Conmemoración de los fieles difuntos en la iglesia de San Alfonso de Roma

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El día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, el Padre Rogério Gomes CSsR, Superior General, presidió la Misa celebrada por la comunidad redentorista en la iglesia de San Alfonso en Roma.

Aquí está la homilía ofrecida por el Padre General:

HOMILÍA CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS

Queridos cohermanos, queridos hermanos y hermanas presentes en esta celebración,

  1. Ayer celebramos la solemnidad de todos los santos, es decir, de los hombres y mujeres que, como todos nosotros, a lo largo de su historia personal, han orientado su vida por los caminos de Dios y el amor al prójimo. Son luces que nos guían en nuestro camino personal y comunitario hacia la santidad, sin olvidar nunca nuestra humanidad. Los santos fueron hombres y mujeres que permitieron que los fragmentos de su fragilidad y sus virtudes se ensamblaran con el cemento divino hasta formar una hermosa obra de arte, el mosaico de la santidad. La belleza y el esplendor de Dios muestran que el primer camino hacia la santidad es la conciencia de nuestras fragmentaciones, sin considerarnos inútiles en esta tierra. Nuestros fragmentos siempre pueden ser obras de arte de profunda belleza.
  2. En continuidad con la celebración de ayer, hoy celebramos a los fieles difuntos. La experiencia de la finitud forma parte de todo lo que existe, excepto de Dios. Humanamente, definimos esta experiencia como la muerte. El umbral entre la vida y la muerte es muy tenue. Convivimos con la muerte todos los días y olvidamos que ella nos hace vivir: nos alimentamos de seres, animales y plantas, que están “muertos”. Convivimos cada día con la muerte: desde la muerte natural hasta la causada por el propio ser humano a sus hermanos y hermanas: la muerte causada por la enfermedad, la guerra, la carestía, el hambre, la migración, el aborto, la eutanasia, la injusticia. Ante la muerte, nuestra experiencia puede ser de dolor, de abandono o de profunda indiferencia. La muerte es la sombra que nos acompaña cada día, de la que tenemos miedo porque no la conocemos y porque es, humanamente hablando, nuestra experiencia de la nada. Esto adquiere un nuevo significado a través de la fe, la luz que nos muestra algo más allá de la oscuridad de la tumba.
  3. Al escuchar el Evangelio de hoy (Mt 25,31-46), podemos preguntarnos: ¿qué relación tiene esto con la celebración de los fieles difuntos? ¿No deberíamos hablar de la resurrección más que de aquellos que practicaron la justicia y de aquellos que no lo hicieron? Sin dejar de lado la belleza y la profundidad de los textos que nos hablan de la resurrección, la vida y la eternidad, el texto de Mateo toca algo fundamental. La experiencia del Reino de Dios pasa a través de la historia y de las relaciones personales que tenemos con nuestro prójimo y nuestro amor por él. “Todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicieron por mí” (Mt 25,40). Por tanto, la resurrección es cuando nos presentamos desnudos ante el Señor del Tiempo y de la Historia y le llevamos sólo nuestras manos llenas del bien que hemos hecho en este mundo. Es cuando coincidimos totalmente en Dios y vivimos sólo en Él. ¡Él es nuestra vida eterna! Como nos recuerda Job: ” ¡Yo sé que mi redentor está vivo y que, al final, se levantará sobre el polvo! Después de que esta piel mía sea arrancada, sin mi carne, yo veré a Dios. Yo mismo lo veré, mis ojos lo contemplarán, y no otro” (Job 19, 25-27).
  4. Celebrar a los fieles difuntos es recordar a los que amamos, que estuvieron presentes con nosotros y que ahora experimentan la vida en Dios. La celebración de hoy nos permite recordar con gratitud a las personas que han dejado su huella en nuestra historia. Así queremos confiarlas al Señor como nuestro más preciado regalo, que recibimos de Él y que ahora le devolvemos, aún con el dolor de la nostalgia, con profunda gratitud. Al mismo tiempo, nos preparamos para nuestra Pascua definitiva con el Señor, el lugar donde un día nos encontraremos un día por el amor divino. Los que se fueron se han quedado callados, pero nosotros creemos en la resurrección, en la comunión de los santos, en la vida eterna. Ellos son y viven en Dios.
  5. Como escribió el hermano Prudente Nery, fraile capuchino, el día de su Pascua: “Cuando llega el invierno en el hemisferio norte, sin que nadie los instruya, los pájaros se lanzan espontáneamente al cielo para emprender una aventura increíble. Impulsados por una misteriosa herencia de su especie, siguiendo únicamente las pulsaciones magnéticas de la tierra, vuelan, siguiendo las huellas del sol, durante miles de kilómetros, de noche y de día, sólo para intentar seguir vivos. Así será también para nosotros cuando, en el ocaso de todos los otoños, el frío del invierno descienda sobre nosotros. Llevados por el fascinante destino de nuestra especie, volaremos entonces, siguiendo sólo las llamadas de la eternidad, hacia la morada de la luz, el corazón de Dios. Y allí conoceremos lo que ahora sólo intuimos y, oyendo a Jesucristo, el Camino, la Verdad y la Vida, creeremos: No hay dos reinos, el de los muertos y el de los vivos, el de la tierra y el de los cielos, sino sólo el de Dios, que quiso que fuéramos eternos”.
  6. En este día, quiero recordar la vida de todos los cohermanos que se han consumido en favor de la redención (dies impedere pro redemptis) y que han muerto por causas naturales, por la cruz de la enfermedad, o que han dado su vida por la fe, como nuestros mártires. A través de la comunión de los santos, permanecen vivos con nosotros gracias a sus memorias de redención y a lo que hicieron durante su tiempo en la tierra. Fueron vidas con sentido y dieron sentido a muchas otras vidas a través de la predicación del Evangelio, la escucha de confesiones, las innumerables obras misioneras que realizaron y su caridad hacia los pobres. Comprendieron que todo lo que se hace por uno de los pequeños se hace al Señor. Gracias a ellos por las muchas vidas entregadas y ¡en espera del día en que nos encontremos en el Señor! Además de ellos, también recuerdo a nuestros queridos fieles laicos asociados a nuestra misión, a nuestros Oblatos, a las Hermanas del Santísimo Redentor y a las Congregaciones Religiosas que forman parte de nuestra Familia Redentorista.

Que la Madre del Perpetuo Socorro y nuestros Santos, Mártires, Beatos y Venerables nos ayuden a prepararnos para nuestro encuentro definitivo en la gloria del Señor.

Padre Rogério Gomes, C.Ss.R
Superior General

Roma, 02 de noviembre de 2022