(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Este año el papa Francisco propuso como lema para la jornada mundial de la paz: La cultura del cuidado como camino de paz. Hace esta propuesta porque su lectura de la realidad a la luz del evangelio, le hace acentuar la necesidad epocal y kairótica de proponer la lógica del cuidado como paradigma fundamental de relación y de acción. En dicho mensaje, se proponen como fundamento, por un lado, el «Dios Creador, origen de la vocación humana al cuidado» y el «Dios Creador, modelo del cuidado», y por otro lado, «El cuidado en el ministerio de Jesús», y como consecuencia «la cultura del cuidado en la vida de los seguidores de Jesús». Desde aquí se proponen «los principios de la doctrina social de la Iglesia como fundamento de la cultura del cuidado». Por lo tanto, el papa no propone -como algunos al parecer sugieren-, un paradigma posmoderno[1], sino un paradigma profundamente arraigado en la revelación bíblica y en gran parte desarrollado en la tradición cristiana.
Así las cosas, según Francisco, desde la «gramática del cuidado» se puede extraer «un rico patrimonio de principios, criterios e indicaciones», tales como: «el cuidado como promoción de la dignidad y de los derechos de la persona; el cuidado del bien común; el cuidado mediante la solidaridad (con los pobres y los indefensos); el cuidado y la protección de la creación». Proponiendo además que dichos indicadores sean como «la brújula para un rumbo común», que ayuden «al proceso de globalización», para que tome «un rumbo realmente humano».
Ahora bien, qué está a la base de este paradigma del cuidado. Ante todo, que «cuidar», implica observar, conocer, escuchar, asistir, vigilar con premura, custodiar, estimular, guiar; todas acciones que enriquecen esta actitud fundamental, tan humana como hondamente cristiana. Por otro lado, se trata no de una mera acción sino de algo más, de una «cultura», lo cual implica generar estilos y sistemas de vida, de acción y de sentido, de comportamiento, de comprensión integral –pues implica ideas y emociones-, que expresen un cierto modo de realizar la vida y la existencia humana. Todo esto conforma un paradigma, esto es, un modo de asumir, comprender y transformar la realidad. Un paradigma que pretende alentar, sostener y conducir procesos que permitan un cierto modo de habitar la vida y realizar la historia, en cuanto es cultura apuntando al cultivo de valores –de calidad y cualidad humanizantes-, y como a su vez es cuidado posibilitar hacerse cargo de la realidad, encargarse de ella y cargar con todo lo que ello implica, poniendo el interés y la atención en lo fundamental, en todo aquello que permita sanar, liberar y transformar la realidad, personal, estructural y sistémica.
Es por ello que si observamos el magisterio del papa Francisco veremos que este tema está siempre presente[2], desde el comienzo de su pastoreo, en sus palabras y gestos concretos, mediante los cuales nos viene indicando que se trata de cultivar el cuidado, con cuidado, con detalle, esmero y arduo compromiso. Esta cultura del cuidado implica en su magisterio las actitudes de la cercanía, el gozo, la belleza, la ternura, la reciprocidad, la gratuidad, la generosidad, la solidaridad.
El papa, con la cultura del cuidado, nos invita a asumir un modo de soñar y de caminar hacia un mundo nuevo, hay que tener la humildad y el coraje para revisar y transformar nuestras lógicas, actitudes y estilos de vida, nuestras formas de reflexión y de relacionarnos. La invitación queda hecha, solo se espera nuestra respuesta en el aquí y ahora de nuestra historia.
Padre Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR
[1] Contrariamente a lo que algunos suponen, esta cultura del cuidado no tiene su correlato mayor en ciertas tendencias posmodernas que pudieran sonar individualistas y hedonistas, sino en el mundo de la medicina, la enfermería y la psicología profunda, en general hace unos 30 años. En definitiva en una atención profunda e integral de la salud humana, lo más cercano si se quiere a la salvación integral cristiana. En este sentido, la teología moral debería saber que tiene desde el ámbito de la antropología médica y psicológica, como siempre, un lugar de diálogo muy significativo.
[2] Sería suficiente releer desde esta clave sus textos magisteriales por así decir mayores, tales como Evangelii gaudium; Laudato Si’, Amoris Laetitia, Fratelli tutti, para ver la amplia presencia del cuidado, del cuidar, del cuidarnos recíprocamente. Si quisiéramos puntualizar el aporte peculiar en cada documento podríamos sintetizarlo así: en EG se pone el acento en cuidar la fragilidad, de los más débiles, del pueblo, de las familias, del mundo, etc. (cf. EG, nn. 209-216); en LS se acentúa el cuidado de la creación, del ambiente, de la naturaleza, el ecosistema y de los pobres, de la vida, un cuidado integral y holístico (cf. LS, nn. 137-162); en AL, el cuidado recíproco al interno del matrimonio y de la familia, el cuidado de la alegría del amor, de la fidelidad, cuidando como atención a los miembros más frágiles, señalando de modo peculiar una espiritualidad del cuidado (cf. AL, nn. 39; 47; 126; 321-325); en FT se insiste en el cuidado del mundo, en el cuidarnos a nosotros mismos y los unos a los otros, cuidando fundamentalmente la común dignidad humana y el bien común, y como siempre no deja de acentuar la importancia de cuidar y sostener a los más frágiles y débiles; todo ello siguiendo el modelo “samaritano” (cf. FT, nn. 17; 57; 64; 78; 115; 117; 174; 188).