Roma, 2 de febrero, 2004
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Estimados cohermanos,
Reciban un saludo de sus hermanos del Consejo General, que, al igual que ustedes, han sido elegidos para proclamar el evangelio de Dios que se refiere a su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro (cf. Rom 1, 1-4). La Congregación ha em-prendido un nuevo sexenio asumiendo los resultados del XXIII Capítulo Gene-ral. Como en los últimos meses se han difundido en la Congregación las noti-cias sobre el Capítulo, muchos redentoristas, como los interlocutores de Pedro en Pentecostés, se han preguntado: Hermanos, ¿qué debemos hacer? (He-chos 2, 37). En esta carta quisiera ponerles al tanto de los pasos iniciales que ha dado el Consejo General para responder al Capítulo, e invitarles a que nos ayuden a discernir la voluntad de Dios para con nosotros al comenzar este nuevo sexenio.
Como los consultores recién elegidos tenían que cumplir compromisos impor-tantes inmediatamente después del Capítulo, el Consejo General sólo pudo comenzar de lleno su trabajo a mediados de diciembre y dedicó casi todo el tiempo anterior a las vacaciones de Navidad a conocernos, orar juntos e iniciar la planificación de nuestro servicio a la Congregación para los próximos seis años. El 7 de enero continuamos nuestro encuentro durante diez días. Como cinco de los siete miembros del Consejo comienzan por primera vez este servicio, tuvimos que dar tiempo para un mayor conocimiento personal y para poner nuestro centro de gravedad en Cristo, nuestro Redentor. Creo que hemos comenzado formando un buen equipo y profundizando la amistad evangélica que debe unir a los miembros de cada comunidad redentorista.
¿Qué hemos pensado durante este primer mes de trabajo? Evidentemente nos estamos esforzando por comprender el Capítulo General, su análisis de la Congregación y su proyección para los próximos seis años. Hemos comen-zado a vislumbrar algunas consecuencias del tema dar nuestra vida por la redención abundante.
¿Por qué el Capítulo propuso este tema para el sexenio? Considero que la decisión no fue totalmente predeterminada por el Instrumentum Laboris. De hecho, el Capítulo tuvo libertad para examinar varios temas y la votación que decidió este texto fue apretada. Si bien necesito orar más y analizar esta deci-sión con mis cohermanos, creo que la Congregación se da cuenta de la nece-sidad de reflexionar a fondo sobre el carisma que le da vida a nuestra vocación redentorista. A partir de esto, las palabras del tema no constituyen un eslogan superficial, sino, más bien, el discernimiento de la voluntad de Dios aquí y ahora para todo redentorista. Tal discernimiento es siempre un llamamiento a cambiar. Para cada cohermano, cada comunidad y, desde luego, para toda la Congregación, el dar nuestra vida por la redención abundante es nuestro tema y debe hacer cambiar nuestras vidas.
Pienso que la puerta de acceso al tema la encontramos en las palabras “abun-dante redención”. El XXIII Capítulo General nos enseña que sólo si nos deja-mos cautivar por la llamada de Dios y nos entregamos sin reservas a su pro-yecto para con nosotros, encontraremos la felicidad, el gozo y la paz. Sin em-bargo, antes de proyectar nuestra respuesta, tenemos que dejarnos seducir una y otra vez por la inmensidad del amor salvífico de Dios que se nos da en Jesucristo, el Redentor. La abundancia del amor salvífico de Dios cautivó a Alfonso, de tal modo, que lo llevó a convertirse a Jesucristo, a los pobres abandonados y a la comunidad. Jesús, cuya encarnación, misterio pascual y presencia eucarística manifiestan en el conjunto la solidaridad radical de Dios con el ser humano, se convierte en el centro de su vida y en la razón para la entrega de sí a los demás. La conversión de Alfonso lo lleva a asumir las pre-ferencias de Jesús y a vivir la realidad del amor de Dios en situaciones de mar-ginación social o de abandono pastoral. Más aún: Alfonso comprende que su conversión a Jesucristo se ha de realizar en comunidad. Por eso invita a otros que experimentan su mismo ardor a vivir juntos, de modo que garanticen un vínculo continuo con este amor abundante y la preferencia de Jesús por los pobres.
Dar nuestra vida por la abundante redención, es un llamamiento a la con-versión, una invitación a que cada uno de nosotros cambie su modo de pensar sobre Dios y nuestras vidas, a la vez que consideramos cómo las estructuras de nuestra Congregación han de transformarse, para que los redentoristas sean más fieles, creativos y audaces en la realización de la misión que nos ha sido encomendada. El Capítulo nos propone dos vías para esta conversión. En primer lugar, los capitulares hacen “un llamado a todos los congregados y a todas las comunidades a examinar nuevamente la consecuencia del “acto defi-nitivo” de toda nuestra Vida Apostólica como redentoristas, es decir, nuestra profesión religiosa” (Mensaje, 4). Los Capitulares también advirtieron que “la Congregación debe asumir el reto de la reestructuración para el bien de la mi-sión” (Mensaje 11). ¿Ven cómo estos dos retos, el de reexaminar nuestra pro-fesión religiosa y el de reestructurar la Congregación, resultan de nuestro tema para el sexenio?
