Desde el desafío de no soltar y liberar al “niño de Kabul”

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Un nuevo año académico.

Desde el desafío de no soltar y liberar al “niño de Kabul”

No se trata solo de una imagen, sino de una metáfora que encierra -con todo su clamor- una rotunda invitación a no seguir andando por el solo avanzar de un simple calendario. Es una invitación a salvar el presente preñado de futuro, pero al mismo tiempo amenazado en su más neurálgica fragilidad. Es una invitación a ser más que nunca conscientes que nuestra historia nos reclama autenticidad, veracidad y sobre todo la capacidad de respuestas sapienciales y proféticas. He aquí donde nuestro servicio formativo, en la escuela de san Alfonso, puede tener su lugar, más aún, su hogar natural.

No soltar y liberar es la tarea urgente, esto es, rescatar de las amenazas y dar al menos alguna oportunidad de ir más allá de todas las atrocidades humanas presentes en todos los bandos, con más o menos responsabilidades. Nadie queda ajeno al dicho «quién esté sin pecado que arroje la primera piedra». El estudio no puede ser un lugar ni abstracto ni alejado de los verdaderos clamores de la historia, se debe saber insertar en los entramados de la historia para poder desde allí encontrar las mejores alternativas que hagan lo más digna y libre posible la existencia humana y ecosistémica. Se espera que estudiar la teología moral no se reduzca ni a curiosidades ni a recetarios más o menos plausibles, sino más bien que sea ese lugar donde el «hoy» de la «abundante redención» se hace presente en ese «hoy» lacerante que no se puede evadir, como bien nos lo recuerda la imagen aún más penetrante del niño del aeropuerto de Kabul. Se espera que como comunidad académica sepamos ponernos de su lado, del lado de las fragilidades y del lado de las reales posibilidades humanas y ecosistémicas, que sepamos abatir muros y realizar puentes, superar dualismos y dicotomías malsanas, discerniendo las ambigüedades, desenmascarando las diversas ideologizaciones, en aras de caminos más integrales y liberadores.

El “niño de Kabul” es una llamada sapiencial y profética a revisar nuestros presupuestos teóricos y nuestras praxis, a replantearnos nuestras axiologías y construcciones científicas para poder aventurarnos a un proceso que permita darle múltiples e interdisciplinares concreciones al paradigma samaritano, aquél que dentro del proceso de una Iglesia siempre en “salida”, según nos inspira el papa Francisco, debe apostar por el cuidado integral de nuestra casa común (cf. Laudato si’) y la realización de una humanidad más fraternal/sororal/solidaria (cf. Fratelli tutti). Este puede ser un camino estimulante y posible para realizar nuestras búsquedas en los diferentes ámbitos de estudio, desde la Laudato si’ a la Fratelli tutti para poder establecer nuevos horizontes de comprensión y posibles alternativas de realización. Asumir que «todo está relacionado» para poder «relacionar todo» de otra manera, más digna y libre, esa es la tarea. Porque, «es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza» (LS, n. 139) y además que «las convicciones religiosas sobre el sentido sagrado de la vida humana nos permiten reconocer los valores fundamentales de nuestra humanidad común, los valores en virtud de los que podemos y debemos colaborar, construir y dialogar, perdonar y crecer, permitiendo que el conjunto de las voces forme un noble y armónico canto, en vez del griterío fanático del odio» (FT, 283).

La invitación, una vez más, es a que podamos caminar juntos/as desde y hacia una moral configurada desde el paradigma samaritano como una moral del cuidado integral, sapiencial y profético de la vida humana y ecosistémica.

p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR