El mensaje del Superior General con ocasión de la solemnidad de Pentecostés

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Prot: 0000 122/2023

Roma, 28 de mayo de 2023
Solemnidad de Pentecostés

MISIONEROS DE LA ESPERANZA TRAS LAS HUELLAS DEL REDENTOR

Año dedicado a la vida comunitaria
Const. 21-75; EG 026-049; Lc 6,12-16

Así como el Espíritu Santo, amor increado, es el vínculo indisoluble que une al Padre y al Verbo eterno, este mismo Espíritu es el que une nuestras almas a Dios” (San Alfonso, Novena al Espíritu Santo, 8º día).

Queridos Cohermanos,

Formandos,
Laicos asociados a nuestra misión y Oblatos Redentoristas,
Juventud Misionera Redentorista (JUMIRE),
Familia Redentorista,
Ex Seminaristas Redentoristas;

  1. El libro de los Hechos de los Apóstoles en sus primeros capítulos (Hch, 2), nos recuerda la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles. Este acontecimiento permite a la comunidad hablar nuevas lenguas, desprenderse de sus seguridades y temores y proclamar el kerigma. Tal experiencia se encuentra en profunda sintonía con nuestro carisma que nos permite leer los signos de los tiempos e interpretarlos desde nuevos lenguajes y estar dispuestos para anunciar la redención que experimentamos en primera persona a los necesitados, especialmente a los más abandonados (cf. Const. 1). Es el Espíritu quien nos libera de las visiones estrechas forjadas por el encierro dentro de nuestros muros, nos abre los ojos a otros horizontes y nos pone en el camino y en la misión del Redentor como misioneros de la Esperanza
  2. Nuestras Constituciones hacen diversas referencias al Espíritu (cf. Const. 6, 10, 23, 25, 47, 56, 73, 74, 80, 92 y en las fórmulas de profesión temporal y perpetua). Él es Señor de los acontecimientos, vivificador, suscitador de misioneros en la Iglesia, que pone en nuestros labios la palabra oportuna, abre nuestros corazones al anuncio explícito de la Palabra y a la conversión fundamental. Él está presente en el corazón de la comunidad para formarla y sostenerla y se manifiesta en cada cohermano en los diversos servicios a la Congregación para el bien común. Trabaja sin cesar para conformar a los cohermanos a Cristo, para que tengan los mismos sentimientos y la misma manera de pensar de Jesús. Fomenta los carismas, promueve la acción apostólica por medio de diversos ministerios. Vivifica las comunidades y hace más diligentes a sus miembros para el servicio de Dios en la Iglesia y en el mundo. Guía a los Redentoristas desde la profesión, como respuesta a la consagración bautismal y como ministros del Evangelio, y los asocia a la misión de Cristo. Con su fuerza, los Redentoristas se esfuerzan por llegar a la donación total de su ser para dar una respuesta de amor mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia. Ayuda a los superiores y a los demás miembros de la Congregación, a vivir en comunión la regla suprema, el seguimiento de Jesús y de su Evangelio, de nuestras Constituciones, Estatutos y decretos legítimamente promulgados; a seguir la voluntad de Dios y cumplir la misión de Cristo. En este sentido, es el Espíritu quien nos anima a cada uno, junto con el Redentor, a ser misioneros del Padre en este mundo herido pero lleno de Esperanza.
  3. En la escena del Cenáculo de los Hechos, aquellos a quienes Jesús había elegido para que le siguieran se encontraban reunidos en comunidad. No se eligieron entre ellos. Se reunieron por la llamada y por lo que significaba todo el drama de la muerte de Jesús y sus secuelas. Todos se reunían allí por una sola razón: Jesucristo, el Redentor. Del mismo modo, nosotros no elegimos a las personas con las que vivimos en comunidad. La comunidad se constituye con el mandato de ser misionera, en nombre del Redentor. Por eso, la diferencia y la diversidad de pensamiento son importantes: se convierten en un don, un enriquecimiento mutuo y fortalecen la acción misionera. El Espíritu es el moldeador de esta armonía, porque Él es la Armonía Divina. “El Espíritu Santo es armonía. […] Él es […] esa ‘Armonía divina y musical’ que lo une todo […]. Él suscita la diversidad de los carismas y la recompone en la unidad, crea una concordia que no se basa en la homologación, sino en la creatividad de la caridad. Así crea armonía en la multiplicidad” (Francisco, Santa Misa crismal. Basílica de San Pedro. Jueves Santo, 6 de abril de 2023). ¡Es el Espíritu quien hace de nosotros un solo cuerpo misionero en la diversidad!
