Introducción
Estamos viviendo un hermoso momento en preparación al XXVI Capítulo General (2022). Los cohermanos y los laicos de todo el mundo han ofrecido sus aportes de modo que es posible elaborar un perfil de la realidad de la Congregación hoy. En la dramática trama del mundo herido en medio de una sindemia está nuestro Instituto con sus 289 años, con su corazón palpitante, con la sangre que corre por tus venas, con el deseo de acertar y llevar a cabo la desafiante tarea de “evangelizar a los pobres [que] comprende la liberación y salvación de toda la persona humana” (Const. 5). Esta vida se manifiesta en cada cohermano que consume su vida por la copiosa apud eum redemptio. Mirando hacia atrás en estos 289 años, aún con nuestras debilidades, podemos decir que la Congregación siempre ha buscado ser fiel a Cristo Redentor y nunca ha abandonado a los más pobres. Y cuando hubo tal tentación, voces proféticas de cohermanos, comunidades y Capítulos Generales hicieron eco de la voz del Espíritu para volver a las fuentes de nuestro carisma. Por eso, al celebrar con alegría este aniversario de la Congregación, debemos preguntarnos con el corazón encendido: ¿qué futuro queremos para la Congregación y qué Congregación queremos para el futuro? El regalo que haremos a la Congregación, como cohermanos, formandos y laicos comprometidos, es hacer de este tiempo una profunda experiencia de Pentecostés.
I. Vivir Pentecostés en nuestro tempo con los desafíos de nuestro tiempo
Este tiempo de preparación del XXVI Capítulo General, de consulta a la Congregación y de realización de las tres fases constituye para nosotros un gran Cenáculo (cf. Jn 20,19-31; Hch 2,1-13). Y esta experiencia podemos vivir intensamente en nuestras comunidades religiosas compartiendo los acontecimientos de la historia, la vida fraterna, las Escrituras y la Eucaristía. Observando la situación de las primeras comunidades cristianas, podemos preguntarnos hoy: ¿cuáles son nuestros miedos? ¿Cuáles son nuestras dudas? ¿Qué puertas de nuestras comunidades/Congregación están cerradas? ¿Qué necesitamos renovar? ¿Y qué nuevas lenguas debemos hablar para comunicar el Evangelio en el tiempo presente?
1. Las puertas cerradas por el miedo
El Evangelio de Juan recoge el estado de las primeras comunidades tras la dramática muerte de Jesús: entristecidas y con las puertas cerradas por las autoridades judías (cf. Jn 20,19). Trayéndolo a nuestro contexto actual, ¿qué miedos rodean hoy a la Congregación que la hacen cerrar sus puertas? La metáfora de la puerta nos hace reflexionar sobre muchas cosas… Las “puertas cerradas” pueden significar un estado de perplejidad, de cerrazón, de encerrarse en la zona de confort, del “siempre ha sido así” de la falta de perspectiva de futuro, del miedo al otro, al mundo, de no ser molestado, de no ser visto, de autoconservación, de falta de autocrítica y de sentido de la propria consagración. Es un miedo paralizante que bloquea cualquier iniciativa. Los temores del proceso de reestructuración y sus consecuencias (dec. 1, XXV Capítulo General (2016), de la pérdida de nuestra identidad y misión, de nuestro papel evangelizador en el mundo actual y los cambios actuales pueden hacernos cerrar nuestras puertas de alguna manera. Pero, en el contexto de las puertas cerradas el Señor entra y se hace presente y obra una nueva forma de comprender la realidad.
