(Salta, Argentina) Por la pandemia de coronavirus, la procesión del Perpetuo Socorro se realizó este año de manera distinta: en auto y con muy poca gente. La fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro comenzó a las 15.30. La imagen fue trasladada en la caja de una camioneta y seguida por un número reducido de vehículos que con pañuelos saludaron a la Virgen.
En las afueras de la iglesia San Alfonso, también se junto muy poca gente que con pañuelos saludó a la Virgen. Internet, radio e TV transmitieron en vivo a través de sus cuentas de Facebook live, donde los seguidores pidieron, de manera virtual , expresaron su devoción por la llamada Virgen Gaucha y pidieron por la fin de la pandemia.
El testimonio de los redentoristas en Salta:
El domingo 5, toda Salta posó su mirada sobre nuestra Madre del Perpetuo Socorro. Ella siempre nos convoca con su amor maternal para celebrar con alegría el amor fiel de nuestro Padre Dios.
Cada día de la novena, desde Córdoba, nos acompañó el P. Miguel Chabrando, iluminando y contagiando su amor a la Madre. ¡Gracias, Miguel!
Diferente y única. Así fue esta fiesta patronal. Ya sabemos por qué. La tensión, entre lo que debíamos hacer y el querer estar bien cerquita de la Virgen, se tradujo en entrega silenciosa y generosa de miles de devotos que, sin poder llegar hasta el templo, rezaron todos los días desde sus casas con la misma devoción de siempre. Es que para Dios, ¡nada es imposible!
El arzobispo de Salta, celebró la Eucaristía de las 11:30 horas y estuvo presente en la procesión, acercando su mensaje de aliento.
Salió la Madre del templo mientras el sonido familiar de las campanas anunciaba a nuestra Madre del Perpetuo Socorro en medio del pueblo. Recorrió las calles de la ciudad. Abrió el camino para que pudiéramos seguirla (este año, en autos).
Fue conmovedor ver los rostros de las personas que pasaban frente a Ella, ofreciendo los pañuelos con las que la saludaban: rostros muy emocionados, lágrimas en sus ojos, manos tirando besos…Sé que nuestra Madre recogió cada lágrima, cada gesto y cada mirada hacia Ella. Recogió, sin dudas, muchas historias, agradecimientos, ofrendas, esperanzas y desconciertos.
Bendecidos por el tesoro del Perpetuo Socorro que Dios nos confió, recemos juntos: “Seáis amada, seáis alabada, seáis invocada, seáis eternamente bendita, oh, ¡Virgen del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.