El poder de la Cruz de Cristo en los sermones de San León Magno sobre la Pasión del Señor

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Diecinueve sermones sobre la Pasión del Señor de San León Magno (440-461) se incluyen en el número 74 de Sources Chrétiennes. De estos sermones pueden extraerse dos características esenciales. Uno se refiere a la doctrina del poder de la cruz de Cristo y el otro a las consecuencias de esta doctrina en la vida cristiana cotidiana.

Según el Papa León, Cristo consumió “la economía de todos los misterios y milagros” con su Pasión. Ofreció su origen divino y su Pasión para “salvarnos de nuestra condición mortal”. Sólo un corazón religioso y piadoso, dice, es capaz de captar este misterio que trae la salvación al hombre. Este corazón se refiere a lo que él llama el “entendimiento” que se ilumina sobre y por todas las manifestaciones de la historia de la salvación. Es en Jesucristo, el único Hijo del Padre, que esta historia ha alcanzado su más alto cumplimiento en un proceso de dispensatio misericordia y actio pietatis. Y la culminación de este proceso es la colocación de Cristo en la cruz.

¿Cuál es el significado de esta cruz? León Magno identifica el significado de la cruz de Cristo en relación con su poder divino y salvador. Es “la más admirable, la más sublime de todas las obras por las que se gasta la misericordia de Dios para la salvación”. Es “la verdadera razón y causa primera de la esperanza cristiana”. Para aprehender los corazones religiosos y piadosos sobre el poder de la cruz de Cristo, nuestro Doctor utiliza expresiones que les resultan muy ejemplares y familiares. La aceptación de la muerte en la cruz representa la “ayuda: ops”, el “precio: pretium (cf. 1Cor 6,20)”, el “gasto: impendium”, el “medio: recursus”, con el que Jesucristo, el Justos y Bienaventurados, nos ofreciste liberación, redención, sanación, justicia y felicidad. Esta muerte de Cristo en la cruz no sólo anunció, mediante la crucifixión de los dos ladrones, el juicio final en el que la fe tendrá como precio la salvación, la impiedad la condenación, sino que también permitió al buen ladrón la conversión y el paraíso (Lc 23,42). ) y también el renacimiento de los cuerpos de los santos (Mt 27,51-53).

La cruz de Cristo significa el sacramentum de nuestra salvación y nuestra gloria, que depende de su voluntad y expresa la misericordia del Padre por nosotros. Como “gran don”, “cambio maravilloso”, “breve momento”, esta cruz constituye el altar en el que Jesucristo es la hostia de la salvación. A través de esta hueste, se ha anulado “el pacto de la antigua prevaricación” (Col 2,14), se ha aniquilado la tiranía del demonio, se ha vencido el orgullo y se ha destruido la culpa que pesaba sobre la humanidad.

Consciente de su misión de pastor, el Papa León está preocupado por las consecuencias que esta doctrina tiene en la vida de los cristianos. Para aclarar esto, hemos enumerado sus palabras entre paréntesis para los cristianos. Insta a los cristianos a no avergonzarse de la cruz de Cristo. Subraya la persona de Cristo, el Hijo de Dios, que debe ser confesado públicamente porque, a través de su “Yo soy” (Jn 18, 5), asumió toda nuestra impiedad para nuestra redención. Los cristianos, “raza espiritual de Abraham”, están llamados a abrazar a Cristo, a reformarse a su imagen, a elevarse a él, a imitar su humildad y su paciencia. Cristo crucificado es de hecho el salutaris Paschae mirabile sacramentum.

Mediante las virtudes de la caridad y de la pureza, prenda de la perfección, y también abrazando la cruz, salutis nostrae sacramentum, los cristianos deben correr con valentía hacia la Pascua del Señor, que deben celebrar, convirtiéndose en seres celestiales, como cumbre de su esperanza. Los cristianos deben venerar con honor e ininterrumpidamente la cruz de Cristo, “aquel misterio de la misericordia divina”, cuya grandeza y poder no tienen igual. Esta veneración, en efecto, hace que su “cuerpo sano” en la cruz de Cristo sea inmune a la contaminación de los impíos, de los judíos y de los paganos.

Los cristianos deben actuar para salvaguardar la integridad de sus almas. Para ello, deben recordar constantemente que en su bautismo renunciaron al demonio y se comprometieron a escuchar sólo a Cristo, quien con su Pasión los arrebató (erució) del poder de las tinieblas (Col 1,13), los liberó (Col 1,13). 1:13) absoluti) de las ataduras que los esclavizaban y les manifestaba el poder divino que conduce a la vida eterna.

Hasta ahora parece inequívoco que el poder de la cruz de Cristo ocurrió a través de la redención del hombre. Esto también significa la derrota del diablo. El énfasis de las exhortaciones de nuestro autor se debe, como él mismo reconoce, a que el demonio no cesa de seducir a los cristianos y se apodera de los “desatentos”. Nuestra reflexión no acaba aquí. De hecho, solo hemos esbozado el fruto de la lectura de sus primeros 6 sermones. Continuaremos nuestra lectura.

p. Joseph Mukondua Zung, CSsR