Monseñor Bashar Matti Warda CSsR: la comunidad cristiana renace tras el Estado Islámico y el gran éxodo

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El prelado habló sobre la situación en Irak durante un reciente viaje a Estados Unidos. Algunos de los que huyeron a países occidentales “están regresando”, sobre todo al Kurdistán. El deseo de crecer en un ambiente “verdaderamente católico”. Desde la derrota del Estado Islámico, el número de familias caldeas se ha duplicado (hoy son 4.000) y suman más de 8.000 entre las distintas denominaciones cristianas.

Pequeños signos de esperanza y recuperación provienen de la población cristiana iraquí que, después de décadas de exilio y colapso demográfico, parece estar recuperándose levemente, aunque las cifras todavía son bajas en comparación con la época anterior a la invasión estadounidense. Al menos en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, según explicó el arzobispo local monseñor Bashar Matti Warda, quien habló de un crecimiento de la comunidad. Ese aumento se ha visto favorecido no sólo por los desplazamientos internos sino sobre todo por el regreso del exterior de personas que en el pasado habían escapado de la pobreza, la violencia extremista o del ascenso del Estado Islámico (IS, ex Isis) en el verano de 2014.

En una reciente visita a los Estados Unidos el prelado recordó las numerosas batallas y dificultades que vivieron los cristianos y los iraquíes en general, especialmente bajo el reinado del terror del califato islámico. Desafíos y dificultades que continúan, aunque en menor medida, hasta hoy, cuando el principal desafío para un verdadero renacimiento del país es la corrupción generalizada en el gobierno. Durante su estancia en EE.UU. Mons. Warda se reunió con personalidades institucionales, recibió un doctorado de la  Walsh University de Ohio y puso en marcha colaboraciones entre la universidad católica de Erbil -fundada por él inmediatamente después del ascenso del Estado Islámico- y varias universidades estadounidenses.

La población cristiana de Irak, dijo en una entrevista al sitio de información católica Aleteia, antes “superaba el millón y cayó a unos 200 mil”. Sin embargo, algunos de los que huyeron a los países de la diáspora, sobre todo a Occidente, han decidido volver, y muchos de ellos se quedan en Erbil, en el norte, donde la situación es relativamente más tranquila. Cuando les preguntaron por qué regresaban, continúa Mons. Warda, de 53 años, “muchos de ellos dijeron que querían criar a sus hijos en un ambiente verdaderamente católico”.

“Vivimos en una zona bastante segura”, confirma el arzobispo caldeo, cuya comunidad se ha duplicado desde la derrota de ISIS, pasando de dos mil a cuatro mil familias en total. “Además -continúa- , hemos acogido en la zona Iglesias que antes no estaban presentes, y por eso hoy en el barrio cristiano de Ankawa conviven la Iglesia asiria, la eparquía católica siria, la eparquía sirio ortodoxa, la Iglesia armenia y la Iglesia latina”. Esto, añade el prelado, “lleva la población cristiana de Erbil a más de 8 mil familias”.

La visita del Papa Francisco en marzo de 2021 también contribuyó a fortalecer la presencia cristiana, dio impulso a los proyectos nuevos y potenció las obras ya existentes. La diócesis cuenta ahora con un hospital, cuatro nuevas escuelas y una quinta de la Iglesia Ortodoxa Siria, con un total de 18 institutos (en la foto, una escuela católica en Kurdistán). Una realidad que también aprecian los musulmanes, que no dudan en enviar a sus hijos a las escuelas católicas porque confían en el nivel de preparación y apertura en la enseñanza que ofrecen.

“En primer lugar, todos se han dado cuenta de que usar la religión o usar la violencia en nombre de Dios y de la religión -explica Mons. Warda- es devastador y nos afecta a todos. Por ejemplo, a los 125.000 cristianos desplazados por el ISIS se suman tres millones de sunitas, por no hablar de los chiítas que mataron. Por lo tanto, hay conciencia sobre el uso del nombre de Dios para difundir la violencia”. Por último, la visita del pontífice permitió que se hablara de Irak, ya no por los ataques o la violencia, sino por un viaje y un encuentro basado en el diálogo y la fraternidad. “Damos gracias a Dios -concluyó- por haber superado los momentos difíciles, pero los desafíos siguen existiendo. Esperamos que nuestros hermanos y hermanas cristianos [de Occidente] puedan continuar este tipo de ayuda, apoyo y solidaridad para que nosotros podamos seguir adelante”.

(AsiaNews.it)