La comunidad redentorista de Valencia ha colaborado en la Pastoral Penitenciaria de esta archidiócesis desde su aceptación de una nueva parroquia.
En prisión, como es lógico, no hay vacaciones. El año es largo y, a veces, toca sustituir a compañeros capellanes que, por diferentes motivos, no han podido asistir un sábado o un domingo.
Una prolongación de la pastoral en la prisión es nuestra labor en el Hogar Scala. Han pasado ya tres años y medio desde su inauguración. Nació con la finalidad de albergar a los condenados que han demostrado ampliamente una buena trayectoria penitenciaria y personal y que han sido clasificados en tercer grado de tratamiento.
“…el número de internos que ha pasado por el Hogar es el siguiente: en 2012, 11 personas; en 2013, 26 personas nuevas; en 2014, 26 personas nuevas y en el 2015, 29 personas nuevas”.
El Hogar Scala está abierto a los voluntarios de la pastoral penitenciaria, como también a los jóvenes de nuestra pastoral juvenil o a los laicos de nuestra Provincia. El año pasado se hicieron presentes, para celebrar con nosotros el Triduo Pascual, un grupo de jóvenes de la PJVR.
“Como Redentoristas desarrollamos aquí una labor de evangelización a los más pobres que viven en un contexto de verdadera “exclusión social”.
El futuro de nuestra presencia en la pastoral de esta prisión se encuentra pendiente de nuestro futuro como Provincia en Valencia; ello nos exigirá valorar el recorrido de los Redentoristas en esta ciudad, un recorrido que hoy cuenta con el reconocimiento de los sacerdotes de la diócesis y de sus obispos.
Creemos que nuestra presencia es visible en el barrio, en el arciprestazgo y en la diócesis. Somos reconocidos en un barrio de periferia por una presencia y labor social significativas. “Están donde tienen que estar, en medio de los pobres”, es lo que escuchamos en algunos foros de Iglesia.
Los miembros que formamos la comunidad actual nos encontramos abiertos a todo, pero creemos que es esta una labor que ayuda a vivir en el hoy la misión y la espiritualidad redentoristas.
(Raúl Valencia Gil)
El artículo completo en NER, marzo 2016