La renovación genuina de la profesión religiosa y la continua reestructuración de la Congregación nos alejarán de algunas seguridades que no nos permiten dar la respuesta incondicional amor generoso de Dios. Con todo, ¿es posible dar una respuesta más incondicional que la de dar la vida por los demás? Eso es precisamente lo que nos proponemos con nuestra profesión, que es, a la vez, “respuesta al Señor que nos amó primero” y compromiso de “esforzarse en llegar a la donación total de sí mismos” (cf. Const. 56). En el Capítulo Ge-neral hablé de nuestra profesión religiosa porque creo que la esperanza de una renovación continua de nuestro Instituto, incluso su refundación, debe tomar en serio algunas preguntas que conciernen a nuestra identidad como expresión del carisma redentorista. ¿Qué significa hoy ser comunidades de hombres con votos? ¿Qué significa profesar la pobreza, la castidad y la obediencia en la vida carismática del misionero redentorista? ¿De qué manera los vínculos religiosos, “por los que se consagran a Dios, incluyen necesariamente y estimulan la dimensión apostólica de los congregados” (Const. 54)? Estoy convencido de que una evaluación completa y sincera de estos y otros temas afines nos pon-drán inevitablemente ante el desafío de la conversión continua que nos sacará de un estilo de vida adormecido y seguro que diluye la respuesta radical de nuestra profesión y nos encaminará a la entrega total a la misión de Cristo, vivida con abnegación, libertad y celo (Const. 51).
El Capítulo General dedicó mucho tiempo a reflexionar sobre el concepto de reestructuración en la Congregación. Para aclarar nuestras ideas sobre este tema tan importante, el Consejo General ha comenzado a elaborar un docu-mento que esperamos publicar para toda la Congregación en torno a la próxima Pascua. Confiamos estar preparados para ese tiempo y presentar un proyecto que ponga en práctica las orientaciones del Capítulo General. Advertimos ya la absoluta necesidad de fusionar la reestructuración al tema del sexenio, dar nuestra vida por la redención abundante, con el llamamiento a convertirnos a Dios, a los pobres abandonados y a la comunidad redentorista. De no ser así, todo cambio en la organización de la Congregación corre el riesgo de convertirse en un un simple asunto administrativo, en vez de ser la expresión de la conversión continua de los redentoristas.
Durante estos primeros meses, el Gobierno General se ha ocupado de varias tareas específicas. El mensaje, las orientaciones y las decisiones del Capítulo General han sido elaborados en formato común y traducidos a diversas lenguas de la Congregación. Los folletos con estos textos y el mensaje del Papa Juan Pablo II al Capítulo General serán publicados en siete idiomas. Estos docu-mentos ya están disponibles ahora en el área de miembros del sitio Internet del Gobierno General (www.cssr.com).
Antes de aprobar el calendario de actividades del año 2004, el Consejo General discutió largamente sobre nuestro servicio de acompañamiento a la Congregación, tanto durante las visitas como en otros momentos importantes de nuestra vida misionera. Hemos aprobado un documento de trabajo que presenta nuestra perspectiva de la visita general, como también posibles mo-delos para realizarla. Antes de la visita, este documento será enviado al su-perior (vice) provincial y a su consejo, con tiempo suficiente para ayudar a los Consejeros y a la (vice) provincia a encontrar la mejor manera de realizar el ideal de ser corresponsables con la misión redentorista. También hemos deci-dido que trataremos de visitar (vice) provincias vecinas al mismo tiempo, para centrar nuestra atención en una región o sub-región determinada. Creemos que esto nos dará una comprensión más completa de la realidad de la Congrega-ción y, a la vez, nos ayudará a promover mayor solidaridad y cooperación entre los redentoristas. El plan que hemos elaborado prevé estrategias para mantener el diálogo entre el Consejo General y las unidades después de la visita.
Finalmente, hemos discutido el asunto de los grupos de consulta, es decir los secretariados y las comisiones que necesitaremos durante este sexenio. Acor-damos establecer ocho secretariados generales para manejar las siguientes dimensiones de nuestra vida: evangelización, formación, espiritualidad reden-torista, colaboración con los laicos, los hermanos redentoristas, pastoral juvenil, promoción vocacional, finanzas y asuntos de las monjas redentoristas. La responsabilidad de convocar cada secretariado fue asignada a cada uno o más consultores, quienes, durante los próximos meses contactarán los futuros miembros y elaborarán los objetivos de cada grupo de trabajo. El tiempo no nos dio para abordar el tema de las comisiones ni la conveniencia de uno o más institutos al servicio de la Congregación durante este sexenio. Estos asun-tos harán parte de la agenda de la próxima reunión extraordinaria que se tendrá del 31 de marzo al 7 de abril del 2004.
Confío que estas informaciones les hagan ver cómo el Consejo General está aprendiendo a trabajar en equipo y que toma muy seriamente su responsa-bilidad de realizar el proyecto trazado por el Capítulo. Hay que insistir en que este proyecto no puede reducirse a metas y objetivos, sobre todo cuando el punto central del proyecto tiene como propósito nuestra conversión. Estas reflexiones iniciales sobre el tema del sexenio nos invitan ciertamente a realizar cambios. Es posible cambiar sin madurar, pero es imposible madurar sin cambiar.
María, tal y como la presenta el evangelio de Lucas, nos ofrece un camino para entrar en el tema del sexenio. El tercer evangelio nos presenta a María “ateso-rando” hechos y “meditándolos en su corazón” (cf. Lc 2, 19). Los planes de Dios no son inmediatamente evidentes a María en los acontecimientos de su vida. Ella, sin embargo, no descarta los acontecimientos sino que lleva su ex-periencia al santuario de su corazón, confiada en que Dios eventualmente hará patentes sus intenciones. Al comenzar este sexenio, les pido que coloquen el mensaje del Capítulo General, particularmente el tema propuesto en lo íntimo de sus corazones y traten de discernir lo que Dios nos pide hoy. Oremos para que toda la Congregación acepte el don que se nos ofrece: la gracia de la con-versión a Jesucristo, a los pobres abandonados y a la comunidad.
Su hermano en Alfonso,
Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Superior General