Testimonios bíblicos para el adviento: Simeón y Ana

0
1779

Simeón y Ana: ancianos maduros y generosos, verdaderos testigos más que protagonistas

Para nuestra tercera meditación de este Adviento, con el fin de prepararnos para la venida del Señor -por preparación entendemos poder reflexionar un poco sobre nuestra vida personal y comunitaria con el deseo de sintonizarla más estrechamente con el Evangelio-, propongo detenernos en el testimonio de Simeón y Ana descrito en Lc 2, 25-38. El Evangelio de Lucas nos habla de Simeón y Ana, dos ancianos que hicieron de la espera de Dios su razón de vivir, precisamente como modelo para los creyentes ancianos. Quiero recordar aquí las palabras proféticas del Papa Benedicto XVI: “Lo que necesitamos sobre todo en este momento de la historia son personas que, por medio de una fe iluminada y vivida, hagan creíble a Dios en este mundo. Solo a través de las personas que son tocadas por Dios, Dios puede volver a los seres humanos”.[1]

  1. SIMEÓN

Simeón o Shimón (del  hebreo Šimʿon) en hebreo significa ‘Dios escuchó’, ‘Dios escucha’. ¿Quién era este Simeón? Los apócrifos bíblicos están llenos de especulaciones sobre él.[2] El Proto Evangelio de Santiago (un texto apócrifo escrito en griego y datado alrededor del año 150 d.C.) dice que Simeón iba a ser sumo sacerdote. Los Hechos de Pilato nos dicen que Simeón iba a ser rabino. Estaba a punto de cumplir los 112 años cuando conoció a Jesús, así lo dice el Pseudo-Evangelio de Mateo. Otro relato apócrifo dice, que fue el niño Jesús quien habló a Simeón y le dijo que sus oraciones habían sido escuchadas. Entonces, hay un hermoso contraste narrativo: entre el anciano, de 112 años según los apócrifos, y un niño pequeño; entre un hombre a punto de terminar el viaje de la vida y un niño que comienza la vida. El anciano Simeón representa al pueblo de Israel que está llegando a su fin de esta forma. Al mismo tiempo, este anciano israelita es, puede parecernos, muy joven debido a la presencia del Espíritu. Simeón, representante de un Israel que está llegando a su fin, anuncia un Israel renovado, es decir, anuncia la Iglesia que será una comunidad sobre la que descenderá el Espíritu Santo, en la que vivirá el Espíritu Santo y que será guiada por el Espíritu Santo.

Simeón se presenta con dos características: era “un hombre justo y piadoso” y “esperaba el consuelo de Israel” (v. 25). Con su espera de “consuelo”, este anciano encarna la gran esperanza que anima a Israel, la espera del consuelo mesiánico (cf. Is 40,1; 49,13; 52,9). No puede pasar desapercibido el énfasis puesto por Lucas en el Espíritu Santo para caracterizar la persona de Simeón. La referencia al Espíritu Santo aparece tres veces: “el Espíritu Santo estaba sobre él” (v. 25); “el Espíritu Santo” le había hecho una revelación: no moriría antes de haber visto al Ungido del Señor (v. 26); finalmente, «movido por el Espíritu, fue al templo» (v.27).

El Evangelio relata que Simeón «lo recibió [al niño Jesús] en sus brazos y bendijo a Dios» (v. 28). Vale la pena llamar la atención sobre el hecho de que el texto original no dice que “tomó” a Jesús, sino que “recibió y acogió a Jesús”. Este significado se deriva del verbo griego ἐδέξατο / edeksato utilizado aquí[3] y destaca una verdad teológica importante, que todos recibimos (damos la bienvenida) a Jesús.

Simeón es testigo de la verdad revelada, expresada de manera narrativa por el evangelista Lucas: quien camina guiado por el Espíritu Santo está siempre en el lugar correcto, en el momento oportuno y así es capaz de recibir a Jesús. Y al recibir a Jesús, se acoge consuelo y alegría, tal como esperaba Simeón: «Esperaba el consuelo de Israel» (v. 25). Esta espera de consuelo es la característica más importante de Simeón. Representa la gran esperanza que animaba a Israel, la espera del consuelo mesiánico (cf. Is 40,1; 49,13; 52,9). Por eso, habiéndola recibido en Cristo, Simeón canta la alegría de los ojos que han visto y ahora pueden cerrar: «Ahora Señor, según tu Palabra, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto tu salvación (…) luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel (vv. 29-32). Los ojos de Simeón ven en Jesús la luz que está destinada a brillar ante el rostro de los gentiles.[4] Simeón, el “hombre tocado por Dios” de edad avanzada, atestigua que “a través de una fe iluminada y vivida” se pone de relieve la presencia de Dios en la historia.

