El COVID-19, enfermedad respiratoria potencialmente mortal de la familia de coronavirus registró el pasado 7 de marzo de 2020 el primer caso positivo y al día siguiente el segundo. Este hecho llevó al Gobierno Nacional el 10 de marzo el anuncio de una medida drástica con la vigencia la Emergencia Sanitaria decretando la suspensión de clases, la no aglomeración de personas, la limitación de las labores en instituciones públicas y privadas y la campaña “Epyta nde Rogape” (Quédate en casa). Estas medidas, fundadas en el Código Sanitario, se fueron endureciendo a medida del avance y nuevas confirmaciones de casos positivos refrendadas con la declaración del coronavirus como pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el miércoles 11 de marzo.
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Esta emergencia ha llevado también a plantear otros problemas sociales: miles de paraguayos han perdido el empleo o han entrado en receso, las pequeñas y medianas empresas sin posibilidad de generar trabajo, las instituciones educativas privadas y subvencionadas con sus 30 mil profesores y personales administrativos y de servicio a la deriva, la respuesta deficiente y politizada a los sectores más vulnerables con programas como Pytyvo (ayuda social y subsidio), Politica de Seguridad Alimentaria Ñangareko (cuidar). Tekopora (vivir bien) orientado a la protección y promoción de las familias en situación de pobreza y vulnerabilidad.
La Conferencia Episcopal Paraguay también se unió a la llamada del Gobierno a “Quedarse en Casa” replanteando todo lo referente a las celebraciones litúrgicas y encuentros de los distintos grupos parroquiales. “Ante la confirmación de la presencia del Coronavirus por parte del Ministerio de Salud Pública de nuestro país, el Consejo Permanente de la CEP, exhorta a los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los fieles laicos y a todas las personas de buena voluntad a adoptar las medidas de prevención y seguir las indicaciones de los organismos del Estado para evitar el contagio y la propagación de la enfermedad”. El cierre de los templos ha llevado a una nueva manera de ser iglesia y hacerse presente en medio de la comunidad, especialmente a través de los medios modernos de comunicación.
Los Misioneros Redentoristas se acogieron a esta llamada y han puesto en movimiento una serie de respuestas para seguir acompañando al pueblo en su vivencia religiosa y ofreciendo palabras de consuelo y apoyo ante el miedo, la inseguridad y el sufrimiento causado por esta pandemia.
Las distintas parroquias redentoristas a puertas cerradas a través del Livestream empezaron a ofrecer celebraciones eucarísticas, rezos de rosarios, reflexiones cotidianas, novena a la Madre del Perpetuo Socorro. Uno de los sacerdotes escribió una canción y produjo con un grupo de cantantes religiosos un hermoso material visual “Quédate en Casa” motivando a la esperanza en un momento de crisis.
Las celebraciones cuaresmales tuvieron un toque diferente ante la realidad de la cuarentena que imponía a todos a la restricción grupal. El Domingo de Ramos los párrocos salieron al encuentro de sus feligreses con Cristo Eucaristía y la bendición de las palmas y todas las celebraciones de la Semana Santa a través del livestream, facebook, zoom, fan page con la participación de miles de fieles. Las comunidades parroquiales han sido acompañadas en la vivencia de su fe en estos días santos.
La Pastoral Juvenil de casi todas las parroquias redentoristas ha ofrecido una experiencia extraordinaria con la Pascua Joven Virtual con una muy buena respuesta de los jóvenes redentoristas. Creatividad juvenil en su máxima expresión.
La Comunidad Formativa “Beato Pedro Donders” de Asunción ha tenido que readaptar sus actividades académico-formativas. Las clases presenciales en la facultad fueron suspendidas e implementaron las virtuales. Las tradicionales misiones de Semana Santa quedaron sin efecto pero la vida de los seminaristas sigue en movimiento y con mucha acción con las eucaristías diarias, rezo del santo rosario, actividades manuales para mantener la casa en orden, reflexiones y novenas a través de los medios de comunicación. Han preparado una material impreso para ayudar a las comunidades a vivir la Semana Santa con el método de la Lectio Divina.
Para cerrar esta breve presentación quisiera ofrecer una reflexión con algunos elementos de carácter ético. La pandemia del coronavirus pone al descubierto las flaquezas y desigualdades que tenemos como sociedad. Un sistema que privilegia a los que tienen más y deja al margen a las mayorías que no pueden acceder a una vida digna. El frágil sistema sanitario está enfrentando la pandemia con mucha precariedad basta escuchar las denuncias de médicos y enfermeras de la escasez con la que se manejan para cumplir con su labor.
En uno de los capítulos de la obra “Hijo de Hombre” del ponderado escritor paraguayo se describe de alguna manera lo que estamos viviendo como país con el anuncio del primer caso de coronavirus el 7 de marzo por el doctor Julio Mazzoleni, ministro de Salud. Abruptamente se interrumpe la fiesta en la que todo el pueblo estaba participando y comienza una estampida generalizada. El pueblo de repente descubre que los leprosos en medio de la oscuridad estaban bailando con ellos.
La situación que estamos pasando nos está demostrando que algo tan humano como la salud nos desafía a todos. Un insignificante virus nos puso de manifiesto que a pesar de nuestra omnipotencia “no somos nada” y, por eso, es necesario cuidarnos. Estamos ante la fragilidad de lo humano que nos revela que todo está interconectado. Esta situación nos hace descubrir nuestra dependencia unos de otros. Hoy toca a cada uno cuidarnos y cuidar de los otros y superar la lógica egoísta de los intereses personales abriéndonos al reconocimiento del otro como mi hermano y que soy responsable de él.
Como nos ayudaba a la reflexión el papa Francisco, “con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”. Esto significa que debemos proteger cuidadosamente a los sectores más vulnerables y desfavorecidos de la sociedad, tanto en términos médicos como económicos.
La sabiduría popular nos dice que «debemos arar con los bueyes que tenemos», el liderazgo nacional tendrá que estar a la altura, no por virtud sino por imperante necesidad. Hoy lo más apremiante es la unión en la lucha contra el enemigo común y la protección de aquellos más vulnerables, entre todos, sin banderas políticas ni preponderancia de ningún credo o ideología. Sin el trabajo en común no podremos salir de esta con el menor número de pérdidas humanas, que, bajo estas circunstancias, ha de ser el criterio fundamental de las decisiones. Los tiempos exigen un liderazgo eficaz y también una disposición generosa de los equipos técnicos y de todos los ciudadanos de la nación. La consigna ha de ser una: salvar vidas. Esta pandemia solo será resuelta con la colaboración de todos y cada uno de los ciudadanos. Cumplir todo lo que se pueda las medidas de higiene y aislamiento es un imperativo para cada persona. Mantener el distanciamiento social es un acto de solidaridad y compromiso con los demás.
Esta pandemia nos exige repensar la forma en que habitamos la casa común, la forma en que producimos, consumimos y nos relacionamos entre nosotros y con la naturaleza. O nos sentimos humanos, iguales en la misma casa común, o nos hundiremos todos.
P. Miguel Angel Martinez Cantero, C.Ss.R.