María, Madre de la Creación y colaboradora en la obra Redentora

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Dios es el Padre de las cosas creadas, y María la madre de las cosas recreadas, ella da a luz a Aquel por quien todas las cosas han sido creadas y redimidas. (San Anselmo)

Meditemos con el icono del Perpetuo Socorro

En la tradición cristiana, especialmente la oriental, los iconos se presentan como ventanas que nos ponen en contacto con la trascendencia, que conectan el reino material del espiritual, el natural con el sobrenatural. El icono del Perpetuo Socorro, como la gran mayoría de los iconos, representa esas zonas de santidad donde se conecta lo creado con su Creador, que unen el cielo y la tierra; es lo que nos deja ver elementos como el color dorado, los ángeles, la mano grande de María, etc. Algunos de los elementos de este icono nos remiten también al misterio de la creación-redención: la estrella, el cielo, la carne de Jesús, quien entra en el mundo a través de María.

Al centrar nuestra atención en la figura de María, notamos que ella porta a Aquel por quien el mundo fue creado y quien por nuestra salvación se encarnó en su seno virginal. Es así que ella ha sido invocada como Reina del Universo o Madre de la creación, porque la maternidad de María y su colaboración en la obra de la redención toca también toda la creación. Para algunos comentadores del Icono, el rostro joven de Jesús y su pie descalzo son la expresión artística para comunicar que Aquel que se hace humano en el seno de María y que entra en la historia no solo del ser humano, sino de cada creatura.

Las letras griegas MP ƟY en la parte alta izquierda y derecha proclaman a María como Madre de Dios. María que da a luz a Jesús, el Cristo (Mt 1, 16), al Dios de amor que ha querido poner su tienda entre nosotros. Ella ha portado en su seno al Creador, a aquel que los cielos no pueden contener Otros iconos bizantinos hacen referencia a María como “Platytéra”, que literalmente significa “aquella que es amplia, más espaciosa que el Cielo”. Así, las manos grandes de María que sostienen las manos pequeñas de Jesús nos pueden conectar con esta verdad.

Nuestro icono también puede remitirnos a una Redención que abarca todo el cosmos. Así, el “Sí” creativo de María en la anunciación puede ser descrito como un “Sí cósmico”. Con su sí, María da un sí a la redención de todo el Creado. San Anselmo afirma que Dios es el Padre de las cosas creadas, y María la madre de las cosas recreadas, ella da a luz a Aquel por quien todas las cosas han sido creadas y redimidas. Porque “María ha dado a la luz a Aquel sin el cual absolutamente nada puede ser bueno” (Disc. 52; PL 158, 955-956).

Madre de todo lo Creado

La imaginación mítica de los pueblos nativos ha establecido relaciones muy cercanas con el mundo creado, particularmente con la Tierra como madre. Estos pueblos han manifestado una gran sensibilidad hacia la capacidad de la Tierra de cuidar y nutrir como lo hace una madre. El Papa Francisco, en Querida Amazonía, ha apreciado también este tipo de relaciones entre los seres humanos y la Tierra, y ha señalado que estas relaciones nos manifiestan la maternidad (cósmica) de María, la Madre de todos, que contribuye al encuentro vital con el Redentor (QA 111). Es por eso que “al mismo tiempo que creemos firmemente en Jesús como único Redentor del mundo, cultivamos una profunda devoción hacia su Madre. (Querida Amazonia 107).

Desde sus orígenes, el cristianismo se ha referido a María con mucha espontaneidad con el título de Madre. De hecho, muy pronto en los orígenes del cristianismo se comprendió que no era posible rechazar este título sin negar la verdad revelada del Dios encarnado. Esto quiere decir que cuando invocamos a María como Madre del Redentor, la contemplamos al mismo tiempo inserta en el misterio de la Creación y de la Redención, dado que el misterio de Cristo abarca a toda la Creación.

La categoría de madre siempre nos remite a María. La diversidad de los títulos marianos nos ofrece ahora la posibilidad de enfocarnos en aspectos particulares de María dentro del ámbito ecológico como el de “madre de la creación” y “colaboradora en la obra Redentora”. Si Teilhard de Chardin ha hablado de un Cristo cósmico, en el mismo sentido, es posible referirnos a la maternidad cósmica de María y su rol en la obra Redentora de la Creación: si María es la “llena de gracia” que ha sido preservada del pecado que disgrega las relaciones entre Dios y sus creaturas, al ser madre del Redentor ella es “colaboradora” en la obra de su Hijo. Así, si la Redención de Jesús tiene efectos cósmicos, la maternidad de María tiene el mismo alcance. Estos acentos de nuestra devoción mariana tienen implicaciones importantes en el ámbito del cuidado de la Casa Común.

