Como respuesta a la carta del Superior General invitando a la solidaridad con Haití tras la tragedia del huracán Matthew, ofrecemos la crónica-testimonio de la ONG AyC y de su acción solidaria con aquella nación.
“Del lunes tres de octubre a las diez de la noche, hasta el martes cuatro a las seis de la mañana, el Sur y el Grand’Anse, fueron un infierno”. Nos lo dice el misionero redentorista Raphael Thierry, el responsable de los proyectos que Acoger y Compartir desarrolla en Haití.
Alberto González y José Miguel de Haro, llegamos a Puerto Príncipe el domingo 13 de noviembre. Nuestra primera tarea fue fijar la agenda para esos días con sus múltiples objetivos: expresar nuestra solidaridad a los damnificados por el huracán Matthew, supervisar las cuatro estaciones solares que AyC ha instalado allí y el proyecto de placas solares ya en marcha; visitar los lugares afectados en los que hemos ido llevando a cabo en estos últimos años diversos proyectos, la mayoría de ellos colaborando con los
misioneros redentoristas: Los Cayos, Fonfrede, Château, Jérémie, Puerto Príncipe para decidir con ellos posibles ayudas. Y, finalmente, como gesto concreto e inmediato, repartir entre los pequeños de los colegios San Gerardo y el orfanato Damabiah de Puerto Príncipe, lo mismo que con los de Château y Fonfrede, más de quinientos pares de zapatos nuevos y material escolar.
Nuestra visita comenzó por la supervisión de la estación solar instalada en la escuela san Gerardo, construida hace unos años con la participación de Acoger y Compartir, SERVE y Asociación para la Solidaridad, ya que hay un informe que debemos entregar a SunEdison. Alberto González, a la vista de su buen hacer, felicitó a Romane, el técnico responsable de la instalación de las tres estaciones de Haití y la de República Dominicana. Terminamos la visita a la escuela con el reparto de material escolar y zapatos. En Puerto Príncipe el huracán no ha sido tan duro.
Esa misma tarde del lunes, tras un frugal almuerzo de arroz, salimos directamente hacia el sur donde la situación es no solo más difícil sino hasta peligrosa. Nuestro primer destino era Château. Con la misión redentorista de esta aldea llevamos años colaborando, y tras el huracán, el P. Claudel había pedido ayuda a AyC. Por cuestiones de seguridad no queríamos llegar de noche, pero no lo pudimos evitar. Encontramos destrozado el camino y las cunetas llenas de troncos de los árboles caídos. Cuando al amanecer contemplamos el paisaje quedamos mudos. Todas las palmeras, que tanta belleza daban al paisaje, se encontraban humilladas y rotas, como el pueblo, con sus palmas caídas y muchos troncos doblegados. Los cocoteros sin cabeza parecían un campo de lanzas clavadas a tierra. El huracán les había robado su alegría. Las casas más humildes prácticamente habían desaparecido, y las más sólidas estaban todas sin tejado. Todo al descubierto. Era y sigue siendo una foto rota.
Afortunadamente el colegio, construido con la ayuda del Real Madrid, no ha sufrido ningún daño grave y ha servido de albergue durante estos días tan dramáticos.No así la iglesia que ha quedado totalmente destruida, salvo algo de la fachada, un trozo de una de las paredes laterales y la torre, salvada a causa de sus muchos ventanales sin cristal. Sin embargo los cuatro cursos de infantil, que la tenían como su aula de clase, han quedado sin cobijo.
Con la ayuda y compañía del P. Claudel, visitamos varias de las muchas familias damnificadas. En ese trayecto vimos con inmensa pena cómo el huracán había destruido el molino que con tanto esfuerzo habíamos conseguido inaugurar, y que tanto trabajo evitaba a lasmujeres que solían ir cargadas hasta Arniquet para moler el grano. Nos miramos impotentes. Somos demasiado pequeños ante tanta destrucción. Pero seguro que encontraremos alguna respuesta.
El huracán ha sido especialmente cruel con las familias empobrecidas de esta zona y otros lugares del sur. Como primera ayuda hicimos una pequeña aportación económica entregada en mano y con rubor. Son personas que lo han perdido todo. Se han quedado a la intemperie. El colegio ha sido el único lugar seguro.
