De Mozambique a Córdoba: Yoyoca vuelve a caminar

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De Mozambique a Córdoba: la historia de Yoyoca, la niña que cumplió su sueño de volver a caminar

(Córdoba, Argentina) – Nació en Nhachengue, una aldea rural de Mozambique. Cuando tenía apenas un año y medio, se quemó los pies y tuvieron que amputárselos. Hoy, 10 años después, Yoyoca volvió a caminar gracias a unas prótesis que le consiguieron en Córdoba, la ciudad que adoptó como propia.

“Estoy re contenta. Extraño un montón y trato de que se me pase pensando en otras cosas, haciendo cosas que me gustan y eso ayuda para olvidar”, cuenta “Yoyo” a LA NACION. “Por mi salud, por mis prótesis -que no pueden andar sobre arena y en Mozambique hay mucha- tengo que vivir acá. Ese es mi sacrificio, pero soy feliz”.

Silvia Somaini e Irene Albrecht son las creadoras de la fundación “Yoyoca, África de Pie”. Aunque nació para ayudar a que la nena pudiera caminar, hoy continúa colaborando con otros chicos con problemas de salud. Las mujeres, quienes trabajan con la congregación Misioneros Redentoristas, apadrinaban unas nenas en Mozambique y viajaron en 2013 a conocerlas.

La situación de Mozambique (que tiene 24,1 millones de habitantes) es dramática. Cada niño es un sobreviviente en una población en la que esperanza de vida alcanza los 50,3 años y el índice de mortalidad entre los menores de cinco años es de 57 en 1000. El 70% de la gente vive por debajo de la línea de pobreza. Organizaciones internacionales estiman que unos 400.000 chicos quedaron huérfanos a causa del HIV.

Los redentoristas -la congregación fue fundada en 1732 por San Alfonso para predicar y ayudar a los pobres- están en el barrio más pobre de Maputo, la capital de Mozambique. El misionero Ernesto Steeman lleva 14 años en el país y es uno de los amigos de Yoyoca.

“Sin luz, sin agua ni recolección de basura; la gente duerme en el piso, comparte un escusado y comen lo que pueden”, describe Somaini. Después de visitar a sus ahijadas, con Albrecht se fueron a recorrer aldeas rurales y conocieron a Yoyoka. La nena se había ido a vivir con su abuela en Massingha, a 650 kilómetros de la capital.

Una historia de lucha

“Al verla caminar con las rodillas se nos rompió el corazón”. Tuvo el accidente al año y medio. Estaba sola con su hermanito al lado del fuego cuando se cayó. Aunque tiene quemaduras en las manos, lo peor fueron los pies, que “se incineraron”. A los 6 años, por una infección muy grande, un sacerdote la trasladó a Maputo, donde debieron amputarle los dos pies y tobillos. “No murió sólo porque Dios intervino. No había antibióticos ni forma de parar la enfermedad”, asegura Somaini.

Con todo, entonces Yoyoca también sonreía con esa sonrisa que le llena toda la cara. Y cantaba, igual que hoy canta algunos temas de Abel Pinto. Las cordobesas decidieron que debían ayudarla, que había que lograr que se pusiera de pie.

En 2014 Yoyoca y su mamá Bellinha llegaron por primera vez a Córdoba. La solidaridad permitió el viaje. La madre se quedó un mes y ella, más de un año. Hizo amigos, festejó su cumpleaños y dedicó seis meses a rehabilitarse para tener fuerza y probar las prótesis que le donó una ortopedia cordobesa.

“Siempre fue un canto a la vida que provoca admiración -dice Somaini-. En la silla de ruedas cantaba y bailaba. Tiene una fuerza interior increíble”. Aprendió español mezclándolo con el portugués que hablaba en el colegio, al que extrañaba.

A los 20 días de usar el andador, lo dejó y empezó a caminar sola. Entonces llegó el momento de volver a su país, donde -para estar más cuidada- ingresó como interna a un colegio de monjas. La idea era que estuviera más confortable y que recibiera una mejor educación. A los meses se le infectaron los muñones y debió usar silla de ruedas unas ocho semanas.

La amputación dejó el hueso de una pierna más largo que el de la otra y, además, pegados a la piel, lo que genera complicaciones, lastimaduras y más posibilidades de infecciones.

Su regreso a Córdoba

Yoyoca creció y las prótesis dejaron de servirle. En 2016 otra vez la solidaridad de los cordobeses permitió su regreso. “Estoy muy contenta. Extrañaba mucho la comida de acá, sobre todo las milanesas con papas fritas”. Ese gusto continúa, pero ahora ya no está tan decidida -como entonces- a estudiar Medicina. “Son muchos libros -dice riéndose-, pienso que tal vez podría ser locutora”.

Esta segunda vez planteó una encrucijada: mientras ella crezca las prótesis deberán cambiarse. Una ortopedia de Buenos Aires ofreció unas de mayor calidad, pero difíciles de adaptar a la vida en Muamba. La oferta coincidió con la idea de la mamá de “Yoyo” de que la adolescente se radicara en la Argentina.

“Pensalo tranquila y decidilo”, le dijo Somaini. “Ya sé, yo me quedo”, respondió de inmediato. Hoy vive en la casa de su mejor amiga -con esa familia Somaini tiene la guarda compartida-, y cursa segundo año del secundario. Hace un tiempo se bautizó y en las próximas semanas hará su primera comunión.

Córdoba es su casa. Disfruta de visitar amigos y salir a pasear, le encantan las fiestas y la música. “Me gusta dormir, salir con amigas. Estoy cerca de un club donde se juega hockey y hago rehabilitación. Todavía no corro muy bien, pero estoy mejorando”.

Sólo el comienzo

Cuando la solución para Yoyoca se consiguió, en la fundación sobrevino la pregunta sobre cómo seguir. Si apoyando el programa de padrinazgo de los Redentoristas o el de leche para los niños. “Hay mucho para hacer porque la pobreza es extrema. Cuando uno ve cómo viven no deja más una canilla abierta ni tira un resto de comida”, explica Somaini.

Mientras resolvían cómo encausar la ayuda, la familia de Javier, un nene 8 años de Catamarca, que nació con apenas una parte de sus brazos, contactó a la fundación. “Fue la señal. Después apareció otro caso y así nos fuimos encaminando”.

Ya está en marcha la campaña para las prótesis en ambos brazos de Javier y la cirugía reconstructiva, para las prótesis de manos de Nicolás, de 9 años, y para colaborar con Neoma, de tres años, una nena de Trinidad y Tobago que requiere de un tercer trasplante de hígado.

Esos chicos, subrayan desde la fundación, tienen como común denominador ser muy humildes y vivir con “una alegría enorme, con fuerza para sobreponerse”. “Todos se merecen alguna ayuda”, insisten. Además, colaboran con un grupo de médicos argentinos y españoles que viajan a Mozambique para hacer cirugías.

“Ellos también necesitan. Es bueno que tengan la misma posibilidad que yo tuve y que los ayudemos a estar sanos para que así puedan estar bien y hacer lo que sueñan”, afirma Yoyoca. Y sonríe.

(de www.lanacion.com.ar)

Fundación Yoyoca África de Pie:

https://www.facebook.com/Fundaci%C3%B3n-Yoyoca-%C3%81frica-de-Pie-311728128988654/