La persona humana como ser relacional: perspectivas transdisciplinarias

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Emmanuel Mounier, fotografía de la década de 1930 (autor desconocido, dominio público, vía Wikimedia Commons; fondo modificado).

(se puede encontrar el original completo en inglés en el Blog de la Academia Alfonsiana)

En el segundo semestre de 2024-2025, un grupo de profesores y colaboradores ofrecerán un curso transdisciplinar en la Academia Alfonsiana titulado “La persona umana come essere relazionale. Prospectiva transdisciplinaria”. El curso constará de tres partes: 1. Introducción 2. Autores y textos seleccionados 3. Cinco paradigmas (personalista, fenomenológico, psicológico, sociológico y teológico). Este es el segundo de una serie de posts en los que examinaré (en mi propio nombre, no en el del grupo de investigación) de forma preliminar cada uno de estos cinco paradigmas…)

II. El paradigma personalista

En la primera publicación de esta serie examinamos cómo el significado del término “paradigma” ha experimentado “cambios” significativos. De ser un patrón simple e identificable (como en un paradigma gramatical), un paradigma ha pasado a referirse a algo así como un modelo integral y prescriptivo para la vida colectiva (como en “el paradigma tecnocrático”). Está claro que tal medida es potencialmente de enorme importancia para la ética porque implica la evaluación moral de modelos alternativos y competitivos de interacción humana. En el curso transdisciplinario planificado, examinaremos cinco paradigmas diferentes de la persona humana como ser relacional. Comencemos por echar un vistazo inicial a lo que llamaremos, quizás de manera bastante imprecisa, “el paradigma personalista”.

No es fácil tener una idea precisa del paradigma personalista por la sencilla razón de que no tenemos una idea unívoca del personalismo. Se trata de una especie de término general en la filosofía moderna bajo el cual encontramos toda una gama de posiciones diferentes. Es importante señalar desde el principio que, a diferencia de la fenomenología, la sociología, la psicología y la teología, el “personalismo” normalmente no se considera una disciplina. Es un –ismo y no una –ología en el sentido de que se entiende mejor como una especie de movimiento cultural (un poco como el modernismo) más que como una posición teórica específica.

Dicho esto, ¿cuáles serían las características definitorias de un “paradigma personalista” de la persona humana como ser relacional? – entendiendo por este término un modelo integral con una dimensión prescriptiva. Probablemente la voz más autorizada sobre esta cuestión sea la de Emmanuel Mounier (1905-1950).

Una manera de entender la posición de Mounier sobre esta cuestión es pensar en términos de la evolución histórica del pensamiento teológico y filosófico sobre la persona humana. De diferentes maneras y en diferentes momentos de la historia, tanto la teología como la filosofía han contribuido al desarrollo de la “persona” como una categoría distinta frente a términos como “ciudadano”, “individuo”, “sujeto”, “ser humano”, etc. En la modernidad en general y en la filosofía política liberal en particular, se puso un nuevo énfasis en la conciencia individual al construir la persona humana. Marx reaccionó a esta tendencia enfatizando la naturaleza colectiva y material de la vida humana. Lo que Mounier llama “personalismo comunitario” puede entonces entenderse como una reacción al individualismo y al colectivismo que habían dominado la modernidad hasta ese momento. Su visión de la persona humana como un ser relacional es, por tanto, un contraparadigma que rechaza versiones tan reduccionistas de la vida humana. Propone el uso de la categoría “persona”, con todo su patrimonio cultural y ético, precisamente como salvaguardia contra estos modelos rivales. En su pensamiento, “persona” puede cumplir una función prescriptiva en la medida en que denota un ser trascendente, con una dignidad inalienable, llamado a construir una sociedad justa en colaboración con los demás. Esta visión de la persona humana como inherentemente relacional fue un elemento importante en el pensamiento de figuras como Jacques Maritain cuando colaboró en la articulación de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948). Dada la forma en que el discurso de los derechos humanos se ha abierto paso gradualmente en la Doctrina Social Católica (en medio de muchas dificultades teóricas y prácticas no resueltas), no es descabellado sugerir que el paradigma personalista es actualmente el dominante en la visión moral de la Iglesia. En cuanto a las (¡numerosas!) limitaciones y aspectos problemáticos de este paradigma, podemos incluirlos en la agenda del curso transdisciplinario…

P. Martin McKeever, C.Ss.R.

(el texto es una referencia al original en una traducción libre de Scala News, no autorizada para la publicación)