(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Meditación de Adviento con San Alfonso y el Papa Francisco
«Corazón para acercarse a Dios con cariño, con el corazón y no solo con ideas… Esto ayuda a acercarse a las personas con el corazón, y a pensar en una teología que hable eficazmente a todos… Y de rodillas para la oración. La teología se hace de rodillas. Pero arrodillarse también indica la actitud de quien quiere aprender … la actitud de quien se inclina a los pies del otro, ante lo que llamamos miserias humanas … ”[1].
Impulsados por estas palabras del Papa Francisco, en este tiempo de Adviento queremos intentar extraer de la escritura alfonsiana algún elemento “nuevo” para la reflexión y la profundización teológica y espiritual. En este modesto recorrido nos comprometemos a combinar algunos de los trabajos que el santo Doctor dedica expresamente a preparar la Navidad. En concreto, las Meditaciones para los días de Adviento hasta la novena del nacimiento de Jesucristo [2] y, en menor medida, las Meditaciones para la octava de Navidad y para los demás días hasta la epifanía.
Dios, por amor, se encuentra con el hombre para ser amado
Oh Dios, Padre nuestro,
despierta en nosotros la voluntad de ir hacia las buenas obras
a tu Cristo que viene, para que nos llame junto a él en su gloria
para obtener el reino de los cielos (Colecta 1er Domingo de Adviento)
En esta primera etapa del camino nos dejaremos guiar por las endiades de “encuentro” y “vigilancia”. Dado el contexto litúrgico del Adviento, la conexión entre la palabra “encuentro” y el misterio de la Encarnación es casi inmediata. En los 18 textos que Alfonso de Liguori dedica a los días de Adviento, el tema de la Encarnación está presente desde la primera meditación, y en este escrito inicial, en primer lugar, captamos la iniciativa de Dios Padre que – escribe San Alfonso – « envió a su propio hijo a hacerse hombre y a vestirse de la misma carne que los hombres pecadores». De esta iniciativa, Alfonso “narra” su etiología y destaca sus fines salvíficos.
El acto creativo y la desobediencia del hombre
Dios Padre, escribe de Liguori, creó al primer hombre enriqueciéndolo con “luces y gracias” para que “lo sirviera y lo amara en esta vida” y, nuevamente, “lo condujera a la vida eterna para reinar en el paraíso”. Pero “el ingrato se rebeló contra Dios, negándole la obediencia que le debía por justicia y gratitud” y así, “con toda su descendencia” quedó “privado de la gracia divina y excluido para siempre del paraíso”.
El acto redentor y la conversión del hombre
Dios, sin embargo, “mirando a los hombres reducidos a tan miserable estado, movido de piedad, resuelve salvarlos” y “no envía ya un ángel, un serafín, sino para manifestar al mundo el inmenso amor que tenía por estos gusanos ingratos, “Envía a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado” (Rm 8,3) “para que” con sus dolores y su muerte satisfaga la justicia divina de sus crímenes, y así los libere de la muerte eterna; y reconciliándolos con su divino Padre, obtendrían la gracia divina y los haría dignos de entrar en el reino eterno”[3].
La vigilancia se convierte en oración activa
Es importante señalar, en estos textos, cómo el misterio-obra de la Encarnación no se separa del misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo, lo que nos hace intuir una “proyección”, ya en Adviento, en la Pascua de Resurrección [4]. De ahí la actitud de “vigilancia” que Alfonso traduce en “oración laboriosa” en las “charlas confidenciales” (cariño y oraciones) que acompañan a los textos de sus meditaciones: “Querido Redentor mío, no merecería más que amarte; pero te busco por tus méritos y el don de tu santo amor. Y por eso hazme saber el gran bien que eres, el amor que me has traído y lo que has hecho para obligarme a amarte. Ah, Dios mío y Salvador, ya no me hagas vivir desagradecido a tanta bondad tuya. No quiero dejarte más, Jesús mío. Lo mucho que te ofendí. Es por eso que estos años que quedan de mi vida, los empleo todos en amarte y darte gusto. Jesús mío, Jesús mío, ayúdame; ayuda al pecador que quiere amarte “[5].
Este breve texto reconoce los pasos fundamentales de un camino de conversión al Señor: el reconocimiento inicial de la propia condición (no lo merecería …) acompañado del deseo declarado y el consiguiente compromiso de querer encontrarlo / buscarlo (pero te estoy buscando …). Una intención, esta última, que se funda no tanto en las propias fuerzas, sino en la certeza de un Amor que, incondicionalmente, ya se ha entregado (por tus méritos … por el don de tu santo amor …) y que va continuamente conocido y en profundidad (hazme saber…). De ahí la petición de ayuda, para no vivir la vida como un ingrato sino como un amante y así complacer a Dios, danos razones más fuertes de esperanza y amor, para darnos confianza [en su misericordia] y obligarnos a amarlo “[6].
… Un elemento más para reflexionar
Muchos cristianos solían preparar el belén en sus hogares durante mucho tiempo para representar el nacimiento de Jesucristo; pero pocos son los que piensan en preparar su corazón, para que el niño Jesús nazca en ellos y descanse allí. Pero entre estos pocos todavía queremos estar nosotros, para que todavía seamos dignos de ser iluminados por este fuego feliz, que hace felices a las almas en esta tierra y bendecidas en el cielo. Consideremos en este primer día que el Verbo Eterno se hizo hombre de Dios precisamente para este fin, para inflamarnos con su amor divino. Busquemos luz en Jesucristo y en su Santísima Madre, y comencemos (cf. Novena del Santo Natale, 9-11).
padre Antonio Donato, CSsR
[1] Francesco, «Intervista per la Rivista Studia Moralia», in Studia Moralia 58/2 (2020) 219-232.
[2] Cf. A. M. de Liguori, [Meditazioni] Per li giorni dell’Avvento sino alla novena della nascita di Gesù Cristo, in Opere ascetiche, IV: Incarnazione – Eucaristia – Sacro Cuore di Gesù, Redentoristi, Roma 1939, 141-179; [= Avvento]. «La Novena del Santo Natale colle Meditazioni aggiunte per tutti i giorni dell’Avvento sino all’Ottava dell’Epifania, venne pubblicata nel 1758, coi tipi di Alessio Pellecchia, in Napoli. In fine erano aggiunte la Novena al SS. Cuore di Gesù, il Settenario in onore di san Giuseppe, l’Apparecchio e ringraziamento alla Messa per li Sacerdoti. L’edizione veneta del 1760, con alcune correzioni autografe, si conserva nel museo civico di Bassano del Grappa» (Cf. Ibid., 9).
[3] Cf. Avvento, med. I, 141. Cf. Novena del Santo Natale, I discorso, 11-12.
[4] Avvento, med. II, 143-144. Cf. Ibid., med. IV, 149; med. X, 160-161; med. XII, 165-168.
[5] Cf. Ibid., med. I, 143.
[6] Ibid., med. III, 10.