Un Solo Cuerpo – Clemente María Hofbauer: Generador de vínculos de amistad

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Introducción

Quienes llegan a un territorio de misión casi siempre se verán enfrentados a situaciones desconocidas. Ahí, casi todo es novedoso y pocas cosas resultan familiares. En situaciones como estas, se actúa a partir la experiencia recogida y se aplican aquellos métodos que, si bien han probado ser eficientes en otros lugares, en las nuevas circunstancias no siempre resultan exitosos. Lo cierto es que sin una buena red de personas en quien apoyarse, muy pronto descubrimos que los nuevos escenarios se van tornando cada vez más desafiantes. Clemente M. Hofbauer tuvo que enfrentarse a muchos de estos retos en su vida, y logró encontrar respuestas de manera oportuna; respuestas innovativas que, hasta el día de hoy, nos pueden seguir inspirando, particularmente en lo relativo a la red de amigos que comparten la misión.

Solamente… acompañados

En Varsovia, San Clemente se enfrenta a un nuevo ambiente. Aunque trae consigo las experiencias vividas en Viena y Roma, rápidamente se da cuenta de que en Varsovia su manera de trabajar no siempre respondía a las necesidades de la gente. Además, la situación política hacía que las misiones populares en la ciudad fueran imposibles. De Esta manera, Clemente y sus compañeros se ven obligados a buscar maneras nuevas y creativas para encarnar el carisma redentorista en este lugar. Ellos estaban impulsados por un profundo deseo de “proveer a la salvación de los habitantes” (Carta 31.12.1796 al Superior General Blasucci). Es así como nace la idea genial de una “misión perpetua” en la Iglesia de San Benón.

Al igual que San Alfonso, Clemente comprendió que no era suficiente únicamente con predicar. La predicación, la caridad y la educación debían ir de la mano. En Varsovia, se enfrentó a la realidad de la carencia de educación en las clases más pobres y por eso fundó escuelas, con lo cual atrajo las críticas del Gobierno y de sus superiores. Pero Clemente quiso hacer posible una experiencia de la salvación que abarcase todas las dimensiones y por eso tuvo en cuenta a toda la persona humana y sus necesidades (cf. K 5). Él lograba percibir dónde estaba la necesidad. Entre otras cosas, construiría también un orfanato, una escuela para niños y otra para niñas. Pero Clemente sabía que no podía hacer todo esto solo. Por eso, por un lado, lo vemos preocupado por incorporar nuevos miembros a la Congregación, para lo cual ponía todo su corazón y su alma. Por otra parte, lo vemos también buscando la colaboración de los laicos, hombres y mujeres, y por eso funda asociaciones de oblatos, en Varsovia, Jenstetten y Babenhausen con una tarea claramente misionera. Un grupo de mujeres en Varsovia se ocupaba de la educación de las niñas. Clemente también tenía planes para la fundación de una comunidad misionera femenina, pero esta obra no pudo concretizarse a causa de la expulsión de Varsovia. Más tarde, en Viena, su red se ampliaría para incluir a personalidades prominentes, poetas y mujeres cultas. Para los tiempos inciertos que Clemente experimentaba, esta red de colaboradores probaría ser de un valor incomparable.

Tenía una gran confianza en esta red de colaboradores, como lo había hecho San Alfonso en Nápoles con los colaboradores de las “cappelle serotine”. De esta manera, dentro de la familia redentorista tanto las comunidades femeninas, como los oblatos, los laicos asociados y todos los colaboradores, pueden identificarse y sentirse cercanos a San Clemente. Parte de su legado para nosotros hoy consiste en que, gracias a esa red de asociados en la misión, el carisma redentorista puede expresarse con un nuevo rostro, a través de muchos hombres y mujeres.

Esta red de asociados en la vida de San Clemente es un eco de la vida de la Iglesia naciente. Uno de los pasajes bíblicos más significativos sobre la interacción de hombres y mujeres en las primeras comunidades cristianas es Rom 16, 1-16. Pablo hace mención de varios nombres de la comunidad, e incluye a algunos que considera “son de los nuestros.”  Se enumeran nombres judíos y no judíos, individuos, parejas de casados, familias enteras, esclavos y hombres libres. Pablo obviamente los conoce a todos “por su nombre”, tal como Dios conocía a su mensajero Moisés (cf. Ex 33, 17). Pablo resalta la labor de estas personas en la implantación del Evangelio y parece reconocer que sin ellos no habría podido realizar su misión. Esto es particularmente evidente en Febe, de quien Pablo dice que ha sido una ayuda para él y para muchos otros (Rom 16, 1 ss). “Desde sus comienzos, la misión de la Iglesia primitiva se desarrolla a partir de una densa red de relaciones personales que nacían y se renovaban a través de una misma fe” (Rudolf Pesch).