El título de madre de la Creación nos ayuda a contemplar a la Palabra eterna del Padre que, al hacerse carne, elije el vientre de María y por medio de ella hace partícipe a toda la creación de la obra redentora. El Concilio Vaticano II atribuyó a María la función de “tipo”, es decir, “figura” de la Iglesia, en cuanto a su santidad inmaculada que de muchas maneras se manifiesta en la Iglesia. Al remitirnos a la creación original, donde Dios vio que todo lo que había hecho era bueno (Cfr.Gen 1, 31), María podría representar el arquetipo no solo de una humanidad, sino también de una naturaleza redimida; ella es el icono del destino común que la Tierra y la humanidad comparten. Juan Pablo II lo expresa con estas palabras: “María, al lado de su Hijo, es la imagen más perfecta de la libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. La Iglesia debe mirar hacia ella, Madre y modelo, para comprender en su integridad el sentido de su misión”.

María-madre, la llena de gracia desde el primer momento de su existencia, nos revela la vocación del ser humano y la vocación de todo el mundo natural. Al ser la primera redimida, en ella se entrelazan la gracia y la naturaleza. Es decir, ella es completamente natural, en cuanto que es la creatura original que Dios quiso en paraíso. Si el pecado original se entiende como la ruptura de las relaciones entre Dios y su creación, en la naturaleza inmaculada de María no existe esa ruptura. Y por eso ella es como el jardín original, el paraíso natural, el bosque incontaminado, el paraíso terrenal en el que todos aspiramos vivir.

En efecto, la naturaleza nos revela algunas de las virtudes que ya están realizadas en María. Cuando nos referimos, por ejemplo, a una selva virgen e incontaminada, pensamos en ese estado ideal que nos ofrece ese sentido de de totalidad, de seguridad, y de estar protegidos y en casa. De muchas otras maneras María, como Virgen y Madre, nos puede ayudar a articular los efectos y beneficios de la Redención sobre el mundo creado, aterrizándolos en acciones concretas para la sanación de un mundo herido. El culto a María Madre del Creado puede ser un antídoto eficaz contra la degradación ambiental, porque ella nos refleja la armonía entre naturaleza y gracia que necesitamos restablecer para nuestra Casa Común.

Elevada al cielo, María es Madre y Reina de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda la plenitud de su hermosura. Ella no sólo conserva cuidadosamente en su corazón toda la vida de Jesús (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende el sentido y la vocación de todas las cosas creadas. Por eso, el creyente puede pedirle que nos ayude, con su ejemplo e intercesión, a mirar este mundo con ojos más sabios (Cfr. LS 241).

Preguntas reflexionar

  • María, por ser mujer de nuestro pueblo, nos puede ayudar a comprender cómo la obra creadora y redentora se realiza en nosotros. Además, nos puede ayudar a comprender nuestra dignidad, y la dignidad también de las otras creaturas redimidas. ¿De qué manera nuestra devoción mariana podría articular las preocupaciones medioambientales?
  • En la misión de María como Madre del Redentor, podemos contemplar el arquetipo de la misión redentorista donde Dios se vale de la mediación humana para realizar su obra Redentora. ¿De qué manera el “Si” creativo de María puede inspirar también en nosotros la comprensión de nuestra vocación de colaboradores en la obra redentora que abarca a toda la creación?
  • Títulos marianos como Madre del Creador o Madre de todo lo creado, nos abre posibilidades para explorar los acentos “ecológicos” de la piedad mariana. ¿De qué manera podríamos presentar en nuestra predicación estos acentos?

Oración del Papa Francisco a la Madre de la Amazonía

Madre de la vida,
en tu seno materno se fue formando Jesús,
que es el Señor de todo lo que existe.
Resucitado, Él te transformó con su luz
y te hizo reina de toda la creación.
Por eso te pedimos que reines, María,
en el corazón palpitante de la Amazonia.

Muéstrate como madre de todas las creaturas,
en la belleza de las flores, de los ríos,
del gran río que la atraviesa
y de todo lo que vibra en sus selvas.
Cuida con tu cariño esa explosión de hermosura.

Pide a Jesús que derrame todo su amor
en los hombres y en las mujeres que allí habitan,
para que sepan admirarla y cuidarla.

Haz nacer a tu hijo en sus corazones
para que Él brille en la Amazonia,
en sus pueblos y en sus culturas,
con la luz de su Palabra, con el consuelo de su amor,
con su mensaje de fraternidad y de justicia.

Que en cada Eucaristía
se eleve también tanta maravilla
para la gloria del Padre.

Madre, mira a los pobres de la Amazonia,
porque su hogar está siendo destruido
por intereses mezquinos.
¡Cuánto dolor y cuánta miseria,
cuánto abandono y cuánto atropello
en esta tierra bendita,
desbordante de vida!

Toca la sensibilidad de los poderosos
porque, aunque sentimos que ya es tarde
nos llamas a salvar
lo que todavía vive.

Madre del corazón traspasado
que sufres en tus hijos ultrajados
y en la naturaleza herida,
reina tú en la Amazonia
junto con tu hijo.
Reina para que nadie más se sienta dueño
de la obra de Dios.

En ti confiamos, Madre de la vida
no nos abandones
en esta hora oscura.
Amén
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