  4. “Para responder a su misión en la Iglesia, los redentoristas llevan a cabo su acción misionera de modo comunitario…” (Const. 21). La vida comunitaria no es vivir juntos para cumplir horarios y actividades. Es construir en la dialéctica de las tensiones y de la armonía, ¡una comunidad misionera! Podemos estar juntos y cada uno vivir su mundo aparte sin ningún vínculo afectivo, espiritual y misionero con el otro, experimentando apatía e indiferencia. Por eso, la vida comunitaria es siempre un proceso de empatía para fortalecer la confianza, para aceptarnos mutuamente en nuestras diferencias, sin uniformar la individualidad de cada uno, para cuidarnos mutuamente y cuidar la casa donde vivimos, a fin de crear una calidad de vida que nos dé apoyo afectivo y espiritual. ¿Cuál es la calidad de nuestra vida consagrada redentorista en nuestro tiempo? ¿Queremos mejorarla? ¿Cómo podemos mejorarla para sostener y testimoniar nuestra misión?
  5. No debemos ser nostálgicos del pasado, de las grandes comunidades regidas por la antigua disciplina. Hoy, las comunidades son más pequeñas, las agendas personales están llenas, las relaciones han cambiado, las nuevas tecnologías han conquistado nuestras vidas, y a menudo, la vida comunitaria se vuelve líquida… No es exagerado decir que en muchas comunidades religiosas la comunidad es líquida, con relaciones virtuales. Ante esta realidad, debemos preguntarnos: ¿A qué valores no podemos renunciar? ¿Cómo podemos garantizar una vida comunitaria, espiritual y formativa de calidad? Aquí está el desafío de no caer en el comunitarismo, donde la persona es sofocada por la comunidad, o en la autonomía anómala que incurre en la sobrevaloración del individuo, el individualismo absoluto y en el vaciamiento de la comunidad. El Espíritu, la Divina Armonía, Comunión de Dios, nos ayuda a reflexionar sobre esta realidad y a buscar caminos equilibrados para evitar la dispersión y el individualismo que destruyen nuestra fraternidad y nuestra misión.
  6. La luz del Espíritu Santo impulsó la vocación y el ardor misionero de la comunidad de los seguidores de Jesús. ¿Cómo está nuestro ardor misionero y nuestra disponibilidad para las cosas más difíciles? (cf. Const. 20). ¿Cómo es mi vocación misionera? ¿Cuál es su significado para el mundo? ¿Estoy animado o desanimado? No podemos acobardarnos por las propuestas del mundo, ni seguir con las puertas cerradas o encerrarnos dentro de nuestros muros. El Espíritu nos desafía a salir en misión. “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar” (cf. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, n. 273).
  7. ¡Que el Espíritu nos ilumine para vivir con intensidad nuestra vida comunitaria, para que anunciemos a Cristo Redentor con ardor misionero, siguiendo sus huellas y siendo misioneros de la Esperanza! Con san Alfonso podemos rezar: “Oh Dios mío, amor mío, todo mío, por ti suspiro. Ven, oh Espíritu divino, y con el fuego santo de tu amor, consume en mí todo afecto del que no seas objeto. Hazme todo tuyo, y que todo lo conquiste para complacerte. Oh María, mi abogada y Madre, ayúdame con tus oraciones” (Novena al Espíritu Santo, 9º día). María, Madre del Perpetuo Socorro, ayúdanos en esta misión. Amén.

Fraternalmente en Cristo Redentor,

P. Rogério Gomes, C.Ss.R.
Superior General

Texto original: español