En estos días se celebra en Roma el cuarto centenario de Propaganda Fide. Desde el punto de vista de la historia de la Iglesia, y en particular de las misiones, la constitución de la Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, más conocida como ‘de Propaganda Fide’ o simplemente como ‘Propaganda’, fue un hito histórico de gran importancia. Oficina central de la Curia romana desde 1622, a la Congregación se le confió la responsabilidad de dirigir las actividades misioneras en todo el mundo.
La Congregación del Santissimo Redentor, recuerda con gran alegría a uno de los hijos de San Alfonso en la dirección de este dicasterio de misiones: el Cardenal Willem Marinus van Rossum CSsR (1854-1932) quien fue Prefecto de Propaganda Fide del 12 de marzo de 1918 al 30 agosto de 1932.
En el Congreso Internacional de Estudios, deseado y organizado por el Dicasterio para la Evangelización (nombre actual de Propaganda), por la Pontificia Universidad Urbaniana y por el Pontificio Comité para las Ciencias Históricas, para celebrar esta importante fecha, no podía faltar la intervención sobre la contribución del cardenal redentorista. Precisamente, en el momento de recordar las figuras clave de estos 400 años, estaba en programa la conferencia de Vefie Poels, de la Universidad de Tilburg, sobre el tema: “Prefecto pionero: el papel de Willem van Rossum en la redacción de Maximum Illud (1919) “ (Puede leer la notable historia de vida de Van Rossum por Vefie Poels en Scala News)
Lamentablemente, la Dra. Vefie Poels ha muerto de cáncer el 2 de octubre de 2022, pero su contribución fue presentada por el Dr. Brian Heffernan, PhD de la Universidad de Maynooth en Irlanda e historiador en la Facultad de Teología y Estudios Religiosos de KU Leuven.
Para comprender la importancia de la aportación de Van Rossum basta recordar la situación de la Iglesia en el mundo antes de la Maximum illud (noviembre de 1919): aunque la finalidad de la acción misionera era la promoción de una Iglesia local, guiada por su episcopado autóctono, es decir, la obra misionera, entendida como el envío de misioneros desde tierras lejanas, debió ser sólo la fase inicial y provisional, como efectivamente había ocurrido en la época apostólica. Luego, la responsabilidad de la actividad misionera pasaría a las comunidades locales, a las que se garantizaría, en la medida de lo posible, una autonomía a nivel eclesiástico, económico y cultural.
Desgraciadamente, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, las diversas formas de presencia misionera fueron más una expresión de la dominación política colonial que una realidad religiosa. En la práctica, la metodología misionera romana permitió que actuara el nacionalismo de los misioneros y el comportamiento de las congregaciones religiosas, que bloquearon la formación de una Iglesia autóctona local.
Fue entonces cuando un cardenal de mente abierta, el prefecto de Propaganda Fide, Willem Van Rossum CSsR, quien reelaboró la metodología tradicional a través del análisis presentado por misioneros de todo el mundo. Después de todo, bastaba con aplicar la metodología descrita en los Hechos de los Apóstoles.
De la biografía de Van Rossum descubrimos que siempre consideró fundamental escuchar las historias contadas por los misioneros. Cuando, por ejemplo, tuvo que pronunciarse sobre las misiones en China, su análisis más claro de la condición misionera en China provino de los misioneros lazaristas Antonio Cotta y Vincent Lebbe. Sus memoriales enviados a Roma cuentan una historia real.
“Toda historia es real y parece persuasiva en sí misma cuando se basa en la experiencia, cuando vuelve a proponer la experiencia “de primera mano” de quien la narra, estuvo presente cuando ocurrieron los hechos y fue “testigo”. Así todos nosotros «contamos nuestras mejores historias cuando parten de nuestra experiencia»”, decía ayer el cardenal Tagle en la sesión inaugural del congreso internacional Euntes in mundum universo, organizado con motivo del 400 aniversario de la fundación de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide.
Van Rossum, en 1911, se convirtió en el primer cardenal holandés después de la Reforma y en 1918 jefe del dicasterio de las misiones, con el título oficial de Prefecto de la Congregación de Propaganda Fide. Este fue uno de los puestos más altos del Vaticano, lo que hizo que Van Rossum fuera conocido como “el papa rojo”.
Van Rossum resultó ser un gran organizador y estratega. Concentró las muchas iniciativas misioneras en Roma y rompió el control nacionalista sobre la difusión de la fe católica. Combinó una visión conservadora de la doctrina de la iglesia con una previsión del desarrollo de la iglesia local en la misión. En una etapa temprana, construyó una jerarquía indígena sobre la base de las misiones. Su prioridad fue la formación del clero indígena de las misiones. Como resultado, Van Rossum aseguró la continuidad de la iglesia en la ola de descolonización de la posguerra. Mientras tanto, ha analizado los abusos organizativos en la Curia vaticana, que siguen siendo relevantes hoy.
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