Pedro y Paulo: un camino hacia una moral encarnada

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

En esta semana en la que celebramos la solemnidad que recuerda la vida de estos grandes personajes en la historia cristiana, también llegamos al final de otro semestre académico, o más bien, del año académico. Sin duda, es un momento fructífero para revisar el camino recorrido hasta la fecha, enriqueciendo y reforzando nuestras bases metodológicas y epistemológicas.

Así, recordamos que la identidad de la Academia Alfonsiana está profundamente marcada por una forma de hacer moral inspirada en la enseñanza de Santo Afonso Maria de Ligório, es decir, una moral que parte de la vida, en continua fidelidad misericordiosa al amor trinitario manifestado en su totalidad en La vida de Jesús y el Reino del Padre proclamado por él, en continuidad con la Iglesia, comunidad de fe, sostenida en la gracia del Espíritu Santo.

Al reflexionar sobre todo este contexto, recordé el llamado Concilio de Jerusalén (Hch 15: 1-33), donde estas dos figuras importantes en la historia de nuestra fe se habrían reunido. Más que hacer un estudio exegético del texto bíblico, propongo una pequeña reflexión sobre el contenido simbólico que encontramos en las personas Pedro y Pablo dentro de esa importante reunión, y cómo esto puede inspirarnos en el camino de una encarnación moral en el terreno de la historia humana.

Pedro, al frente de la Iglesia de Roma, recibe una visita de Jacobo, Pablo y Bernabé, quienes son portadores activos de la palabra del Evangelio entre los gentiles. El problema central gira en torno a la pregunta planteada por las facciones judías que querían someter a los gentiles a las prescripciones de la ley mosaica, como la circuncisión. De manera muy breve, al final de la reunión, prevaleció la circuncisión del corazón, es decir, la adhesión de la vida al Reino de la comunión trinitaria, y un profundo respeto por la sensibilidad de los hermanos, para no causar escándalo. También se decide compartir la misión apostólica en el envío misionero oficial de Pablo a los gentiles en comunión con Pedro.

Superando las pretensiones de sumisión de las facciones judaizantes, vence la misericordia que, al escuchar la Tradición de las Palabras y los Gestos de Jesús, se deja cuestionar por la nueva realidad impuesta y discierne creativamente el desafío impuesto por las diferentes culturas: las de la cultura judía siguen siendo las recetas de Ley mosaica sobre la circuncisión y el consumo de carne ofrecida a los ídolos; Para los gentiles, cae el precepto de la circuncisión física y entra el sentido común con respecto al consumo de las carnes referidas.

En el universo del símbolo, percibimos en Pedro el recuerdo amoroso del camino ya tomado, lo que llamamos Tradición, sin nunca cerrarnos a las cuestiones de la vida, siempre abriéndonos en un discernimiento continuo que nos permite llevar a cabo el proceso pedagógico de quitar la paja de años para que pueda quedar la riqueza del grano que continuará floreciendo. En Pablo, la audacia y el coraje de acoger lo nuevo, de “ensuciarse las manos” con la realidad, de convertirse en un “hospital de campaña”, de progresar en la comunión sin permitir endurecerse con la tentación que somete a tantos a la voluntad imperiosa de los egos.

Finalmente, estas son las dos formas en que la construcción de una moral encarnada se lleva a cabo sobre la base de la vida en busca de la vida en su totalidad. Reinando la amistad y la misericordia trinitarias, una comunión se manifiesta en la tensión entre lo Eterno y lo Histórico, como una forma de fraternidad reunida en una familia en Cristo. Las preguntas surgen y son aceptadas sin temor, iniciando procesos de discernimiento de una conciencia que se manifiesta profundamente como interrelación Dios – Historia – Humanidad – Eternidad.

En conclusión, esto es lo que hizo Alfonso al encontrar a los pobres de Nápoles, las cabras de Scala y tantos otros que encontraron en los caminos misioneros de la vida; Esta es la sensibilidad que nos enseñó, a nosotros los Redentoristas, y a todos aquellos que se embarcaron en la hermosa aventura de la inteligencia de la fe llamada la vida cristiana.

P. Maikel Pablo Dalbem CSsR