Adviento – Primera reflexión: Juan el Bautista

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UN SOLO CUERPOADVIENTO 1
Testimonios bíblicos para el Adviento

1ª Reflexión: Juan el Bautista

Introducción


El Adviento es un tiempo fuerte en la vida de la Iglesia. El Adviento es para los discípulos de Jesús un momento de preparación para la venida del Señor. Prepararse para la venida del Señor significa mirar nuestra vida y sincronizarla con el Evangelio. Este esfuerzo por sincronizar nuestro estilo de vida con el Evangelio de Jesús, se llama CONVERSIÓN.

Vivir la llamada a la conversión, no significa cambiar completamente en absoluto. Vivir el llamado a la conversión significa permitir que Dios entre en nuestras vidas. Creo que de alguna manera debemos liberarnos de la tentación de decir que debemos ser diferentes de lo que somos. Debemos ser profundamente nosotros mismos. Pero debemos dejar entrar a Dios “tal como somos”: debemos dejar que Dios entre en ese carácter que tenemos; debemos dejar que Dios ingrese en nuestro pasado y en la historia que vivimos. Cuando Dios entra en nuestra vida, seamos lo que seamos, BRILLAMOS. Si Dios ingresa en lo poco que soy, ¡puedo brillar!

Para el próximo Adviento me gustaría ofrecerles cuatro testimonios de personajes de la Biblia, que pueden ayudarnos a vivir bien el Adviento, a dejar entrar a Jesús en nuestras vidas: 1. Juan el Bautista; 2. Isabel y Zacarías; 3. Simeone y Ana; 4. José.

1. Juan el Bautista

La primera figura bíblica de Adviento, que nos ayuda a vivir bien el tiempo de Adviento, es decir, a prepararnos para la venida del Señor es Juan el Bautista.

  1. El desierto: redescubrir el valor de lo que es esencial para la vida.

Juan elige un lugar distante de la ciudad para su actividad, elige el desierto. Esto es lo que relata el evangelista Mateo:

En aquellos días, Juan el Bautista vino y predicó en el desierto de Judea, diciendo: ‘¡Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca!’ (…) Juan llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre” (Mt 3, 1-4).

En el desierto, Juan llevaba un estilo de vida sencillo y austero. El Evangelio de Mateo enfatiza la pobreza de la vestimenta del Bautista y la modestia en su alimentación. La verdad es que “en el desierto se redescubre el valor de lo que es verdaderamente esencial, y de lo que es verdaderamente necesario para la vida”. Esta verdad fue recordada a toda la Iglesia por Benedicto XVI, hace casi diez años, al inicio del Año de la Fe.[1] Si recuerdan, Benedicto XVI habló del triste fenómeno: “En las últimas décadas se ha multiplicado un modo de vida, un mundo sin Dios. Desafortunadamente, todos los días a nuestro alrededor vemos el vacío que se ha extendido a causa de la “desertificación espiritual”.

En el desierto se redescubre el valor de lo esencial para vivir. Y en el desierto hay una necesidad especial de personas de fe que, con su propia vida, vidas transformadas por Dios, muestren el camino de la esperanza, de Dios.

Me parece que esta caracterización de Juan el Bautista puede ser ya una indicación, una ayuda para nosotros en nuestro deseo y esfuerzo por sincronizarnos mejor con las exigencias del Evangelio. Valdría la pena preguntarnos:

  • ¿Realmente solo estoy tomando lo necesario para mi vida?
  • ¿Y qué estilo propongo en relación a las cosas que poseo y que la comunidad
  • me permite adquirir?
  • ¿Soy testigo de un estilo de vida sencillo?

1.2. Un hombre de Dios que despierta en los demás el deseo de Dios

En la historia de Israel, el desierto se convirtió en un lugar de encuentro con Dios, el lugar de la intervención salvífica de Dios, digamos, el lugar de su Revelación. No tenemos ninguna duda de que Juan, al elegir el desierto, elige estar con Dios. El desierto, también para él, se convirtió en un lugar, una experiencia de Dios, un encuentro personal con Él. Como prueba de ello, recordamos el testimonio del evangelista Juan. Precisamente en el capítulo 1 de este pasaje, Juan el Bautista relata su propia experiencia de Dios: “Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me había dicho: Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Yo lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios” (Juan 3, 31-34).

  • Dios entró en la vida de Juan
  • Dios le habló a Juan.
  • Dios le confió una misión
  • y Dios hizo de Juan una luz y un faro para los demás.

Dios hizo de Juan su VOZ, o más correctamente, ¡Juan se puso a disposición de Dios y le dio a Dios su VOZ!

