(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Habiendo explorado el tema de la empatía psicológica y espiritual en blogs anteriores (3 de abril de 2020 y 7 de abril de 2020), continuamos nuestra exploración de esta actitud ética a la luz de la empatía del Papa Francisco.
Hace unos meses, estaba escuchando Radio Vaticano y oí al Papa responder a un joven que le preguntó: “Papa Francisco, ¿qué puedo decirle a un joven que está sufriendo?” Sorprendentemente, el Pontífice respondió: “En primer lugar, no tiene que decir nada. Tienes que… escucharle”. “Una vez”, contó el Papa, “escuché a una persona durante 10 minutos, sin decir nada. Y al final, esta persona me dijo: ‘Gracias Papa Francisco por su ayuda y por sus buenos consejos'”. Y el Papa no había dicho nada… “Esto significa -continúa Bergoglio- que cuando una persona se siente verdaderamente acogida, escuchada, estimada y amada incondicionalmente con amor-caridad, la persona empieza a encontrar confianza en sí misma y a identificar de forma autónoma las soluciones a sus problemas”. Esta es la modalidad de la verdadera escucha empática.
Partiendo de esta anécdota, podemos entender hasta qué punto en sus enseñanzas, el Papa Francisco destaca el valor de la empatía en la relación con el otro: en la acogida, la escucha y el diálogo. De hecho, en su discurso a los obispos de Asia en agosto de 2014, declaró:
No puede haber un diálogo auténtico si no somos capaces de abrir nuestras mentes y nuestros corazones, con empatía y acogida sincera, hacia aquellos a quienes nos dirigimos. Es un cuidado, y en el cuidado nos guía el Espíritu Santo. Un claro sentido de la propia identidad y la capacidad de empatía son, por tanto, el punto de partida de cualquier diálogo. […] Esa empatía debe ser fruto de nuestra mirada espiritual y de nuestra experiencia personal, que nos lleva a ver a los demás como hermanos, a “escuchar”, a través y más allá de sus palabras y acciones, lo que su corazón quiere comunicar. […] Esta capacidad de empatía nos hace capaces de un verdadero diálogo humano. […] Si queremos ir al fundamento teológico de esto, vamos al Padre: él nos creó a todos. Somos hijos del mismo Padre. Esta capacidad de empatía conduce a un auténtico encuentro en el que el corazón habla al corazón[1].
Por tanto, según Francisco, la empatía implica la capacidad y el arte de acoger y escuchar auténticamente a los demás con la mente (empatía cognitiva), con el corazón (empatía afectiva), considerándolos como hermanos “hijos del mismo Padre” (empatía espiritual).
Además, en su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (n. 10), en enero de 2014, reiteró: “Cristo vino al mundo para traernos […] la posibilidad de compartir su vida. Esta buena noticia de Cristo exige de todos, […] un ejercicio perenne de empatía, de escucha del sufrimiento y de la esperanza del otro”. El Papa Francisco subraya claramente, entonces, cómo el anuncio de la nueva vida en Cristo requiere una escucha empática y compasiva del sufrimiento de los demás (empatía motivacional).
Finalmente, Francisco reconoce que la empatía es una actitud moral esencial para construir una sociedad más fraterna; tal y como señala en este discurso de 2016 al Consejo de Cultura, “es de fundamental importancia promover en la sociedad el crecimiento del nivel de empatía, para que nadie permanezca indiferente a las llamadas de auxilio del prójimo” (empatía prosocial).
Por lo tanto, como discípulos de Cristo, podemos reconocer cómo la escucha empática y la aceptación sincera del otro, con la mente y el corazón, resultan ser actitudes evangélicas y éticas valiosas en este difícil momento de pandemia. A través de la escucha empática nos convertimos, para nuestros hermanos y hermanas, en testigos del apoyo compasivo de Cristo que da confianza y, a pesar de nuestro sufrimiento y fragilidad humana, siempre abre un camino de esperanza y resiliencia.
p. Mario Boies, CSsR
[1] Francesco, Incontro con i vescovi dell’Asia (17.08.2014), in AAS 106/9 (2014) 714-718.