  • LA PROFETISA ANA

A diferencia de Simeón, que viene al templo por las circunstancias, movida por el Espíritu Santo, la profetisa Ana ya está en el lugar santo. Lucas la presenta de manera concisa: era hija de Fanuel (el nombre de su padre recuerda a Peniel, es decir, “rostro de Dios”: Gn 32,21). Este nombre indica la identidad de un profeta. El profeta es, de hecho, “el rostro de Dios”. Los judíos, que venían de una vida nómada, carecían de un vocabulario filosófico elaborado, cuando hablaban de la presencia de una persona, hablaban de un rostro. Por eso, cuando los israelitas dijeron: ‘Estoy delante de tu faz’, con esta frase quisieron decir: ‘Estoy en tu presencia’. Por lo tanto, ser profeta significa “ser el rostro de Dios“. Además, recordemos que la profetisa Ana vino de Galilea, de esa Galilea gentium (de los paganos) despreciada por los fariseos, saduceos y escribas. Su origen confirma que cualquier persona, independientemente de su origen, puede ser llena del Espíritu Santo.

La casa de esta mujer, en la vejez, se convirtió en el templo: “nunca salió del templo” (v. 37). Esta observación atestigua el hecho de que Ana hizo de la alabanza a Dios el sentido y la razón de su vida diaria. El evangelista Lucas también aclara que ella, en el ayuno y en la oración, realizó una clara obra evangelizadora, ya que «hablaba del niño a los que esperaban la redención de Jerusalén» (v. 38). La profecía de Ana consistía en hablar con entusiasmo de Jesús a todos los que esperaban la redención.

Simeón no pasó su vida lamentando el pasado, sino que se volvió hacia el futuro, esforzándose por acoger y presentar al mundo a Aquel que es la “Luz de los gentiles”. Ana, en su ancianidad, tendía hacia lo esencial y se mantenía firme en la esperanza. Para ambos, la vejez no se había convertido en un tiempo de decepción o impotencia, sino en el tiempo de la espera, de la esperanza. Simeón y Ana son así testigos de la belleza de la ancianidad, cuando no se vive en el arrepentimiento del pasado, sino en la esperanza y en el deseo de encontrar a Dios.[5]

No es casualidad que la Iglesia haya elegido el Evangelio de la Presentación del Señor para celebrar la vida religiosa. De hecho: vivir mucho tiempo en el templo para escuchar la Palabra del Señor; permanecer fiel a la oración y a la intercesión por el mundo; Aceptar habitar en la expectativa, son rasgos esenciales de la vida religiosa. Pero hay otro elemento que es mucho más importante. Lucas nos dice que Simeón y Ana no fueron guiados por sus pensamientos o sentimientos, sino por el Espíritu Santo. Así, el evangelista nos recuerda que la espiritualidad es vivir bajo la guía del Espíritu de Dios, escuchando al Espíritu de Dios.


3. Testimonios de una adultez dotada de vigilancia espiritual”.

La forma que el Espíritu Santo concede a la vida consagrada es “profecía”. Las personas consagradas están llamadas a ser profetas. Debemos estar agradecidos al Papa Francisco porque, en su Carta con motivo del Año de la Vida Consagrada, ha puesto fin por fin a una ambigüedad que se había cultivado durante demasiado tiempo: “La radicalidad evangélica no es sólo para los religiosos: se exige a todos”. La nota que distingue a la vida consagrada, su especificidad no es la radicalidad, sino la profecía: “Los religiosos siguen al Señor de modo especial, de modo profético”.[6] Todos han sido amados radicalmente por Dios, todos están llamados a amarlo radicalmente. ¿Quién de nosotros, las personas consagradas, nos atrevería a decir que nuestras madres fueron o son menos radicales que nosotros en el amor, en la entrega, en el servicio? De hecho, a veces debemos sentirnos avergonzados porque nuestras vidas, después de todo, son más cómodas que las de nuestros padres y madres. ¿Qué profecía se confía a la vida consagrada? Las personas consagradas, por la elección de los valores evangélicos, deben como los profetas de la Biblia “despertar al mundo” a los valores del reino de Dios.[7] Los consagrados son testigos de un modo diferente de actuar y comportarse en el mundo. Las personas consagradas, en efecto, vienen del futuro y muestran cómo será la humanidad cuando la redención se realice plenamente. El profetismo de la persona consagrada consiste precisamente en “mostrar al mundo ‘sobre sí mismo’ (…) que la nueva creación ha tenido lugar y está construyendo incansablemente para la humanidad redimida esa casa que todo corazón humano anhela”.[8]