2. La paz y la toma de conciencia de la propria fe y misión
El paso de Jesús a través de los obstáculos y las puertas cerradas cambia la escena. Presenta a la comunidad el saludo paz, shalom, en su sentido más profundo. Al mismo tiempo, recuerda a los suyos la realidad: sus manos y su costado herido. A pesar de las heridas y de sus miedos, la comunidad se alegra de verlo. Se reconoce en sus heridas, pero con los pies en el suelo. Tras la alegría, un nuevo shalom, el envío en nombre del Padre y del Espíritu Santo y la reconciliación (cf. Jn 20,19-22). En medio de la situación aparentemente resuelta porque “habían visto al Señor” aparece el compañero inquietante, Tomás, el que mira a la comunidad de fuera y plantea, desde su aparente incredulidad, la pregunta fundamental sobre la creencia en Jesús y la misión de la comunidad. Tomás confronta a su comunidad si lo que están viendo es un miraje, una “imagen del Señor”, un ídolo, su proprio narcisismo sólo para disipar sus proprios temores, pues la comunidad sigue con las puertas cerradas. Dos veces insiste Juan en las puertas cerradas (vv.19,26). Tomás pone al descubierto los miedos, las dudas, los subterfugios de él mismo y de su comunidad. Él la desnuda. Pone en juego su fe con el riesgo de no tener respuestas, pero con el deseo de volver al núcleo del creer mismo.
Tomás es el hermeneuta que plantea la cuestión de la fe, del creer en Jesús y materializa la conciencia de la comunidad que es rehén de sus propios miedos y cerrazones, porque ve las marcas dramáticas y comprometedoras de la cruz de Jesucristo. El drama de las puertas cerradas se resuelve cuando Jesús las atraviesa, la comunidad está toda junta y, por medio de la figura de Tomás, toca sus heridas, es decir, participa en su misma misión redentora. A partir de entonces, Tomás traduce lo que la comunidad no tuvo el coraje de decir a través de sus dudas y de sus puertas cerradas. La paz que viene de Jesús, el reconocimiento de su imagen, el envío de la comunidad por el Padre a través del Espíritu traduce la conciencia libre de la comunidad que, creyendo en el mismo Señor, es capaz de abrir puertas y anunciar. Desde esta inspiración ¿qué preguntas debemos hacer en nuestras comunidades para llegar al núcleo de nuestra fe en el Señor, en nuestra consagración y en nuestra misión? ¿Qué puertas nos invita a abrir el momento actual de la historia? ¿Cómo escuchar a nuestro compañero inquietante de misión que pone en crisis nuestra fe, nuestra imagen de Dios, la consagración y la misión? Cómo podemos aprender de él y decir juntos: “¡Señor mío y Dios mío, creemos!”
3. Recibir el Espíritu Santo: la fuerza que nos mueve a proclamar el Evangelio
Recibir el Espíritu Santo es recibir la vida misma de Jesús. Si en el Génesis Dios sopla en las fosas nasales para dar vida (cf. Gn 2,7), esto también ocurre dentro de la comunidad de discípulos. En su aliento, Jesús comunica su misterio pascual como fuente y origen de la misión que renovará todas las cosas (cf. Ap. 21,5). La comunidad reunida forma un cuerpo que recibe el don del Espíritu comunitaria e individualmente para abrir las puertas y salir de sus propios muros. El don del Espíritu provoca la comunidad a hacer su kenosis. Y hacer kenosis requiere abrir puertas… re-imaginar el mundo fuera del espacio conocido, de la propria burbuja, donde todo parece igual, ver diferentes paisajes, presentarse ante el mundo, tener el coraje de aventurarse y darse a sí mismo como sembrador de los dones del Espíritu en la misión como hizo el proprio Jesús.
El Espíritu presente desde la eternidad es quien avala nuestro testimonio en el mundo. Es él, presente en nuestro bautismo, raíz de nuestra consagración, que nos dice cada día “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección” (Mt 3,17). Esta certeza debe provocar en nosotros un entusiasmo y quitarnos el miedo que nos desconsuela y que puede detener nuestra creatividad. El soplo del Espíritu nos hace reconocer el tiempo de Dios y las necesidades de la Iglesia y de la Congregación. Y así, nos colocamos como peregrinos, llevando sólo aquello que es lo esencial, de modo que tengamos libertad de reconocer y renunciar a las viejas estructuras y buscar nuevas con creatividad para que podamos responder a las interpelaciones del mundo de hoy y proclamar con alegría el Evangelio.
