(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Jesucristo es el viviente, no está entre los signos de la muerte, les ha dejado detrás. Pero él está, no allí en el sepulcro, sino en el gozo nuevo que reclama más que nunca la perspectiva de una fe que no se resigna, porque está alentada por el amor que busca seguir amando, proseguir las huellas del amor que se hace camino y voz de servicio en el aquí y ahora de la historia. La resurrección no se llevó a Jesús a ninguno paraíso perdido o lejano, nos lo ha devuelto viviente, más hondamente presente en el entramado de nuestra historia. Si en su parto histórico estuvo contenido en el vientre amoroso de una joven fiel, ahora ha sido regenerado en el vientre joven de la vida y de la historia que recomienza como nueva creación, de la cual es Él el primogénito. Así pues, Jesucristo sigue renaciendo allí donde toda muerte es vencida, donde se descrucifica la vida. La resurrección no es solo la puerta a una vida eterna en un más allá desconocido y descolgado de este nuestro más acá. Es la fuerza de la eternidad en el tiempo, es el tiempo abierto a la inmensidad que solo la fuerza del amor hace creíble. Hay más allá eterno porque hay un más acá que puede ser su imagen y semejanza. Sin esta perspectiva la resurrección sería un mero escape alienante y deshumanizante, y el tiempo histórico un mero sucederse de momentos cuyo final sería el sinsentido de la muerte. La Pascua abre a una nueva perspectiva que redimensiona la vida, le aporta otro sentido y otra dinámica. Ojalá nuestra vida de cristianos/as la pudiese manifestar, al menos con destellos de esa belleza singular, que se notase que somos hijos/as de la vida sin más, del amor sin límites, de una fraternidad/sororidad solidaria, sin fronteras, porque en nuestras existencias brilla siempre la novedad, la frescura de las alternativas, la expansión de los horizontes, no hay lugar para cerrazones de sepulcros trasnochados, no hay culto a verdades muertas, solo celebración de la vida, de la vida en abundancia.
Desde esta experiencia me gustaría llamar la atención sobre el quehacer teológico según esta dinámica pascual, de vida nueva y en abundancia. Para ello, solo quisiera resaltar una nota. Esta nota va en sintonía con dos cosas, con las invitaciones inspiradoras que el papa Francisco nos hace en Veritatis gaudium (2018), y con un elemento que me parece muy pascual y que la teología en general, y la teología moral en particular, me parecen necesitan incluir de modo más significativo.
El papa Francisco, entre otras cosas, recuerda una cosa fundamental, esto es, que «el vasto y multiforme sistema de los estudios eclesiásticos ha florecido a lo largo de los siglos gracias a la sabiduría del Pueblo de Dios, que el Espíritu Santo guía a través del diálogo y discernimiento de los signos de los tiempos y de las diferentes expresiones culturales» (VG, «Proemio», 1, cf. 3). Subrayo dos cosas aquí: la sabiduría del Pueblo de Dios, y no solo de “especialistas” y el diálogo con las diferentes expresiones culturales, no solo con una, por ejemplo la “greco-latina-eurocéntrica”. No estamos diciendo que podemos prescindir de los/as especialistas de ayer o de hoy, ni de una determinada impronta sociocultural que ha llevado adelante por siglos la herencia judeocristiana, pero es claro que allí no se agota la fuerza de la recepción de la revelación pascual del misterio de Jesucristo.
Por otro lado, se nos recuerda que en el aprendizaje teológico y filosófico sigue siendo necesario superar el «divorcio entre teología y pastoral, entre fe y vida» (VG, «Proemio», 2). También – citando a Benedicto XVI – recuerda «la necesidad urgente de vivir y orientar la globalización de la humanidad en términos de relación, comunión y participación» […] y que «para alcanzar de manera realista este fin», dicho papa «invita a “ensanchar la razón” para hacerla capaz de conocer y orientar las nuevas e imponentes dinámicas que atormentan a la familia humana, animándolas en la perspectiva de esa “civilización del amor”, de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura» (ib.). Todo ello reclama un saber interactivo y el ejercicio de la Inter-transdisciplinariedad (cf. VG, «Proemio», 2; 4c).
Todo este esfuerzo es necesario por fidelidad a la dinámica pascual de la revelación que reclama siempre transformación, fiel y creativa, y por la necesidad de no quedarse encerrados/as en miopías y pequeños castillos autosuficientes. O como recuerda Francisco: «el teólogo que se complace en su pensamiento completo y acabado es un mediocre. El buen teólogo y filósofo tiene un pensamiento abierto, es decir, incompleto, siempre abierto al maius de Dios y de la verdad, siempre en desarrollo» (VG, «Proemio», 3).
Desde estas claves inspiradoras, he aquí la nota que quisiera resaltar, la cual luego se especifica en un elemento que concretiza la dinámica pascual en el quehacer teológico. Dicha nota queda también señalada por Francisco, cuando dice que «la tarea urgente» es por sobre todo «elaborar herramientas intelectuales que puedan proponerse como paradigmas de acción y de pensamiento, y que sean útiles para el anuncio en un mundo marcado por el pluralismo ético-religioso» y que esta urgencia «no solo exige una profunda conciencia teológica, sino también la capacidad de concebir, diseñar y realizar sistemas de presentación de la religión cristiana que sean capaces de profundizar en los diversos sistemas culturales» (VG, «Proemio», 5). Entonces, hemos de preguntarnos si esta es la nota fundamental de nuestro quehacer teológico-moral, si estamos en verdad asumiendo un diálogo sincero con «el pluralismo ético-religioso» y si estamos generando y proponiendo nuevos paradigmas o seguimos reciclando los de siempre, incluso cuando este “reciclar” en parte siga siendo una tarea importante.
En fin, el elemento que quisiera resaltar y que especifica la concreción de todo lo dicho, esto es, que podría verificar si en verdad estamos realizando un teología moral pascual, en transformación y dando frutos de vida nueva, es la inclusión feminista. Inclusión que deberíamos ver en las bibliografías de Cursos, Seminarios, Revista, Tesis, etc., de nuestro centro de estudios. No estamos hablando de la así llamada “cuota rosa”, que en general no es más que una “salida” elegante de un cierto machismo patriarcal camuflado. Estamos hablando de la inclusión real de personas y visiones que hace un largo tiempo vienen aportando transformaciones serias al quehacer científico y teológico. Lo que se viene haciendo es demasiado poco y casi insignificante. Es una gran deuda y una esperanza pascual desperdiciada. Para terminar recomiendo una lectura, tanto como para hacer visible un mundo que al parecer cuesta tanto visibilizar: la persona y el aporte de bell hooks (Gloria Jean Watkins [25.09.1952], escritora afroamericana, feminista y activista social). El nombre bell hooks deriva del de su bisabuela materna, Bell Blair Hooks, y ella lo escribe siempre en minúscula. Entre sus aportes: El feminismo es para todo el mundo; Todo sobre el amor: Nuevas perspectivas. Las feministas en distintos campos, especialmente en el teológico, son muchísimas, así como existen diversas agrupaciones católicas, ecuménicas e interreligiosas; cabría esperar que ellas fueran más conocidas y tenidas en cuenta en nuestros estudios. Quizás ese podría ser “un” signo de que ha habido Pascua de transformación en el corazón de la teología moral.
Padre Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR