Roboética: un comienzo de conversación sobre inteligencia artificial y ética
El propósito de esta serie de artículos es comprender y reflexionar sobre algo que gradualmente se vuelve cada vez más común en la vida de la sociedad. El uso de robots, por ejemplo, una vez presente solo en el mundo de la ciencia ficción, hoy deja las pantallas del cine para convertirse en realidad. De hecho, estas tecnologías se aplican en diferentes áreas de la vida humana y, en muchas situaciones, plantean cuestiones complejas, debido a las mismas ambivalencias derivadas de las tecnologías mismas y de sus posibilidades de dañar al ser humano, así como a otras formas de vida que lo rodea. Así, desde este nuevo campo de discusión, se inaugura una nueva área de ética aplicada a la robótica para reflexionar sobre estos problemas.
La película “The Bicentennial Man” (también disponible en otros idiomas) cuenta la historia de un robot, “Andrew”, comprado para realizar servicios domésticos y que se humaniza gradualmente. Su presencia en la familia genera tensiones y malestares, sorpresas y expectativas. En este proceso de humanización del humanoide, surgen algunas características: identificación de emociones, creatividad, sensibilidad, el deseo de cambiar el rostro rígido para transmitir mejor los sentimientos, el deseo de libertad, los deseos y las ganas sexuales, amar, envejecer y morir. Por lo tanto, el tejido del proceso de humanización del autómata toca cuestiones fundamentales y experienciales que solo los seres humanos pueden hacer. En la película, este proceso de humanización genera tres realidades: la extrañeza del ser humano que vive con un humanoide, la reacción interna de la familia; el temor de que la criatura supere al humano y se vuelva incontrolable, temor que se manifiesta en la expresión de su vendedor cuando quiere destruirlo y la creencia en el desarrollo de tales tecnologías, en la imagen de su dueño que no acepta destruirlo y lo ve más bien, como un compañero , cree en la máquina y quiere potenciarla.
Ya al comienzo de la película, Andrew, cuando está conectado, presenta en su manual de instrucciones los llamados principios de Isaac Asimov (1920-1992) o las tres leyes de la robótica: 1) Un robot no puede dañar a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sea dañado; 2) Un robot debe obedecer las órdenes dadas por el hombre, a menos que dichas órdenes entren en conflicto con la primera ley y 3) un robot debe proteger su existencia en la medida en que dicha protección no entre en conflicto con la primera o la segunda ley. Así, incluso de una manera ficticia, la obra ya plantea una serie de preguntas que se profundizarán más adelante.
p. Rogério Gomes, CSsR