II. El futuro que nos espera: re-imaginar la Congregación desde hoy
No hay forma de pensar en el futuro si no nos colocamos en el Cenáculo de este camino sinodal redentorista que es el XXVI Capítulo General, su preparación y sus tres fases. Aunque tengamos miedos y algunas puertas cerradas, el Señor entrará por las rendijas para estar con nosotros y soplar su Espíritu Santo sobre cada cohermano, formandos y laicos. Es este Espíritu el que nos dará claves para leer los signos de los tiempos e interpretar el mundo desde sus diferentes lenguajes (cf. Hch 2,1-113). Es un camino estimulante y apasionante para recorrer con todo el corazón, con toda el alma, con la sangre carismática que palpita en las venas redentoristas. Con este ardor misionero podemos aventurarnos, no como nómadas sino como peregrinos (cf. Contemplad (2015), n.11)[1], a re-imaginar la Congregación, como alude el Documento de Trabajo, fase I, XXVI Capítulo General:
Cuando hablamos de “re-imaginar” la Vocación Redentorista, no nos referimos a “re-inventarla” o cambiarla. Más bien, fomentamos el uso de la imaginación para que seamos fieles en nuestros días al espíritu de Alfonso y a nuestro carisma. Numerosas respuestas de las Unidades y de las Conferencias nos invitan a utilizar nuestra imaginación para identificar nuestras prioridades misioneras y establecer prioridades apostólicas, en términos y formas de comunidad apostólica que respondan a las necesidades reales de los cohermanos, en términos de formación para las prioridades misioneras y apostólicas de la Congregación, en términos de imaginar el tipo de liderazgo que queremos y necesitamos en un mundo y una Iglesia cambiantes, etc. La invitación no es a soñar o imaginar por el simple hecho de hacerlo, sino más bien, impregnados de nuestra tradición, a imaginar nuevas formas de evangelizar. Alfonso no podría haber imaginado la predicación misionera on line, sin embargo, esto se ha convertido en una realidad para muchos de nosotros por necesidad. ¿Qué otras formas nuevas podríamos imaginar?[2]
El Documento de Trabajo para la primera fase del XXVI Capítulo General nos invita a re-imaginar nuestra identidad redentorista en el mundo, como agentes de la misión y en el ámbito de la solidaridad y a través de la lente de la reestructuración. Y no hay manera de re-imaginar nuestra identidad si no tenemos los dones del Espíritu: Fuerza, Sabiduría, Ciencia, Consejo, Entendimiento, Piedad y Temor de Dios. Creo que, junto con ellos, hay otros siete dones importantes para re-imaginar nuestro futuro como Congregación que impregnan toda nuestra vita apostolica. Sin ellos, no llegaremos muy lejos.
- Experiencia de Dios. No hay vida consagrada y misión sin la experiencia de Dios. Por lo tanto, esta re-imaginación pasa en primer lugar por la intimidad con Dios. Jesús siempre fue fiel a su Padre y en los momentos cruciales de su misión siempre se retiró a rezar (cf. Jn 10, 30; Mc 1,35; Lc 5,16; 9,18; Lc 9,28; Jo 17,1-26). Lo mismo se ve en nuestros santos redentoristas, beatos y mártires. Experimentar a Dios significaba para ellos una profunda conversión del corazón y de la mente para comprender los signos de los tiempos, la propria vocación y la misión que se les había confiado.
