ELIGE AMAR
En este mes de santos y difuntos, como si fuera un revulsivo de vida, aparece, ya concluido, el sínodo de los obispos sobre la familia. “La Iglesia es un gigante de movimiento lento” dicen algunos, pero en movimiento. Han sido muchas las propuestas, los titulares, las imágenes que nos han mostrado una Iglesia que está en proceso, que quiere caminar. O mejor dicho, en palabras del Papa Francisco, una Iglesia que está “en salida”, “que tiene las puertas abiertas”, “que no tiene miedo”, “que se hace pobre con los pobres”, “que es alegre…”. Es verdad que, en algunas ocasiones, tendemos a amortiguar los golpes de estas palabras porque nos descolocan, y empezamos a justificarnos: no podemos abrir la iglesia porque nos roban; no podemos salir porque somos mayores, no podemos no tener miedo porque el miedo es libre… y lo tenemos. Va a ser difícil que nos situemos en otras claves, pero tiene que ser.
La Iglesia y sus instituciones no dependen de nuestras fuerzas ni de nuestros méritos, está presente el Espíritu, la Ruah que se cernía sobre las aguas creacionales y que acompañó al propio Jesús en su destino de cruz y resurrección. Nosotros, los cristianos, somos hijos de ese Espíritu, hijos de la libertad, de la paz y el amor. Y esto es lo que nos tiene que importar. Solo si contamos con él -el Espíritu-, nuestros templos se abrirán, podrán entrar otras personas y también podremos salir nosotros en su busca, desecha- remos el miedo, no porque desaparezca sino porque no nos paralice.
Hay mil maneras de amar, de ser cristiano, casi tantas como personas, pero todas convergen en el amor de Dios como clave de vida. Por eso, si una asignatura tenemos pendiente es la de aprender a amar. No mucho, que también, sino bien.
Tal vez necesitemos despertar, no de leyendas mitológicas, sino de normas y leyes que han constreñido el espíritu. Que lo han dejado mermado de libertad y movimiento. Tal vez estamos llamados a humanizar nuestras estructuras e instituciones, a proclamar menos principios generales y a acoger a las personas como viven, como sienten, en su situación concreta. No en lo que deberían vivir. El evangelio nos muestra a un Jesús maestro de vida que come con pecadores, habla con prostitutas… y a ninguno les imparte doctrina, solo les pone frente a su realidad. Si amas tu fe te ha salvado. Si duermes…
Francisco Javier Caballero, CSsR