Y volviendo al testimonio del Evangelio de Mateo, vemos a Juan cumpliendo la misión recibida de Dios.Juan el Bautista predicó en el desierto de Judea, diciendo: ‘¡ Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos!(Mt 3,2). Juan predica llamando a la gente a la conversión y al bautismo. Y la predicación de Juan es cualquier cosa menos espectacular. El sermón de Juan es

· una simple llamada a un cambio de vida,

· a la conversión,

· un llamado a romper con el mal.

La predicación de Juan no va acompañada de ningún milagro. El único milagro del que nos enteramos es que una multitud acude a él en la rivera del Jordán. Juan fue capaz de llegar al corazón de la gente. Logró despertar en ellos el deseo de Dios.

¿Por qué las multitudes se sintieron atraídas por Juan? ¿Qué los impulsó a ir a él y confesar sus pecados? Aquí es bueno recordar la historia de su nacimiento, o más bien la historia de sus padres Zacarías e Isabel. Me pregunto, ¿de qué se habló en esta casa, qué palabras se dijeron en ese lugar? Ciertamente, Zacarías e Isabel, pidieron a Dios el milagro de una descendencia, el milagro de la paternidad, hablaron de la grandeza de Dios, narraron la belleza de Dios, compartieron la bondad de Dios, que experimentaron cuando nació su hijo. Finalmente, cuando Juan era adulto, huyó al desierto para estar con este buen Dios.

¿Qué atrajo a la gente de seguir a Juan en el desierto? Vieron en él un alto estándar de un hombre de Dios, una persona que está en contacto con Dios, un ser humano para quien Dios lo es todo.

Quisiera citar la introducción a la encíclica Vita Consacrata de Juan Pablo II, el documento que describe la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo:

A lo largo de los siglos nunca han faltado hombres y mujeres que, dóciles a la llamada del Padre y a la moción del Espíritu (…) ellos, como los Apóstoles, han dejado todo para estar con Él y ponerse, como El, al servicio de Dios y de los hermanos“. En efecto, “el Estado religioso […] revela de manera especial la superioridad del Reino sobre todo lo creado” (VC, 1-20).

“Lo que necesitamos, sobre todo, en este momento de la historia, son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo. El testimonio negativo de los cristianos que hablaron de Dios y vivieron contra Él ha oscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres que mantengan su mirada fija en Dios, aprendiendo de allí la verdadera humanidad. (…) Sólo a través de los hombres que son tocados por Él, Dios puede volver a los seres humanos”[2]

Y aquí podríamos hacer la segunda pregunta en relación con nuestro deseo de sintonizar mejor nuestro estilo de vida con el Evangelio de Jesús.

Þ En mí, en mis elecciones, en mi estilo de vida cotidiano, mis hermanos y las personas que entran en contacto conmigo pueden encontrar a un hombre, a un religioso, a un hermano que está en contacto con Dios, que manifiesta la cercanía de Dios y su bondad, un redentor para el que Dios lo es todo.

Þ ¿Mi relación, mi conexión con Dios, despierta en los demás el deseo de Dios?

1.3. Dos recursos de casación específicos[3]

El evangelista Lucas menciona los llamamientos específicos de la predicación de Juan, las indicaciones concretas que podemos utilizar para nuestra conversión personal en el tiempo de Adviento. Lucas escribe: “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos. Todo barranco se rellenará, montes y colinas se aplanarán, lo torcido se enderezará y lo disparejo será nivelado” (Lc 3,4-5).

  1. “Enderezar los caminos”: practiquen ser personas sencillas.

Lo primero que dice Juan el Bautista es que para preparar el camino del Señor debemos “enderezar las sendas”. Las personas que tienen una vida espiritual intensa tienden a ser simples y tienden a simplificar cosas complejas.

El ejemplo de una persona complicada que se encuentra con Jesús se evidencia en el Evangelio de Juan (Jn 5,1-9). Un día Jesús va a una zona de Jerusalén donde estaba el estanque de Betsaida. Los judíos estaban convencidos de que cuando el agua era agitada, sólo la primera persona que entraba en el agua recibía la gracia de ser sanada. Entonces, este estanque estaba rodeado de tantos enfermos, que estaban casi en una especie de competencia para entrar primero en el agua tan pronto como el ángel hubiera agitado el agua. Jesús se acercó a un enfermo que había estado atrapado, paralizado en una camilla durante 38 años. Jesús se acerca a este hombre y le hace una pregunta sencilla. Le dice: ‘¿Quieres ser sanado?’.

La respuesta simple a esta pregunta habría sido “¡sí!”. En cambio, el hombre no responde “sí”. Dice que “nadie me lleva; nadie mesumerge en la piscina cuando el agua se pone agitada; alguien más se lanza antes que yo”. En lugar de responder con un simple “sí, quiero curarme”, culpa a otra persona. Empieza a dar responsabilidad a la derecha y a la izquierda, empieza a hacer un análisis de la situación. Este es el ejemplo de una persona complicada. Este hombre debe primero recuperar la SIMPLICIDAD. Jesús debe, en primer lugar, cambiar su modo de razonar, debe simplificar su corazón. Jesús lo sana, sin dejarlo entrar en el agua.