- Revitalizar la consagración. Una vida consagrada que no expresa la vitalidad del Espíritu es incapaz de re-imaginarse a sí misma y de realizar procesos de renovación y de reestructuración. Los que re-imaginan son personas concretas, hombres y mujeres que se consagran al Señor, a partir de un carisma que está vivo, en una institución. Por tanto, revitalizar la consagración es volver a las fuentes de la Escritura, al fundamento, a las Constituciones, para dar un nuevo sentido y renovar el modus operandis y vivendi para que sea elocuente, testimonial y encuentre sentido en lo que hace. Si nuestra vida consagrada se desanima, las puertas estarán siempre cerradas a la novedad del Espíritu.
- Concienciación sobre la misión. No hay misión si esta no pasa por el primado de Dios – experiencia de Dios – por una vida consagrada animada y destinatarios concretos. En este sentido, la conciencia de la importancia de la misión redentorista en el mundo herido de hoy es fundamental. Ser conscientes de que no vamos a curar todas las heridas, pero podemos ser un signo elocuente, testigos del Redentor, desde un diálogo con el mundo, sin puertas cerradas. Las diferentes lenguas existentes en el mundo de hoy exigen de nosotros un nuevo Pentecostés misionero que dé coherencia a nuestro ser, anime nuestro hacer y nos inspire en el descubrimiento de nuevos métodos y lenguajes adecuados al tiempo presente. Finalmente, que la misión no se hace por voluntad personal, sino por el Señor que envía, a través del cuerpo misionero.
- El proceso de reestructuración. Como institución viva, formada por personas, la Congregación se ha reestructurado a lo largo de su historia. Nos corresponde hoy llevar adelante este proceso haciendo las preguntas del compañero inquietante, que toca las heridas de las manos y del costado de la Congregación, que pregunta: ¿qué futuro queremos para la Congregación y qué Congregación queremos para el futuro? y al final afirma: ¡”Señor mío y Dios mío”! ¡Señor mío y Dios mío, creo en mi consagración!, ¡Señor mío y Dios mío, creo en este proceso y soy responsable de él! ¡Señor mío y Dios mío, creo en la Congregación y que el Espíritu camina con ella!, ¡Señor mío y Dios mío, creo y me pongo, con todas mis energías, al servicio de los más pobres y abandonados!
- La interculturalidad. El futuro de la vida consagrada y, incluso la redentorista, será cada vez más intercultural por la facilidad de circulación entre países, la mezcla de culturas, el fenómeno de la inmigración, desplazamientos, etc. Es un fenómeno complejo, con sus tensiones, pero lleno de riqueza y que debe ser incorporado a nuestros debates y procesos formativos. Rafael López Villaseñor e Joachim Andrade definen a interculturalidad como “el conjunto de relaciones e interacciones que se dan intencionalmente entre diferentes culturas con el fin de promover el diálogo, el respeto mutuo y la conciencia de la preservación de la identidad cultural de cada individuo. Así como su propia identidad cultural y riqueza única en un universo multicultural” (QA 31).[3] Metafóricamente, podemos comparar la interculturalidad con un mosaico. Para resaltar su belleza, hay un trabajo paciente y cuidadoso para que cada fragmento contribuya al conjunto de la obra. Estos fragmentos son personas, con sus diferentes historias, personalidades, visiones del mundo, culturales, eclesiales, teológicas y de fe, que pasan por el tamiz del respeto a las diferencias sin imposición ni uniformidad. Por lo tanto, es una tarea compleja, no imposible, pero de gran riqueza, ya que supone aprender siempre del otro y caminar juntos en las diferencias.
