A los Miembros de la Congregación del Santísimo Redentor

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Roma, 16 de octubre de 2005
Prot. N° 0000 286/2005

 

ref: final del Año Gerardino

 

Queridos cohermanos:

  1. A todos mi afectuoso saludo en el Señor, nuestro amado Dios y único dador de la abundante redención.

Al término del Año Gerardino, en el que se ha dado la feliz coincidencia de dos efemérides referentes a uno de los santos más conocidos de nuestra familia religiosa, Gerardo Maiella, consistentes en el centenario de su canonización, 1 de diciembre de 1904 y el 250 aniversario de su muerte, 16 de octubre de 1755, les envío a todos, padres, hermanos, estudiantes, novicios y postulantes, la presente carta.

  1. El Santo Padre Juan Pablo II, con ocasión de la apertura del año jubilar de san Gerardo, escribía así: «El año Gerardino constituye para la entera familia de los Redentoristas una ocasión propicia para renovar el compromiso personal y comunitario de responder a los desafíos actuales de la evangelización con la misma prontitud y creatividad de san Gerardo y del Fundador san Alfonso Maria de Liguori en su tiempo».

Gerardo, en efecto, es “luminoso ejemplo” del «talante espiritual» que requiere hoy la evangelización; por tanto, «os exhorto – continuaba el Papa – a seguir su mismo itinerario espiritual y, como él, a permanecer fieles a vuestro carisma sin temer las inevitables dificultades que toda auténtica renovación lleva consigo». [1]

  1. Gerardo, además de ser luminoso ejemplo para toda la Congregación, es, sobre todo, un hombre apostólico que anunció la Palabra Dios con tesón, que condujo a Dios muchos corazones, que se hizo caridad para con los demás y defendió en toda ocasión la dignidad de la persona. Este dinamismo espiritual y apostólico vivido por Gerardo es un válido estímulo para responder de forma creativa a los desafíos de la evangelización.

Volver a nuestras raíces significa justamente releer y tener viva memoria de nuestro “patrimonio de santidad” que ha encarnado y ha entregado la vida por el anuncio de la redención. La exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata nos recuerda que «los santos y las santas siempre han sido fuente y principio de renovación en las más difíciles circunstancias a lo largo de toda la historia de la Iglesia» (n. 35).

  1. El último Capítulo General, Roma 2003, señalando como tema del sexenio “Llamados a dar la vida por la abundante redención”, quiso subrayar con valentía esta «conversión personal y comuni-taria» al servicio de un anuncio siempre fiel a la intuición carismática de nuestros orígenes, tal como nos invitaba Juan Pablo II.

Nuestro primordial compromiso como redentoristas es anunciar a todos los hombres la Copiosa Redemptio; sólo encarnándola, en la vida personal y comunitaria, seremos testigos vocacionales creíbles del Reino de los Cielos. A partir de estas premisas quiero compartir con ustedes mis reflexiones sobre la riqueza espiritual de Gerardo, especialmente su mensaje, que sigue siendo actual en nuestros días.

Con ocasión de este centenario no podemos sino dar gracias a Dios por la figura de todos los demás hermanos laicos que Él nos ha dado a lo largo de los siglos, hermanos que, siguiendo las huellas de Cristo en nuestro Instituto, son representantes de nuestro patrimonio de santidad. Sin el trabajo, silencioso y valioso, de muchos hermanos laicos nuestra Congregación no podría sostenerse puesto que vendría a faltarle algo así como un “pulmón” a su esencia de comunidad para el anuncio.

I.La Espiritualidad de Gerardo

6.De la lectura del epistolario de Gerardo se ve que ya durante su vida, por los hechos que hizo y por las palabras que dijo y escribió, se muestra como un hombre fuera de lo común. La “locura” por Jesús Eucaristía, los gestos de “caridad”, el silencio ante la calumnia, le confieren el perfil de una persona extraordinaria. Él, contemplando la imagen de Dios en el rostro del hombre, trata de aliviar los sufrimientos tanto físicos como espirituales de quienes encuentra en su camino. Para acercarse a la espiritualidad de Gerardo hay que partir de su relación familiar con Dios al que llama «Santísimo, querido Dios». [2] Se trata de un Dios cercano, querido con todas las fuerzas, tenido como el tesoro y el sentido decisivo de la vida: un Dios, presencia de amor, con el que es hermoso vivir en relación de amistad.