De manera similar, en la vida de San Clemente podríamos mencionar a sus cohermanos Tadeo Hübl, Martin Stark, José A. Passerat, Johannes Podgórski, por nombrar sólo algunos. De la misma manera, Clemente se refería a la condesa polaca Helene Chrapowicka como “nostra amica ed oblata.”  En Viena podríamos nombrar a Friedrich y Dorothea Schlegel, Sophie Schlosser, Johann Emanuel Veith, Joseph Freiherr von Penkler, Maria Rizy, que más tarde se haría Redentorista, y muchos más. Los nombres de las mujeres que apoyaron a San Clemente en Varsovia en su trabajo con las niñas siguen siendo desconocido. En una de sus cartas (1806) a los cohermanos escribía que, la hermana María Josefa en Babenhausen “aunque a veces se torna incómoda porque ocupa el tiempo de los hermanos, nos es muy útil”. ¡Aquí está el detalle! Sí, los que trabajan con nosotros también necesitan atención y tiempo. ¡Y no pocas veces son las personas incómodas las que nos rodean! Tal vez, estas son las personas que nos ayudan a ver las cosas que a veces pasamos por alto y nos mueven a mirar desde otra óptica.

La asociación en la misión y su profunda conexión con el carisma

La asociación para la misión hunde sus raíces en la historia de la Congregación redentorista y se remonta a sus inicios. ¿Quién puede afirmar con razones justificadas que la misión compartida es simplemente un accidente o que no está conectada con nuestro carisma? ¿Acaso no es parte de nuestra fidelidad creativa el buscar constantemente formas nuevas de adaptación para nuestro tiempo?

En 1843, 20 años después de la muerte de San Clemente María Hofbauer, bajo la influencia de los sermones de los Redentoristas en Viena, se fundó una congregación religiosa femenina, dedicada a la educación humana y religiosa de las niñas pobres. Con el tiempo se han fundado casi 40 comunidades femeninas que, con diferentes grados de intensidad, han estado vinculadas al carisma redentorista. La colaboración con los Oblatos o los Asociados está anclada a los Estatutos Generales y se concreta y actualiza en cada una de las unidades de la Congregación (02). Desde el 21º Capítulo General de 1991, la Congregación ha vuelto a promover la colaboración con los laicos y, en muchos lugares y en diferentes formas, la ha integrado en la vida apostólica de los Redentoristas. Detrás existe una eclesiología que se toma en serio el llamado del Evangelio, con el cual todos los bautizados, hombres y mujeres, son convocados y enviados, y todos se sienten parte y se hacen responsables de una iglesia misionera. El 25º Capítulo General de 2016 confirmó este camino y pidió que se continuara desarrollando. “La asociación para la misión” es un signo del trabajo del Espíritu Santo. El único “cuerpo misionero” del que habla la Constitución 2 se extiende más allá de la Congregación redentorista en sentido jurídico. Dondequiera que los Redentoristas, profesos y laicos, hombres y mujeres, hagan presente a la Congregación, darán también testimonio de una verdadera fraternidad eclesial, realizando su unidad en la diversidad de los dones y los carismas.

Nada de esto se desarrolla persiguiendo únicamente beneficios particulares. Tampoco se trata únicamente de “balancear” la falta de vocaciones a la vida religiosa en algunos países. Todos son necesarios, cuando de proclamar la abundante redención se trata. Qué hermoso es cuando la gente dice: “Aquí todos, hombres y mujeres, sacerdotes, hermanos, religiosas y laicos trabajan juntos, ¡y se puede sentir la acción del Espíritu y el fuego del Evangelio!

Preguntas para la reflexión:

·         ¿Cuáles son los nombres de las personas que comparten con nosotros la proclamación de la abundante redención? Los nombres pueden escribirse en un cartel y hacerlos visibles a todos.

·         Dentro de la misión compartida (con los laicos o con los profesos), ¿con quienes estoy particularmente agradecido? ¿quiénes han sido mis “colaboradores” (Rom 16, 1 ss)?

·         ¿Qué nuevos acentos podríamos poner en la “asociación para/en la misión”? ¿Con quién más podríamos relacionarnos? ¿Qué tipo de asociación podríamos intensificar hoy para anunciar mejor la abundante redención?

Oración

Dios de la vida,
tu obra se ha realizado en la vida de San Clemente María Hofbauer.
Junto con él, has llamado a muchos colaboradores
para proclamar la abundante redención.
Te damos gracias por todos los que nos acompañan
en la proclamación del mensaje liberador de tu evangelio.
Te damos gracias por su amistad, su testimonio, por sus dones y sus carismas.
Juntos trabajamos para sanar este mundo herido,
y para que todos puedan experimentar tu salvación.
Estamos listos para ser enviados, como un solo cuerpo misionero.
Bendice el caminar que hemos iniciado en esta dirección y danos valor y creatividad.
Te lo pedimos, por Jesucristo tu Hijo Jesucristo, en la unidad del Espíritu Santo,
a Ti que vives y reinas y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.

Esta reflexión fue escrita por: Hermana Anneliese Herzig MSsR

Hermanas Misioneras del Santísimo Redentor

Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com.

Traducción: Cristian Bueno, CSsR