- Ocupar nuevos areópagos y cenáculos (novas medias). La novedad de Pentecostés fue abrir las puertas y conectar con el mundo a través de las nuevas lenguas (cf. Hch 2,6-12). Hoy, este Pentecostés puede producirse al ocupar los nuevos cenáculos y areópagos a través de los diferentes medios de comunicación y sus nuevos lenguajes. En la Congregación, cada Unidad tiene un tipo de recurso mediático, desde el más sencillo hasta el más complejo. ¿Cómo podemos potenciar estos recursos que ya tenemos haciéndoles nuevos cenáculos y areópagos para comunicar el mensaje de la copiosa apud eum redemptio? ¿Cómo podemos formar un pool o network de Unidades a favor de un proyecto común, concentrando recursos financieros y humanos cualificados en este ámbito? ¿Cómo podemos involucrar los laicos redentoristas en esto? ¿Y cómo podemos mejorar nuestro lenguaje para que sea más atractivo, sin perder el kerigma? Como vemos, son muchos los horizontes que podemos abrir…
- Ser hombres de ciencia para formar conciencia. Por último, los tiempos actuales requieren mucha sabiduría y discernimiento. Y no lo hay si no pasa por la apertura al Espíritu y por la formación inicial, continua y especializada. Las especializaciones son muy importantes y deben hacerse dentro de un proyecto misionero y congregacional. La formación continua es para toda la vida redentorista, se hace cada día. Si no somos hombres de ciencia, ¿cómo podemos formar conciencias? ¿Cómo podemos intentar dar hoy nuevas respuestas a los nuevos problemas? ¿O preferimos dar las mismas respuestas de siempre? San Alfonso dedicó toda su vida a esta búsqueda y nos dejó un legado. El contexto actual plantea más preguntas de las que podemos responder, pero si podemos actualizar constantemente nuestro interés personal por la Misión, la Pastoral, la Teología Moral, la Bioética y la Espiritualidad, ya es un paso muy importante. Y en este sentido tenemos muchos recursos disponibles, desde nuestras bibliotecas personales y comunitarias hasta las diferentes revistas y sitios web especializados en diferentes temas. En un contexto de sindemia, de tantas desigualdades sociales, etc., de banalización de la vida y de deshumanización, tenemos un papel muy importante que ejercer desde la ciencia redentorista y la benignidad pastoral para formar una conciencia que sepa discernir los valores que promueven la vida humana.
Conclusión
Si este es el momento de re-imaginar la vocación redentorista, entonces hay una gran oportunidad para hacerlo, partiendo de la experiencia del discipulado con Jesús, de su Pentecostés y del envío a la misión. Esta es una llamada a todos los redentoristas “tanto cuando se ocupan en los múltiples y variados servicios en favor de la Congregación y de los cohermanos, como si son ancianos, enfermos o están incapacitados para obras externas; o sobre todo si son víctimas del dolor y mueren por la salvación del mundo” (Const. 55). ¡Participar de corazón en este momento histórico es ofrecer un gran regalo a la Congregación en sus 289 años! Y ella ha llegado hasta aquí porque los cohermanos y tantos hombres y mujeres que aman la Congregación han gastado sus días a favor de la abundante redención. ¿Qué futuro queremos para la Congregación y qué Congregación queremos para el futuro? Haznos pensar. Esto dependerá en gran medida del ejercicio de nuestra corresponsabilidad…
P. Rogério Gomes, C.Ss.R
http://lattes.cnpq.br/3342824164751325
[1] Cf. CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA. Contemplad. Carta a los Consagrados y Consagradas tras las huellas de la Belleza. Disponible en: http://www.congregazionevitaconsacrata.va/content/dam/vitaconsacrata/LibriPPDF/Spagnolo/Contemplad.pdf. Acceso en: 31.10.2021.
[2] CONGREGATIO SANCTISSIMI REDEMPTORI. Documento de Trabajo, fase I XXVI Capitulo General 2022, n. 74).
[3] LÓPEZ VILLASEÑOR, Rafael; ANDRADE, Joachim. Fratelli Tutti: los caminos de la interculturalidad en la Vida Religiosa. Revista CLAR, n. 2 (2021), p. 125. Disponible en: https://dg.saveriani.org/images/comunicazioni/editoriale/2021/Interculturalidad_CLAR_-_Lopez_-_Andrade.pdf. Acceso en: 13.10.2021.