Pero han optado porque esta semana los pequeños vuelvan a sus clases. Así que estas empobrecidas gentes están intentando reconstruir un chamizo donde habitar. No está ocurriendo así en Los Cayos, ciudad muy cercana. Los acogidos en las escuelas se han echado a la calle para protestar, porque el gobierno, sin ofrecer ninguna alternativa, los obliga a abandonar ese refugio para dejar sitio y reiniciar las clases.
La visita continúa al día siguiente en Fonfrede, que no ha sido tan castigado. Aquí nuestra alegría fueron los rostros de los más pequeños al recibir su caja de zapatos. El plan era continuar viaje hacia Jérémie. Todo aconsejaba hacerlo a pleno día porque es la zona más frecuentada por los bandidos y salteadores de camiones con ayuda humanitaria. Nosotros sólo llevábamos seis nuevas placas solares para proporcionar luz eléctrica a la casa noviciado de los Redentoristas. Nos habíamos citado allí con el técnico. Sin embargo, nada salió según lo programado porque una gran manifestación en Los Cayos impidió que partiera el autobús en el que viajaría el técnico.
En Jérémie el huracán había arrancado de cuajo las placas solares llevándoselas por el aire hasta una finca cercana. Estaban completamente destruidas. Pero eso era algo menor comparado con el desastre vivido en esta ciudad. Quizás por eso, es la zona donde la reacción ha sido más violenta y radical. El superior nos contaba la tensión vivida durante su visita entre el obispo y la población damnificada, muy agresiva por la desesperación. El paisaje produce una enorme tristeza porque, en una zona que vive de la agricultura, han quedado sin cosechas, animales y árboles. Sólo troncos pelados, como si fuera una manifestación de postes de luz. Más de cien ONG han acudido en ayuda.
También aquí nos vimos con algunos damnificados.
Al día siguiente visitamos en Charpentier, un barrio de los Cayos, el dispensario inaugurado en mayo de 2012 y construido con la ayuda del grupo de Zaragoza y las Hermanas de la Consolación.
La parte nueva estaba intacta y sigue acogiendo amuchas mamás y papás que vienen con sus bebés enfermos. Pero la parte vieja ha sufrido la caída de los grandes árboles de su entorno y está muy dañada. La comunidad religiosa que lleva el dispensario nos ha pedido también ayuda. Queremos redactar un proyecto y evaluar un presupuesto.
Acoger y Compartir mantiene su solidaridad. Este mes de noviembre, como hemos relatado más arriba, se han enviado desde Madrid, Cazorla y Tenerife tres contenedores con ayuda humanitaria para los damnificados. Se ha preparado una estrategia para que los bandidos no se apropien de esta ayuda y conseguir que llegue a su destino. Se distribuirá a los niños y a sus familias dentro de la zona cerrada de los edificios de las escuelas de la misión redentorista. Cada párroco presentará, además, una relación con las familias más necesitadas.
Por otro lado, estos días hemos puesto en marcha algunas iniciativas más. Además de la ayuda económica entregada en mano, se están instalando placas solares para facilitar luz eléctrica en la escuela de Château y en la comunidad de Jérémie. Al quedar destruida la iglesia de Château, ya hemos comenzado a construir cinco nuevas aulas en los altos de la escuela nueva, para los cursos de infantil que estaban usando la iglesia, y continuamos facilitando ayudas para la escolarización de los críos en Fonfrede y Château. Finalmente estamos estudiando cómo reconstruir las salas dañadas en el dispensario de Los Cayos. Nuestra solidaridad continuará hasta donde podamos llegar.
Con motivo de las elecciones, previstas para el domingo 20, nos aconsejaban no estar en el país ese día. Así que volvimos a Puerto Príncipe, visitamos el orfanato Damabiah, al que mensualmente se le aporta la comida necesaria para el sostenimiento de los sesenta niños allí acogidos, y el sábado temprano nos llevaron a la frontera de Jimani. Al otro lado nos esperaba el P. Emilcy Jeune, uno de los redentoristas que trabajan con haitianos refugiados en la sierra fronteriza, entre República Dominicana y Haití. En la comunidad redentorista de Paraíso nos estaban esperando. Por la tarde subimos a la sierra de Audón donde AyC construyó un refugio que ha sido de mucha utilidad en estos días del huracán.
Tras la supervisión de la estación solar, celebramos la eucaristía de clausura del Año Jubilar de la Misericordia con esta pequeña comunidad de haitianos, que hablan español. El domingo vinieron a buscarnos y nos llevaron hasta la capital para reemprender la vuelta a Madrid.
José Miguel de Haro, C.Ss.R
(NER – n. 632 diciembre 2016)