Después del ataque terrorista a la Basílica dedicada a Nuestra Señora de la Asunción en Niza …

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Aún desconcertado y entristecido por los acontecimientos del 29 de octubre de 2020 en la ciudad de Niza (Francia), abrí la página web del periódico Avvenire y encontré una interesante entrevista. Lucia Capuzzi hablaba con una reconocida autoridad musulmana, el Sr. Mohamed Abdesalam Abdellatif, secretario general del Comité Superior de la Fraternidad Humana y estrecho colaborador del gran imán de al-Azhar, Ahmed al-Tayeb. El título de la entrevista: “Después del atentado en Niza. Es un crimen abominable: los que lo practican, ¡fuera del Islam!”(enlace).

Ciertamente estas últimas semanas han sido muy complicadas, con dos ataques terroristas motivados por la explotación del Islam. Las palabras de Abdellatif son muy duras hacia los involucrados en los asesinatos: desde quienes realmente los practicaron hasta quienes tuvieron alguna participación “entre bastidores”. Destaca que estas prácticas no representan al Islam, sino una explotación del mismo. Recuerda la importancia del Documento para la “Fraternidad humana”, firmado por el Papa Francisco y el gran Imán. Reconoce, junto con gran parte de la comunidad islámica, que existen formas pacíficas y legales de hacer valer los derechos y expresar su descontento.

Pero lo que más me llamó la atención fue la frase con la que concluyó la entrevista, respondiendo a la última pregunta: “No podemos separar Oriente de Occidente, como tampoco podemos dividir a las personas según sus creencias, idioma, etnia. Debemos darnos cuenta de que todos somos hermanos, hermanos diferentes pero hermanos”. Inmediatamente me acordé de la profunda teología de la unidad-diversidad del “cuerpo de Cristo” (cf. 1 Co 12) enseñada por San Pablo, de las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan sobre las otras ovejas que no procedían del pequeño y próximo campo de visión de los apóstoles (cf. Jn 10,16), de la encíclica Fratelli Tutti del Papa Francisco, de la universalidad de la Redención, etc.

Por eso, hoy no escribo con el rigor de la investigación teológica, sino como un ser humano, un cristiano, que cree que la Salvación debe pasar necesariamente por la fraternidad. En tiempos en que el propio Oeste, el Occidente, se encuentra dividido por las heridas de la historia pasada, envuelto en un repugnante empuje casi adolescente para negar sus raíces, para “matar a sus padres” (en una dinámica social casi de libro de texto Freudiano), me pregunto: ¿se puede dividir, negar la riqueza de una sana pluralidad humana, sin que esto sea un verdadero pecado contra el Creador? La propuesta unívoca de una forma única de ser humano no va en contra de la insondable y polifacética realidad del Creador, expresada por el tetragrámaton judeo-cristiano y por los 99 nombres islámicos, desfigurando su imagen en la de un ídolo creado por la economía de los miedos absorbidos por el cultura hoy?

¿No podría la mano derecha amar a la izquierda, aunque ambos pertenezcan al mismo cuerpo? Peor aún, en el extraño momento presente de divisiones y encapsulaciones egoístas, ¿puede la mano derecha (Occidente), por absurdo que esto suene, odiarse a sí misma? Parece que vivimos en un mundo enfermo de esta paranoia: lo que no soy yo, lo que es diferente a mí, debe ser eliminado. Recordemos que en todos los casos, el cáncer es el resultado de células de un mismo cuerpo que han olvidado quiénes son, a quién pertenecen y cuál es su lugar en el organismo del cuerpo.

Padre Maikel Dalbem, CSsR