8 de diciembre: La Inmaculada Concepción – Patrona de los Redentoristas

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La Inmaculada Concepción es la Patrona del Instituto Redentorista. Cuando San Alfonso Liguori fundó la congregación misionera en 1732, puso a nuestra familia religiosa bajo el patrocinio de la Santísima Virgen María, la Inmaculada Concepción.

San Alfonso dedicó el nuevo Instituto al mecenazgo de la Inmaculada Concepción. Estaba convencido de este privilegio único de María, otorgado para prepararla para ser un templo apropiado del Espíritu Santo y Madre de Dios, pero también creía que este privilegio le fue otorgado como un signo de esperanza para nosotros, lo que ha recibido desde entonces. desde el principio es lo que también nosotros esperamos: copiosa redemptio, la abundante redención. Para María, la gracia de la redención le impidió caer. Para nosotros, la gracia de la redención puede levantarnos después de la caída.

La Inmaculada Concepción demuestra claramente lo que Dios puede hacer con nuestra naturaleza humana frágil y herida. Porque María está redimida como seguramente lo somos nosotros. Incluso en este caso, los jansenistas y rigoristas gritaron contra la Inmaculada Concepción. La naturaleza humana es irremediablemente depravada y todos están condenados. Alfonso no podía aceptar esta visión pesimista de la humanidad, ni esta noción limitada de la gracia y la misericordia de Dios.

En su valiente defensa y tratamiento de la Inmaculada Concepción, Alfonso defendió dos principios importantes de la ortodoxia católica: el sensus fidelium, el sentido común de fe de los fieles; y la acción siempre presente del Espíritu Santo que guía a la Iglesia en doctrina y adoración. La revelación no es un momento estático en un tiempo remoto. Más bien, el Espíritu Santo continúa guiando a la Iglesia y al pueblo de Dios a través de la fe y la piedad populares, la doctrina y la adoración.

(P. Michael Brehl C.Ss.R., extracto de la conferencia titulada San Alfonso y María, Madre de Dios.)

Oración de San Alfonso

Bella Señora, me alegro de verte tan querida por tu Dios por tu pureza y belleza. Doy gracias a Dios por haberte preservado de toda culpa.

Mi Reina, ya que eres tan amada por la Santísima Trinidad, no desdeñes volver tus ojos hacia mi alma manchada de pecados para obtener el perdón y la salvación eterna de Dios.
Mírame y transfórmame. Tú, con tu dulzura, has atraído muchos corazones para amarte: atrae también el mío, para que de ahora en adelante no ame más que a Dios y a ti. Ya sabes que en ti he puesto todas mis esperanzas: Madre, querida mía, no me abandones. Ayúdame siempre con tu intercesión, en la vida y especialmente en el momento de la muerte. Que pueda morir llamándote y amándote, y luego llegar a amarte para siempre en el cielo.