Un verano extraño

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

En los últimos meses, muchos han experimentado fragilidad y provisionalidad. De repente nos encontramos vulnerables. Un enemigo invisible ha cambiado nuestro estilo de vida. Hábitos establecidos, encuentros diarios, costumbres arraigadas, en pocas horas, saltaron. La fragilidad experimentada se convirtió en temporal, eliminando la capacidad de diseño a mediano y largo plazo y evitando que veamos el horizonte.

El covid-19 también está minando el verano considerado sagrado por muchos. De hecho, la llegada del verano, al menos en el hemisferio norte, coincide con las vacaciones para las escuelas, para muchas oficinas y para la industria en general. Corresponde, en pocas palabras, a ritmos de vida más lentos.

Tal vez en las próximas semanas alguien tenga la oportunidad de descansar un poco. ¿Pero qué verano nos espera?

Será un verano en el que habrá que cambiar los hábitos habituales si queremos proteger nuestra salud y nuestras vidas.

Un verano en el que deberíamos limitar nuestros abrazos, alimentarnos con la apariencia y estar continuamente atentos a los estándares mínimos de higiene.

El verano es siempre un momento esencial de descanso y refrigerio. Nunca antes habíamos necesitado recargar nuestras energías para enfrentar un invierno que promete ser difícil.

El verano siempre ha sido sinónimo de libertad, ahora se convierte en una experiencia de “libertad condicional”. Sin cometer un delito, todos experimentan restricciones piscológicas, relacionales y de salud.

Para muchos, el verano representa el momento de la alegría. En este verano existe el riesgo de que todos corramos y el de querer recuperar todo lo que no se hizo en los meses del cierre.

Creo que es esencial durante este verano poner orden en la experiencia vivida en los últimos meses. La pandemia nos dio una caja llena de recuerdos. A algunos nos gustaría cancelarlos, otros debemos madurar. Poner en orden el torbellino vivido nos ayudará a soñar con un corazón lleno de esperanza cristiana. Esto se debe a que el verano es un momento para preguntas de significado, para presupuestos y reinicios.

Este verano, sería correcto tomarse un tiempo para agradecer a Dios por la experiencia de la pandemia y reflexionar sobre lo que nos enseñó. Los “límites” plantean cuestiones de significado que desafían nuestra fe y viven en reciprocidad. Es cierto que esta experiencia nos ha hecho redescubrir valores como la solidaridad, el voluntariado, la hospitalidad, la gratitud por aquellos que se sacrifican por los demás. Estos valores ahora deben tomarse para construir el futuro juntos.

Estos últimos meses son un poco como el tesoro del cual, con el tiempo, podríamos extraer viejas pero siempre nuevas experiencias de vida. Es por eso que estoy convencido de que, como creyentes, debemos agradecer a Dios por esta experiencia, porque tenemos la capacidad de soñar y los cristianos tenemos algo más, la esperanza.

Termino esta reflexión agradeciendo a aquellos que han enriquecido este blog con sus reflexiones que comenzarán nuevamente en septiembre. ¡Feliz verano a todos!

Alfonso Amarante CSsR