Pacto educativo global: el papel de la universidad (Parte 1/2)

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

El evento “en presencia” del Pacto Mundial sobre Educación (Global Compact on Education), deseado por el Papa Francisco, estaba programado para el 14 de mayo de 2020, pero se pospuso debido a la pandemia de Covid-19. Desde entonces, se ha continuado realizando una serie de seminarios temáticos en diversas instituciones académicas. Recientemente, el 15 de octubre de 2020, el Papa dio un nuevo impulso a la iniciativa con un mensaje en video sobre el tema que fue transmitido durante un evento organizado en la Pontificia Universidad Lateranense.

La publicación, el 4 de octubre de 2020, de la encíclica Fratelli Tutti [FT] reinició la necesidad de aunar esfuerzos para avanzar juntos hacia la fraternidad y la amistad social a todos los niveles. Esto no será posible sin “una educación en la fraternidad y el diálogo” (FT 103) que también nos permita percibir tanto el grito de los pobres como el grito de la tierra, porque “todos estamos conectados” (Hermanos todos) y “todo es conectado ”(Laudato si ‘) en la casa común.

Formación universitaria e integral

La universidad puede jugar un papel importante en este viaje educativo si logra integrar armoniosamente el aprendizaje y el servicio social a la comunidad (aprendizaje servicio). Las ideas y el conocimiento por sí solos no son suficientes. En lugar de limitarse a ejercer una función puramente instrumental y transmisiva, la universidad debe potenciar la visión holística de la realidad y las relaciones familiares en el hogar común. También internamente, la calidad de la relación entre profesores y alumnos determina el nivel de éxito de las iniciativas formativas. De hecho, “Una educación fructífera no depende principalmente de la preparación del profesor o de las habilidades de los alumnos, sino de la calidad de la relación que se establece entre ellos”. (Congregación para la Educación Católica, “Pacto Mundial por la Educación. Instrumentum laboris”, [PEG], n. 3.2).

La educación es fundamental para cambiar la mentalidad individualista que subyace al paradigma tecnocrático imperante. Para ello, la universidad deberá colaborar con otros campos educativos. Entre ellos, la encíclica Laudato sì [LS] menciona “la escuela, la familia, los medios de comunicación y la catequesis” (LS 213). “Una buena educación escolar en la infancia y la adolescencia siembra semillas que pueden producir efectos a lo largo de la vida” (LS 213).

Al continuar con esta formación, la universidad debe promover la investigación que ayude a mejorar el conocimiento de los problemas ambientales y cómo abordarlos. Al hacerlo, promoverá las relaciones entre las personas y fortalecerá el papel decisivo de la comunidad en la formación humana. No puede limitarse a transmitir información técnica y científica. Debe fomentar y garantizar una formación integral, orientada a transformar el corazón y la mente para crear una ciudadanía ecológica y solidaria.

Una educación polifacética, porque “todo está conectado”

La búsqueda de la unidad en la diversidad, propia de la auténtica vida familiar, debe continuar en la educación universitaria. “El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que mantienen en él su originalidad” (Evangelii Gaudium [EG] 236). Este enfoque multidimensional, dice el Papa Francisco, tiene como objetivo “construir una” aldea de educación “donde, en la diversidad, se comparta el compromiso de generar una red de relaciones humanas y abiertas”. Desafortunadamente, más de 230 millones de niños todavía carecen de acceso a la educación.

“El verdadero servicio de la educación es la educación en servicio” o, mejor aún, la “educación como servicio” (PEG 4.3). Los estudiantes, profesores e investigadores deben aprovechar al máximo sus talentos no tanto para promocionarse, sino para devolver a su comunidad lo que han recibido gratuitamente de Dios y de la sociedad. Por tanto, la universidad no debe reducirse a una mera función transmisora, sino que debe formar personas dispuestas a servir a la comunidad. Además, debe fortalecer la sociedad cognitiva y la ciudadanía planetaria, persiguiendo “un bien común que realmente los incorpore a todos” (EG 236).

Esta educación inclusiva e interdisciplinar favorece una visión holística de la realidad que no se reduce a la suma de las partes individuales. De hecho, “el todo es superior a la parte” (LS 141), “la unidad es superior al conflicto” (LS 198) y “el tiempo es superior al espacio” (LS 178).

El Papa Francisco reconoce “que aún no tenemos la cultura necesaria para afrontar” la actual crisis socioambiental (LS 53). Estamos en “una cultura obsesivamente centrada en la soberanía del hombre -como especie y como individuo- con respecto a la realidad”.

Tratando de llenar este vacío, la constitución apostólica Veritatis Gaudium [VG] pide a las universidades eclesiásticas que sean “laboratorios culturales” que, “en el nivel cultural de la formación académica y de la investigación científica”, se comprometan de forma “generosa y convergente hacia una cambio radical de paradigma ”y hacia“ una revolución cultural valiente”, especialmente en lo que respecta al método utilizado. De hecho, nos invita a asumir “la inter y transdisciplinariedad ejercida con sabiduría y creatividad” (VG pr. 4c), para que puedan nacer nuevos modelos de progreso y desarrollo (LS 194).

(La segunda parte seguirá en breve)

P. Martín Carbajo Núñez, OFM