Un verano de esperanza

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

¡Bienvenido Verano! La llegada del calor al hemisferio norte del mundo se corresponde con la suspensión de las actividades escolares y la ralentización del ritmo de vida. Casi parece que todo adquiere un nuevo sabor.

Hace un año, unos meses después de la pandemia, saludando a todos, escribía “El verano siempre ha sido sinónimo de libertad, ahora se convierte en una experiencia de” libertad condicional “. Sin cometer un delito, todo el mundo vive de restricciones psicológicas, relacionales y de salud ”.

Un año después, algo empezó a cambiar. Muchos han recibido al menos una dosis de la vacuna. Muchos han erigido defensas para detener el virus, si no el bacteriológico al menos el psicológico. Otros esperan una normalidad que hemos entendido que no puede estar del todo ahí.

El verano siempre ha sido la época de la luz, los sueños y los proyectos por su ritmo tan particular. Para disfrutar de la luz debemos hacer el ejercicio de la memoria. Es decir, tener la valentía de tomar todas las experiencias vividas en este curso académico que está terminando en tus manos y leerlas con franqueza. Nada pasa por casualidad. Todo es fruto de la Providencia. Por ejemplo, al navegar por las páginas virtuales de este blog, cada artículo es una experiencia, una reflexión, que los autores quisieron compartir con todos para dar pasos de crecimiento juntos.

Cada paso es diferente al otro. Todo depende del objetivo a alcanzar. El horario de verano lleva consigo el deseo de proyectos ambiciosos que toman forma durante las tardes largas y soleadas y las noches cálidas. El verano es el momento adecuado para tener esperanza cristiana. La esperanza del hombre está ligada a su existencia, a la positividad de la vida o, si se quiere, a la tensión que lo empuja a realizarse como proyecto. Es la esperanza la que nos hace decir sí al mundo, la que nos hace aceptar la realidad del ser. De esta esperanza nace la historia, precisamente la planificación del destino del hombre, responsabilizándose de él.

En realidad, en palabras de Gabriel Marcel, sólo hay una esperanza a la que estamos llamados: “La única esperanza genuina es aquella que se convierte en algo que no depende de nosotros”. Creo que la experiencia del verano pasado nos enseñó a los creyentes que más que decir que la esperanza está dirigida a “algo que no depende de nosotros”, está dirigida a “Alguien que no depende de nosotros”.

Deseo que todos vivan este verano como un encuentro con el Rey de la Paz para echar raíces cada vez más en la Esperanza… para retomar nuestras actividades en octubre: ¡¡¡nos vemos en el blog !!!

padre Alfonso V. Amarante, CSsR