En la 5ª Catequesis sobre la ancianidad, titulada a Fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene, el Santo Padre Francisco abordó el tema de la sociedad actual “que cultiva la ilusión de la eterna juventud” y “la anestesia de los sentidos espirituales” -debido a la excitación y el vértigo de los del cuerpo- afirmando que más que nunca necesitamos testigos de “una vejez dotada de la vigilancia espiritual, la sensibilidad del alma’. La sensibilidad del alma (es decir, de los sentidos espirituales) no consiste simplemente en pensar en Dios o en la religión, sino también en la compasión y la piedad, la lealtad y la dedicación, la ternura y el honor, la propia responsabilidad y el dolor por el otro. Hoy tenemos una gran necesidad de esta sensibilidad del espíritu, de la madurez del espíritu, necesitamos ancianos como Simeón y Ana: sabios, maduros de espíritu que nos den esperanza de vida. Y en esta catequesis en camino hacia la plenitud de la vejez Francisco dijo algo relevante: “las personas que aceptan que ‘la visitación de Dios se encarna en sus vidas’, aceptan que ya no son protagonistas, sino solo testigos.[9]

La ancianidad que ha cultivado la sensibilidad del alma extingue toda envidia entre generaciones, todo resentimiento, toda recriminación por un adviento de Dios en la generación que viene, que llega junto con sus propios retos.

Recordemos que en la exhortación postsinodal “Christus vivit“, dirigida a los jóvenes y a toda la Iglesia; es recurrente en el texto el estímulo a los ancianos para que acompañen a los jóvenes en su vida cotidiana, escuchándolos mientras descubren los misterios de la vida y de la fe. El Papa Francisco nos recuerda que esta relación, este diálogo entre generaciones, es un tesoro que hay que preservar y fortalecer. “Si los jóvenes y los ancianos se abren al Espíritu Santo, juntos producen una combinación maravillosa”[10] Es realmente hermoso darse cuenta de que el Papa Francisco en sus recomendaciones a los ancianos habla en primera persona del plural, por lo tanto, también habla de sí mismo, cuando responde a las tres preguntas importantes: ¿Qué podemos dar los ancianos a los jóvenes?  ¿Decirles y enseñarles?

Þ “A los jóvenes de hoy que viven su mezcla de ambiciones heroicas e inseguridades, podemos recordarles que una vida sin amor es una vida estéril”.

Þ “A los jóvenes temerosos les podemos decir que la ansiedad por el futuro se puede superar”.

Þ “A los jóvenes que se preocupan demasiado por sí mismos, podemos enseñarles que hay más alegría en dar que en recibir, y que el amor no solo se muestra con palabras, sino también con hechos”.[11]

De este modo, el Santo Padre quiere renovar en nosotros la certeza: “si caminamos juntos, jóvenes y viejos, podremos (…) para atender al futuro, para alimentar el entusiasmo, para germinar sueños, para levantar profecías, para hacer florecer esperanzas”.[12]

Justo cuando estaba terminando de trabajar en esta meditación, recibí un mensaje por WhatsApp: “Nuestro Hno. Władysław Drozd C.SS.R. regresó a la Casa del Padre en Gliwice a las 2 p.m. ¡Requiescat in Pace!” (De hecho, nosotros, los Redentoristas de la Provincia de Varsovia, tenemos un grupo de WhatsApp llamado MEMORES, llamado así por un cohermano que lo creó y lo monitorea todos los días. Todos los días recibimos de él la noticia de aquellos en la provincia que han pasado a la Eternidad en ese día en particular. MEMORES es también un medio de comunicación sobre el fallecimiento de nuestros hermanos o de nuestros familiares y para recordar y vivir en comunión con los que ahora están con Dios). Inmediatamente, después de la noticia de la muerte del hermano redentorista Vladislao, hubo expresiones de condolencia de muchos hermanos que ofrecieron sus oraciones por él. Un hermano joven llamado Krzysztof lo recordó con hermosas palabras: “Ha pasado una leyenda”. HERMANO” Władysław, gracias por su ejemplo de vida religiosa, por su amabilidad, simpatía y sonrisa. Su ejemplo de vida ha contribuido mucho a que hoy sea redentorista. ¡Que Jesús te recompense!”. Comento esto para confirmar que la relación entre las generaciones es “un tesoro que hay que conservar y fortalecer, porque los testigos ancianos pueden dar, contar y enseñar mucho a los jóvenes”.

Perspectivas y otras preguntas para la propia reflexión:

Al final de esta 3ª meditación, invito a todos a una breve reflexión personal y comunitaria. En esta ocasión dejémonos guiar por la COMMUNICANDA Nº 3 titulada Descubriendo el mejor vino al final. Reflexiones sobre la Tercera Edad escrita el 8 de diciembre de 2000 por el Padre General Joseph W. Tobin, C.S.R.