  • Juan el Bautista nos da la primera indicación concreta para preparar el camino del Señor, para acoger a Jesús. Lo primero que debemos hacer es tratar de ser personas sencillas. El camino de la sencillez, vacíar nuestro corazón, y prepararnos para poder acoger al Señor.
  • ¿Cómo se puede recuperar esta simplicidad? Los hermanos que tenemos a nuestro lado, estas relaciones son el lugar donde podemos mejorar en nuestra vida espiritual. Si podemos hacer esto con los cohermanos que tenemos a nuestro lado, el Señor puede venir. Pero si no lo hacemos, el Señor no puede venir, es demasiado complicado, es un laberinto.
  • “Toda montaña y colina aplanada” = rebajar nuestro orgullo

Juan también se dirige al llamado a “bajar los montes”. ¿Qué son las montañas de las que habla? Nuestra vida espiritual tiene un nombre específico para estas montañas: él lo llama “orgullo”. ¿Y qué es el orgullo? El orgullo es nuestro “yo” que lo llena todo. Lo llena todo hasta el punto en que no hay lugar para Jesús. Si quieres dejar entrar a Jesús, debes disminuir tu “yo”, disminuir el orgullo. Y el orgullo no quiere soltar, renunciar a lo que sean nuestras fijaciones.

En el Antiguo Testamento se encuentra la historia particular de Naamán, un gran y famoso general arameo. Naamán experimenta una especie de conflicto, porque lleva una armadura brillante, una fama que todo el mundo reconoce, pero es leproso. Debajo de la armadura hay un cuerpo enfermo. El profeta Eliseo le da a Naamán una lección de conversión. Eliseo no sale de su casa cuando llega el gran general, sino que envía a uno de sus sirvientes para que le diga: “Desciende al río Jordán, lávate siete veces y entonces todo estará bien. Puedes volver a casa‘. Naamán, indignado, decide irse. Pero uno de los siervos razonó con él, diciendo: “Pero si te hubiera pedido un acto heroico, ¿lo habrías hecho? ¡Absolutamente! ¿Cuánto te cuesta hacer una cosa sencilla?“. Ese siervo invitó a Naamán a ser humilde. Naamán tuvo que despojarse de su armadura para poder entrar en el agua. Tenemos el gesto de Jesús, la kénosis del Señor, el desnudarse, el ser humilde. Y la carne del gran general se volvió como la de un niño.

Sin humildad no se puede aceptar a Jesús. Y la verdadera humildad es dejarse despojar. Dejándonos despojar a veces por los demás, por las situaciones que vivimos. La humildad es dejar que la vida nos haga humildes. La verdadera humildad es aprender a ceder. ¡La humildad es aceptar todo como si viniera de la mano de Dios!

  • Un día eres muy querido, eso está bien.
    • Un día eres incomprendido, bienvenido seas.
    • Un día estás en juicio, bienvenido sea el juicio.
    • En otra ocasión en la que estés en consuelo, dale la bienvenida al consuelo.

Nuestro camino no es controlar todo, porque eso es orgullo. La característica más importante de la humildad es entregarse al Señor, es encomendarse a Él: “Señor, si Tú lo quieres, yo también lo quiero”.

Juan el Bautista, es la primera figura bíblica que nos ayuda a vivir bien este tiempo de Adviento, es decir, a prepararnos para la venida del Señor, nos propone de manera concreta:

  • Redescubrir el valor de lo esencial para la vida.
  • Ser un religioso que está en continuo contacto con Dios.
  • Aprender a practicar la sencillez.
  • Disminuir nuestro orgullo y aprender a vivir humildemente.
  • Aceptar todo como si viniera de las manos de Dios.


P. Krzysztof Bieliński, C.SS.R.,

Academia Alfonsiana


Texto original: italiano

Traducción:  Edward Chacon Diaz 

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UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista. Para más información:

P. Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad,

Roma) – fr.chyla@gmail.com 


[1] Inició el 11 de octubre de 2012, en el 50° aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y finalizó en la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013.

[2] J. RATZINGER/BENEDETTO XVI, «L’Europa nella crisi delle culture», in: P. Azzaro – C. Granados (a cura di), La

vera Europa. Identità e missione, 235-247, qui 246-247.

[3] Cfr. La conferencia de DON LUIGI MARIA EPICOCO, “Preparate la via del Signore, raddrizzate i suoi

Sentieri”, Iglesia de San Pío Peruggia 3.12.2022, en https://www.youtube.com/watch v=f_82HxQhytc& themeRefresh=1