(del Blog de la Academia Alfonsiana)
Desmond Tutu (1931-2021), ser humano, sudafricano, esposo, padre, clérigo, teólogo, activista, una de esas presencias que no se olvidan, que marcan la vida porque hacen historia. De orígenes humildes y cristianos fue surcando caminos y haciendo elecciones que fueron marcando su existencia y que le permitieron dejar huellas significativas. Entre ellas, la de ser el primer obispo sudafricano negro en ser ordenado en la iglesia anglicana de Sudáfrica. Fue premio nobel de la paz (1984). Trabajó comprometidamente en diferentes organizaciones sociales y eclesiales, siempre dando el máximo de sí mismo y desde una clave siempre activamente profética a favor del evangelio de la dignidad y de la justicia. En toda causa que defendiera no solo a sus hermanos/as “negros/as” sino a la misma humanidad en sus diversas necesidades de liberación.
Los derechos humanos se podrían decir que han sido siempre la causa de sus desvelos y a ellos ha dedicado todas sus fuerzas e inspiraciones. No solo fue –como solía decirse – «la voz de los que no tienen voz» sino que fue inspirador para que otras voces se animaran a hacerse sentir en diferentes escenarios históricos, siempre a favor de la dignidad humana y de sus derechos fundamentales. Él sabía que en estos asuntos no se podía ser “neutrales” pues la dura realidad clama siempre por toma de posiciones sin ambigüedades ni indiferencias. Este es su gran testimonio y legado. Caminó a la par de Nelson Mandela para ayudar a reconstruir una sociedad sin divisiones raciales en una Sudáfrica lacerada por el régimen del apartheid (1944-1991). Es el mismo que también diría que «no adoraría a un Dios que fuera homófobo» porque nada puede ser causa justificada para dividir y excluir a los seres humanos.
Como suele suceder con personas de tanta notoriedad y compromiso real y concreto no faltarán las críticas, dependiendo desde el lugar que se le mire. Señalarán, por ejemplo, que ha recibido premios (con sumas importantes de dinero) que han conllevado ciertas defensas de posturas políticas y socioculturales que no agradaban a todas las personas. Puede que así sea, pero no se le podrá criticar no haberse jugado, y quien se juega la vida en la cancha de la historia se embarra, a diferencia de los que pretenden estar incontaminados en los podios de la absoluta coherencia, más allá del bien y del mal y autoerigiéndose en jueces implacables de los demás.
Dijo de él, una vez el grande Mandela: «Cuando me encontré con el arzobispo Tutu le estreché en un gran abrazo. Ahí estaba un hombre que había inspirado a toda una nación con sus palabras y su valor, que había hecho revivir las esperanzas del pueblo en su momento más sombrío»[1]. Fue un defensor y propulsor de la así llamada Teología negra, un modo para reflexionar de otra manera la misma revelación de Dios pero dándole la posibilidad de ir más allá de los lugares comunes parciales con los cuales se defendían posturas irreconciliables con el Dios de Jesús[2]. Porque para él la cuestión era que: «debemos denunciar, incluso si sufrimos a causa de ello. No se trata de política, sino del evangelio de Jesucristo el liberador (…) no podemos permanecer callados, porque si lo hacemos hasta las piedras gritarán. Seamos la Iglesia de Dios que proclama con orgullo su evangelio»[3]. Que esta su memoria siga viva en la consciencia de una humanidad que no claudica en su búsqueda por ser cada día más dignamente humana[4].
p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR
[1] Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad, Aguilar, Madrid 20102, 587.
[2] Cf. Desmond Tutu, «¿Por qué negra? Una defensa de la Teología Negra», en J. Allen (ed.), Desmond Tutu. Dios no es cristiano y otras provocaciones, Desclée de Brouwer, Bilbao 2012, 113-126; Id., «Black Theology/African Theology, Soul Mates or Antagonist?», en G. Willmore – J. Cone (eds.), Black Theology. A Documentary History, vol. 1, Orbis Books, Maryknoll 1979, 483-491.
[3] D. Tutu, Crying in the Wilderness, Eerdmans, Grand Rapids 1982, 30-31.
[4] Cf. Tinyiko Maluleke, «Tutu in Memory, Tutu on Memory. Strategies of Remembering», en Missionalia 47/2 (2019) 177-192.