. Desde el lenguaje y de ciertas medidas, se enfrentó el tema con una carga diríamos bélica, se implementaron medidas de “lucha”, de “control”, de “encerramiento”, de “distanciamiento”, contra un “enemigo invisible”. Esta reacción debería profundizarse, porque es muy histórica. Pero, ¿es que la historia no nos ha enseñado lo deshumanizante que es? Porque, queriendo o no, se respondió a la violencia con violencia, sin más. Se tomaron medidas preventivas y de salvaguarda que así como defendían, atacaban, así como en muchos casos podían dar seguridad en otros no pocos generaban todo lo contrario.
Todo ello se dio en la cotidianidad y en las estructuras sociales y económicas, cuyos efectos tardaremos en asumir y dimensionar realmente. Esperemos ser capaces de saberlos analizar y acompañar. En la dinámica del adentro y afuera se dejaron ver diversas reacciones. El afuera fue visto como peligroso y el adentro como seguro, llámese la casa, el hospital, el propio país, etc. Y así, todo lo que fuera “lo otro” era el enemigo, el que causa miedo; el extranjero, el negro, el diferente, son siempre causa de inseguridad y, por ende, seguro es solo “lo nuestro”, lo de casa, lo de adentro, etc. En cambio para Jesús la cosa es muy diferente.
Hay que reconocer que a medida que el tema avanzaba y en gran parte se agudizaba, en algunos lugares más que en otros, también fue apareciendo un lenguaje más armonizador, más del cuidado, de los unos por los otros, aunque siempre dentro de la lógica apenas descripta. Se dejaba de momento un lenguaje bélico, para dar paso a uno de tipo más humanizante. Aunque no por ello se abandonaba la tendencia a buscar culpables personales o sistémicos, lo cual aunque siempre necesario, no hacía más que desviar la verdadera atención sobre lo que estaba pasando. Y he aquí un punto de reflexión, lo que estábamos viviendo nos estaba definiendo; una vez más el modo de estar redefinía el ser, lo que éramos y nos permitíamos ser. Este es otro tema que debería ser profundizado.
Adentro y afuera se hicieron visibles y se escucharon voces antes silenciadas, no reconocidas, diferentes tipos de desigualdades y de injusticias. Cuando la epidemia se volvió pandemia, se universalizó, y así pareció más importante, y claro porque objetivamente lo es. Pero, ¿qué pasa con las desigualdades y las injusticias que son lo más universal que hemos viralizado en nuestro sistema de vida? Y como estas universalizaciones ya estaban, ahora solo explotaron, al menos como noticias, desigualdades para las atenciones médicas, para los sistemas de trabajo, para las violencias domésticas y sistémicas, entre ricos y pobres, incluidos y marginados, blancos y negros, registrados y clandestinos, etc. Nos quedan en el haber una gran cantidad de muertes, reales y sistémicas, la pregunta es ¿les queremos en verdad escuchar y ver? ¿Querremos emprender algún tipo de aprendizaje virtuoso que nos permita darnos cuenta que el afuera quizás ha sido menos peligroso que las respuestas provenientes del adentro (personal y sistémico)?
Aprender a ver cómo estamos para saber quiénes somos y queremos ser; asumir y respetar nuestras fragilidades, atender y cuidar nuestras vulnerabilidades para humanizarnos; gestionar mejor nuestras catástrofes, inesperadas o no, dar lugar a las verdaderas causales de dichos advenimientos y enfrentarlas con seriedad y sabiduría, menos bélicas y más en la lógica de una verdadera cuidadonía; afrontar con más seriedad que no habrá solidaridad posible si desde adentro no se cambian nuestros paradigmas de referencias, sin una real conversión paradigmática seguiremos en el ojo por ojo y el sálvese quien pueda, y solo se distribuirán limosnas (afectivas y efectivas; personales y sistémicas), solo nos acostumbraremos a disminuir los efectos pandémicos y viviremos tranquilos/as con los males endémicos, como sucede desgraciadamente con tantas realidades. Si no cambiamos las cosas que nos “manchan” desde adentro de nosotros/as mismos/as y de nuestros sistemas de vida, desde afuera nos seguirán viniendo eventos inesperados y catastróficos, a los cuales no sabremos responderles de una forma integral y liberadora. Jesús nos ha advertido y enseñado sobre ello ¿querremos seguir su praxis, querremos tener su corazón con la única razón que podría en verdad sanarnos y salvarnos?
Padre Antonio Gerardo Fidalgo CSSR