La formación de la conciencia ética

0
7758

La literatura sobre la ‘conciencia ética’ o moral parece haberse quedado como tema de los estudiosos y peritos de la ética; poco ha trascendido al pueblo y menos a la familia; nos limitamos las más de las veces a reprochar lo que está mal, que a indicar el bien que se debe hacer.  Tradicionalmente se conoció un viejo principio ético: “bueno es lo que está mandado; malo lo que está prohibido”.  El motor-guía de la moral tradicional fue la ley (de la iglesia o la ley civil). 

El tema de la ‘conciencia ética’ es muy antiguo; ya Aristóteles hacía mención de ella. Son muchos los hombres ilustres que hacen referencia a ella en sus escritos; incluso entre los no cristianos hay testimonios sobre la conciencia ética.  Por ejemplo, Gandhi llegó a afirmar que “había desobedecido a la ley (civil) no por querer faltar a la autoridad, sino por obedecer a la ley más importante de nuestra vida: la voz de la conciencia”. 

Tradicionalmente se ha enseñado que a los siete años el niño/a adquiere el uso de  la razón; la razón humana está muy relacionada con la conciencia; el niño/a durante su desarrollo evolutivo  va descubriendo progresivamente qué es el bien, qué es el mal; en los primeros cuatro años de vida entiende el bien como algo que le causa placer; en  cambio, el mal lo concibe como aquello que le ocasiona dolor. 

En la etapa de la autonomía, entre los cuatro y ocho años cambia la perspectiva: bien es lo que le merece un premio, mal lo que le merece un castigo; ésta es la etapa en la que el niño/a descubre el sentido de la autoridad y la razón de la norma: papá y mamá, el profesor/a mandan; el niño/ deberá aprender a obedecer por amor, no por miedo. 

En la etapa siguiente, la socionomía, el niño/a descubre el interés por el amigo/a, por el compañero/a de estudio, de juego, del vecindario; es una etapa en que el igual, (amigo o compañero) influye  en la conducta del niño/a; en este momento descubre la alabanza por algo bueno que ha hecho, la crítica por algo malo. Será muy importante que el niño/a tenga buenos amigos, buenos compañeros. 

Después de los 14/16 años el adolescente se siente autónomo, independiente; es el momento en que debe saber auto-regularse, es decir, hacerse responsable de su conducta ante Dios, ante sí mismo, ante sus padres y ante la sociedad. Ya no es el placer  o el dolor, no es el premio o el castigo, la alabanza o la crítica lo que debe motivarlo a hacer el bien, a evitar el mal; ahora es la coherencia con su conciencia: la conciencia bien formada le dice que algo es bueno, hágalo; la conciencia le sugiere que es malo, evítelo. 

Los estudiosos concuerdan en definir la conciencia ética como el juicio práctico o el dictamen de la razón, por el cual la persona juzga lo que aquí y ahora debe hacer porque es bueno, o lo que debe evitar porque es malo. La ley, la norma nos proponen el bien que debo hacer, el mal que debo evitar; esa ley o norma llega a mi conciencia y ésta la aplica a mi situación concreta: aquí y ahora debo cumplir la ley o ¿puedo excusarme de no cumplirla?. 

Los padres de familia son los primeros educadores o formadores de la conciencia ética de sus hijos. ¿Cómo hacerlo?. La coherencia de vida de los padres, el buen ejemplo, el estímulo para el bien, la corrección sabia y prudente en caso de una mala conducta de los hijos. No solo corregir, castigar; sobre todo, orientar bien, estimular, acompañar, motivar… 

Algunos psico-pedagogos han formulado algunos principios en vista a la formación de la conciencia ética de los hijos:

  • No prohibirles una cosa un día y permitírsela otro, porque estamos de mejor humor. Esto desconcierta al niño/a.  
  • No prohibir a un niño lo que se le consiente a otro. En esto hay que dar explicaciones al pequeño y hay que ser siempre justos. 
  • No darle tantas órdenes y advertencias que hagan que el niño se sienta tan perdido que decida no hacer caso de ninguna. En este vicio incurren los padres nerviosos. 
  • No mandarles hacer cosas y querer que obedezcan con la rapidez que piden nuestros nervios. Hay que tener paciencia para que comprendan y se preparen a obedecer. 
  • Al mandar  algo o prohibir, es importante explicar por qué una cosa u otra. Esto es educar para conocer las razones o motivaciones de una orden a cumplir, o de una prohibición. 

P. José Silvio Botero G., C.Ss.R.