7.Analizando los escritos de Gerardo, se ve que despliega un itinerario espiritual cada vez más caracterizado por la cercanía misericordiosa de Dios que desemboca en una relación de íntima comunión, corazón ésta de la “copiosa redemptio”. En virtud de la misma, la relación con Dios se convierte para Gerardo en una relación que le da plenitud, alegría, seguridad: una relación con la que puede “holgar” (sciala), según expresión de un fragmento de la carta a sor María de Jesús que nos ha transmitido Caione: “Yo permanezco en Nápoles para acompañar al P. Margotta y, ahora más que nunca, “holgaré” con mi amado Señor”. [3] Incluso viviendo en esta profunda comunión con su “amado Señor”, Gerardo sabe que necesita momentos exclusivos de oración, de silencio, de soledad y que no puede sino echar siempre de menos la eucaristía.

8.La espiritualidad de Gerardo es testimonio de horizontes de esperanza, de libertad, de alegría que Dios, en su manifestación misericordiosa, ha abierto a los hombres: el amado Señor, con el que vive en profunda comunión, es presencia de amor que hace a los hombres capaces de liberarse, de crecer, de “engrandecerse”. En el Reglamento, Gerardo anota estas palabras emblemáticas que pueden considerarse casi como su testamento espiritual: “Algunos se empeñan en hacer esto o aquello; yo sólo tengo el empeño de hacer la voluntad de Dios”. [4]

9.Gerardo es el enamorado de Maria, su amor a la Madre de Dios es sincero, espontáneo, ligado a los gestos y al lenguaje de la devoción mariana propia del pueblo. Él se abandona plenamente en manos de Maria y la elige, junto al Espíritu Santo, como su protectora y consoladora. La continua referencia a la Virgen en sus escritos no asume sólo el valor de protección, sino que es garantía de que el amor, la comunión con el prójimo, es visto a la luz del “Evangelio” de la vida. [5]

II.La espiritualidad de Gerardo para nosotros hoy

10.Gerardo es aún hoy día portador de un mensaje espiritual capaz de alimentar y estimular la fidelidad al evangelio en un testimonio de caridad, capaz de acoger las necesidades de los más abandonados. Hay que ver a Gerardo desde la perspectiva de una espiritualidad comprometida con la respuesta a los desafíos de la evangelización en nuestro tiempo a fin de subrayar la carga de alegría y de esperanza que caracterizan su itinerario; éste desemboca en una dinámica de anuncio redentor, misionero y vocacional hacia los más abandonados.

11.La solidaridad, pronta y generosa, con todos los pobres es un rasgo fundamental de la espiritualidad de Gerardo Maiella que nos invita a reflexionar sobre nuestro ser de redentoristas. La solidaridad con los pobres es en Gerardo, ante todo, fidelidad al Redentor y a su opción por compartir con nosotros. La verdadera caridad forja en él los gestos y las palabras partiendo siempre de las necesidades de los demás. Es fiel a la forma en que Cristo ha venido al encuentro del hombre: se encarna en la concreta situación de necesidad del hermano para tratar de darle una respuesta de efectiva ayuda. La caridad, por tanto, es siempre rica en respeto sincero al tiempo que revela, también siempre, un anuncio redentor para el hombre.

12.La devoción popular invoca a Gerardo como protector de las gestantes, y este reconocimiento lo tuvo ya en vida. Tras su muerte, se arraigó aún más firmemente y ha continuado, sin sufrir decaimiento alguno, hasta nuestros días incluso con determinados reconocimientos oficiales. El nacimiento de cualquier niño hace actual el gran acontecimiento de Belén y toda mujer que da a luz se convierte en instrumento, en las manos de Dios, de acogida de este gran misterio (Cf. Evangelium vitae, n. 1). «Este rasgo típico de su caridad – como nos recordaba Juan Pablo II en su carta – con-stituye para nosotros, Redentoristas, y para los fieles un estímulo para amar, defender y servir siempre a la vida humana». [6]

13.Con ocasión del año eucarístico, no debemos olvidar que la espiritualidad de Gerardo, como toda auténtica espiritualidad cristiana, está centrada en la Eucaristía. Él nos invita especialmente a dejarnos asombrar por la “locura” de un Dios que se da sin condiciones y gratuitamente: se hace pan no sólo para quedarse con nosotros, sino para quedarse en nosotros y transformarnos en él. Para que esto suceda hay que confiar y dejarse guiar por la Virgen María, «mujer “eucarística” en su vida entera». [7]

