(del Blog de la Academia Alfonsiana)
El tictac de las manecillas del reloj marca inevitablemente el paso del tiempo. Los latinos exclamarían: Fugit irreparabile tempus, el tiempo vuela irremediablemente.
Sin embargo, en este tiempo que pasa hay una lección que aprender. Al final de un intenso año académico es necesario resumir el kronos, es decir el tiempo transcurrido, y preguntarnos si fue un tiempo kairológico, un tiempo oportuno lleno de responsabilidad por el propio crecimiento. Entonces al final de un año de lectura de publicaciones, de textos científicos leídos y estudiados, tenemos que preguntarnos: ¿qué nos queda?
Pasar de kronos a kairòs significa educarse para descifrar el tiempo de la vida, no con las herramientas que miden su cantidad, sino con las que analizan su calidad.
Leer, formarse, reflexionar, escribir, estudiar, discutir implica cuidar la propia formación como un “tiempo propicio” (kairòs), y esto por varias razones:
a) el estudio profundo es una manifestación del Amor que nos ha encontrado y que continúa suscitando una respuesta sincera;
b) formarse es “dar cuenta de la esperanza que hay en nosotros” (1Pe 3,15);
c) los años de estudio bien vividos constituyen una base sólida para la continuación y los desafíos que nos esperan;
d) sumergirse en la teología moral, en la literatura del sector, en los artículos, incluso polémicos, es aprender a compartir los esfuerzos del hombre en la búsqueda del Absoluto.
Pero este kairòs está llamado a transformarse en kerygma: anuncio fresco y estimulante del Evangelio, evangelización continua y autoconversión, encarnación en el propio contexto cultural de la riqueza de lo leído y compartido en el blog o aprendido en las aulas de la Academia y, sobre todo, testimonio de que con Cristo no hemos perdido el tiempo. Las páginas de este blog ofrecen este testimonio.
El tiempo de la formación inicial y permanente -don del que no todos se aprovechan- está llamado a convertirse en kerygma, anuncio que como nos deseó el Papa Francisco el pasado 23 de marzo «la Iglesia espera que la Pontificia Academia Alfonsiana sepa conciliar el rigor científico y cercanía al santo Pueblo fiel de Dios, que da respuestas concretas a los problemas reales, que acompaña y formula propuestas morales humanas, atentas a la Verdad salvadora y al bien de las personas. […] Que el Espíritu Santo os ayude a ser educadores de conciencias, maestros de esa esperanza que abre el corazón y lleva a Dios. Os bendigo de corazón, os agradezco mucho vuestra labor y os pido , por favor, orar por mí”.
Nos vemos en septiembre.
p. Alfonso V. Amarante, CSsR