A los Miembros de la Congregación del Santísimo Redentor

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Roma, 17de septiembre de 2007
Prot. N° 0000 186/2007

Queridos cohermanos,

A ustedes, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo por quien recibimos la gracia y el apostolado (Rm 1,5).

El Consejo General desea invitar a todos los miembros de la congregación a unirse en un año de intensa reflexión sobre la vida apostólica de los Redentoristas. La Constitución 1 nos recuerda que esta vida comprende a la vez la vida de especial consagración a Dios y la actividad misionera de los Redentoristas. Nuestra invitación es a que los Redentoristas hagan un esfuerzo particular por profundizar el primer elemento de esa fórmula esencial; es decir, la vida de especial consagración a Dios, que comienza con nuestra profesión religiosa, que es el acto definitivo de toda la vida misionera de los redentoristas (Constitución 54).

Hemos pensado que es muy apropiado comenzar dicho año de reflexión el 9 de noviembre de 2007, 275º aniversario de la fundación de la congregación. Ese día daremos gracias a Dios por el don de nuestro carisma a la Iglesia y al mundo. Recordaremos también que Alfonso reconoció que la inspiración divina de anunciar el evangelio a los pobres abandonados debía ponerse en práctica por medio de una comunidad cuyos miembros fueran fortalecidos por los votos de pobreza, castidad y obediencia, y también por el voto y juramento de perseverancia. En ese año, la celebración de nuestra fundación marcará el inicio de un período de intensa reflexión sobre la especial consagración de nuestra vida apostólica.

¿Por qué el Consejo General hace esta propuesta a la Congregación? El XXIII Capítulo General hizo una llamada a todos los Redentoristas a fin de “examinar nuevamente la consecuencia del ‘acto definitivo de toda nuestra Vida Apostólica como Redentoristas’; es decir, nuestra profesión religiosa” (mensaje, 4). El Capítulo General pidió también a la Congregación “Reiterar, en continuidad con el XXII Capítulo General, la necesidad de que ‘renovemos nuestra vivencia de los consejos evangélicos a la luz de nuestra comunidad y misión’, de acuerdo con nuestras Constituciones y Estatutos” (Orientaciones, 9.1). Es evidente que los sucesivos Capítulos Generales han venido pidiendo a la Congregación llevar a cabo una profunda reflexión sobre el sentido de nuestros votos y el necesario testimonio de nuestras vidas.

Además, una conciencia más profunda es absolutamente necesaria para que la reestructuración de nuestra Congregación se lleve a cabo con éxito. Durante las seis reuniones regionales del año pasado, los Superiores Mayores expresaron su amplia aprobación a los principios propuestos por la Comisión para la Reestructuración que guía el proceso. Como es sabido, el segundo de estos principios es muy tajante cuando establece una renovada estima por nuestra identidad como tarea esencial para la reestructuración: “La reestructuración en vistas a la misión debe inspirar y estimular un nuevo despertar de nuestra identidad, una conversión de nuestra mentalidad en sintonía con nuestra vocación y con una nueva disponibilidad o – de lo contrario – no llegará a ninguna parte” (Trabajo en progreso [2006], p. 5).

Finalmente, dicho año de reflexión se incorporará a un movimiento más amplio en el seno de la Iglesia que trata de entender la forma como los religiosos deben vivir hoy su consagración. la congregación para los institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica lanzó la pregunta: “¿Qué puesto se reservará a las formas tradicionales de la vida consagrada [en el tercer milenio]?” (CIVCSA, Comenzar de nuevo a partir de Cristo: un Compromiso Renovado para la Vida Consagrada en el Tercer Milenio [14 de junio de 2002] 12). En un momento excepcional de unidad, los Superiores Generales de los Institutos Religiosos Masculinos y Femeninos tuvieron un encuentro en 2004 en el que reflexionaron sobre la realidad presente y futura de la vida religiosa como “Pasión por Cristo, Pasión por la Humanidad”. La reflexión iniciada en aquel encuentro continúa hoy en la mayoría de las familias religiosas por todo el mundo. La experiencia de las visitas del Consejo General a las (Vice)Provincias nos convence de que también nuestra Congregación debe unirse a este movimiento de forma organizada. Finalmente, dicho año de reflexión debe servir de valiosa preparación para el XXIV Capítulo General de 2009, ayudándonos a comprender mejor lo que somos y lo que debemos hacer para ser fieles a nuestra vocación. El Consejo General y la Comisión Preparatoria recibirán con gusto las propuestas concretas de las (Vice)Provincias que serán fruto de ese año especial.

En el transcurso de este año, el Gobierno General ofrecerá a las (Vice)Provincias medios para ayudar a esta reflexión, inclusive una Communicanda, y también textos del Secretariado General de Espiritualidad Redentorista así como de la Oficina de Comunicaciones. A estas alturas, su unidad debe haber recibido ya el tercer folleto de la serie Carisma 2000: Carisma 3: La Comunidad Apostólica Consagrada a Cristo Redentor, que las comunidades locales pueden usar para hacer una reflexión sistematizada sobre los temas del tercer capítulo de nuestras Constituciones y Estatutos.

El Gobierno General está haciendo de dicha reflexión una prioridad en su programa de trabajo para este año; pero el éxito de la reflexión dependerá de su planificación y ejecución a nivel regional y (Vice)Provincial. Esperamos que los Superiores Mayores y sus consejos acojan esta invitación y ayuden a las comunidades locales a estudiar el sentido de nuestra profesión religiosa hoy. Entre las actividades sugeridas están: encuentros interprovinciales o regionales sobre el sentido de la vida redentorista consagrada, incluyendo la vocación de los Hermanos Redentoristas, días de oración con otros religiosos, laicos y jóvenes, seminarios sobre el sentido de nuestros votos en un determinado contexto cultural, retiros provinciales y días de retiro mensual para analizar sucesivamente aspectos importantes de nuestra consagración, especialmente la teología de nuestras Constituciones y Estatutos, utilizando los medios de comunicación para profundizar en la estima por la vida consagrada en la Iglesia y en el mundo.

¿Priorizar nuestra profesión religiosa sería dar de lado al tema de este sexenio: Dar la Vida por la Abundante Redención? Absolutamente no, pues el abundante amor de Dios derramado en Jesucristo es un punto de partida necesario para cualquier consideración sobre nuestra respuesta. Con San Pablo, queremos afirmar: “La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). Solo la certeza de que somos infinitamente amados puede ayudarnos a superar toda dificultad personal o institucional. El amor abundante de Dios nos impulsa al esfuerzo por responder generosamente a través del don total de nosotros mismos tal como se expresa en los votos de pobreza, castidad y obediencia.

Que este año ayude a la Congregación a vivir nuestra vocación en una fidelidad creativa.

Fraternalmente,

Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Superior General

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