  1. Nuestro fundador, San Alfonso, leemos en la Communicanda: “Propuso que se podría lograr una mayor libertad espiritual reduciendo el control extravagante que las circunstancias de la vida podrían ejercer sobre una persona para volverse progresivamente más libre para amar a Dios… o que Alfonso trata de decirnos es que hay que examinar honestamente nuestras vidas y ver quién, o qué, ocupa el primer puesto en nuestro corazón. Porque es allí donde Dios desea morar de forma absoluta. En el capítulo 11 de la Práctica, Alfonso pregunta: ¿Tienes un corazón tan vacío como para que el Espíritu Santo te lo llene? (n. 26-27).

¿Trato de tener un corazón lo suficientemente vacío para que el Espíritu Santo pueda llenarlo, con el fin de hacer creíble a Dios, como lo hizo Simeón?

  • “En noviembre de 1774, cuando estaba a punto de salir de Santa Águeda, San Alfonso escribió: “Cuando haya vuelto a una de nuestras casas, podría ser útil a los cohermanos, especialmente a los jóvenes. Tal vez Alfonso pensaba en sí mismo como tutor para los estudiantes en homilética o teología moral. Sus biógrafos comentan que el ejemplo de su vida en la tercera edad impactó a los cohermanos más jóvenes. Un redentorista anciano que no se deja abatir por el sufrimiento o los achaques de la edad, sino que manifiesta gozo, amor y esperanza, es un guía inestimable para los cohermanos jóvenes”. (n. 33).

¿Conservo la alegría, el amor y la esperanza tanto como sea posible en todas las circunstancias? ¿Hablo a los demás de manera “entusiasta” sobre Jesús, sobre Dios, como presente aquí y ahora, tal como lo hizo la profetisa Ana?

  • “Al final de la vida, todo lo que necesitaremos es amor: amar a Dios como debe ser amado y amarnos los unos a los otros como hermanos. El amor de un anciano redentorista, expresado de maneras muy ordinarias, puede dejar una impresión duradera en sus hermanos, especialmente en los jóvenes. (…) Al final de la vida, el amor nos dará dulzura y sabor, no el aguijón punzante del vinagre”. (n. 35-36).

¿Soy un Redentorista en cuya presencia los hermanos se sienten acogidos, escuchados, amados con “el amor de Jesús”?

P. Krzysztof Bielinski, C.Ss.R.
Academia Alfonsiana Roma

Texto original: italiano
Traducción:  Edward Chacon Diaz 


[1] J. RATZINGER/BENEDETTO XVI, «L’Europa nella crisi delle culture», in: P. Azzaro – C. Granados, La vera Europa. Identità e missione, Edizioni Cantagalli, Siena 2021, 235-247, qui 246-247.

[2] Los apócrifos son escritos históricos excluidos del canon bíblico. La exclusión del canon se basa en la negación de la inspiración divina de estos libros.

[3] El tema de la acogida de Jesús, su mensaje y sus discípulos son centrales en el tercer Evangelio (Lc 8,13; 9,5.48.53; 10,8.10; 18,17).

[4] Cf. E. BOSETTI, Luca. Il cammino dell’evangelizzazione, EDB, Bologna 1995, 53-54.

[5] Cf. E. BOSETTI, Luca, 54-55.

[6] Francesco, Lettera apostolica a tutti i consacrati in occasione dell’Anno della Vita Consacrata, 21 novembre 2014, n. 2 in: https://www.vatican.va/content/francesco/it/apost_letters/documents/papa-francesco_lettera-ap_20141121_lettera-consacrati.html [accesso: 10.11.2023].

[7] Cf. A. Wodka, «Proroctwo życia osób konsekrowanych: „być domem” odkupionych relacji ewangelicznych»[La profezia della vita dei consarati: „essere casa” per le relazioni evangeliche redente], in: A. Dudek – R. Kantor (edd.), Życie konsekrowane znakiem wiarygodności Kościoła, Uniwersytet Papieski Jana Pawła II w Krakowie, Kraków 2016, 88–104, qui 90.

[8] A. WODKA, «Proroctwo życia osób konsekrowanych», 104.

[9] Cf. Francesco, Catechesi sulla Vecchiaia – 5. La fedeltà alla visita di Dio per la generazione che viene, Udienza Generale, Aula Paolo VI, Mercoledì, 30 marzo 2022, in:

https://www.vatican.va/content/francesco/it/audiences/2022/documents/20220330-udienza-generale.html [accesso: 15.11.2023].

[10] FRANCESCO, Esortazione apostolica post-sinodale „Christus vivit” ai giovani e a tutto il Popolo di Dio, Loreto 25 marzo 2019, no 192, in: https://www.vatican.va/content/francesco/it/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20190325_christus-vivit.html [accesso: 16.11.2023].

[11] FRANCESCO, Christus vivit, nº 197.

[12] FRANCESCO, Christus vivit, nº 199.