III. Una continua exhortación vocacional en
el
mensaje de Gerardo

  1. En la vida ordinaria, y como frecuentemente sucede también en nuestras comunidades, las relaciones se ven todavía demasiado sujetas a la lógica de la rivalidad y caracterizadas por el miedo: no tenemos el valor de dar el primer paso; esperamos que el otro nos tienda primero la mano; olvidamos, sin embargo, que sólo el anticiparse en la confianza hace al otro capaz de confianza. Debe preocuparnos sobre todo la manera en que el miedo nos impulsa a ver al pobre, lo diferente: no tanto como al portador de una llamada ética que atender, sino como al enemigo del que defenderse. Estas actitudes hacen que seamos antitestimonio del «evangelio de la vida». En este contexto se revela cuán actual es la invitación de Gerardo: ¡alegremente, con ánimo grande! Hay que dar cabida a la esperanza tanto en la vida personal como en la comunitaria y apostólica. Podemos hacerlo puesto que Dios está con nosotros escribiendo una historia de liberación y de plenitud.

Es esencial a nuestro apostolado tener siempre un “ánimo grande” en Dios a fin de convertirnos en proclamadores de la redención y en auténticos testimonios vocacionales. A los jóvenes que encontramos debemos testimoniar la razón que nos mueve en nuestro actuar diario, «siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1Pe 3,15), que es Cristo en nosotros.

Hay que redescubrir el papel y la dignidad de toda vocación y, de modo particular, la de los hermanos coadjutores. Desde siempre, han sido ellos el puente hacia el mundo en el que vivimos, permitiéndonos una verdadera encarnación en el tejido social. Ellos, con su apostolado de lenguaje sencillo, compartiendo los gozos y las tristezas cotidianas del pueblo, han sabido desde siempre comprender en profundidad las necesidades de los abandonados.

  1. La experiencia espiritual de Gerardo, centrada en Dios, presencia de amor capaz de “relajar gozosamente” el corazón del hombre, puede servir de estímulo y de sostén. En estos años hemos podido experimentar la permanente necesidad de formación continua para todos los cohermanos a fin de conseguir una mejor concreción de nuestro anuncio; y nunca como hoy debemos garantizarla a todos los miembros de la Congregación, especialmente a los hermanos laicos (Est. 084), y a los grupos que se inspiran en nuestro carisma como los Misioneros Laicos Redentoristas. En el contexto en que vivimos, actuamos y damos testimonio, estamos llamados a elaborar, con la creatividad del Espíritu Santo, «itinerarios» que conduzcan a la verdadera vida.
  2. Apremia la necesidad de impostar nuestro apostolado como anuncio liberador para todo hombre. Toda auténtica programación pastoral es siempre vocacional. Estamos llamados a una proyección apostólica que tenga como punto central la Pastoral Vocacional tanto para hermanos como para sacerdotes. La ausencia de ésta revela la fragilidad y la debilidad de nuestro modo de ser comunidad apostólica. La actual carencia vocacional, causada por múltiples factores, encuentra frecuentemente sus raíces en nuestro estilo de vida poco auténtico y atractivo. Como comunidad y como individuos, estamos llamados a ser presencia que invita, que atrae y que da testimonio.

Hay que potenciar aquellas formas de apostolado, como la pastoral vocacional, los LAR o las asociaciones gerardinas, que fueron en el pasado fuente de discernimiento y de formación cristiana para muchas personas que encontramos en nuestro camino. Nuestro patrimonio de santidad, como en Gerardo “verdadero animador vocacional”, es un estímulo válido y una ayuda para emprender, con la gracia de Dios, nuevos caminos de esperanza que desembocan en la caridad evangélica.

  1. La proclamación de la copiosa redemptio será entonces creíble, hará transparente la plenitud de la vida que Cristo vino a dar: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). Gerardo, a sus 29 años, nos ha dado testimonio de que es posible vivir en plenitud la vida porque Dios es presencia que atrae, que llena, que permite vivir y dar significado y sentido a toda existencia humana.

En nombre del Consejo General,

En Cristo Redentor,

Joseph W. Tobin, C.Ss.R.
Superior General

El original de esta carta está en italiano.

[1] Mensaje al Revdmo. P. Joseph William Tobin con ocasión de las celebraciones del Año Gerardino, n. 2, en L’Osservatore Romano, 8 de septiembre de 2004, 5.

[2] G. Maiella, Scritti spirituali, Materdomini 2001, 117.

[3] Ibi, 135.

[4] Ibi, 146.

[5] Mensaje al Revdmo. P. Joseph William Tobin, op. cit., 5.

[6] Ibidem.

[7] Ecclesia de Eucaristía, n. 53.

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