Un solo cuerpo: San Clemente, pobre entre los pobres

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Evangelizar y ser evangelizado por los pobres de la periferia

Introducción

La pobreza es una dimensión esencial de nuestra consagración como misioneros redentoristas. La primera razón es nuestra configuración con Jesús, quien se hizo pobre con los pobres por su kénosis, para hacernos ricos con su copiosa redención (Cfr. Const. 61). La segunda razón es la constitución de nuestra comunidad misionera que comparte de manera fraterna todos los bienes, como ideal de vida evangélica y de disponibilidad apostólica (Cfr. Const. 62-63). La tercera razón es nuestra solidaridad con los pobres, nuestros amigos de siempre en la evangelización, cuyo estilo de vida y dedicación al trabajo nos inspira (Cfr. Const.  65). Finalmente, la pobreza es una condición para nuestra disponibilidad misionera, que no tiene exigencias materiales ni culturales para llevarnos al encuentro con los más abandonados (Cfr. Const.  66-67).

San Clemente María Hofbauer abrazó la pobreza consagrada como a un amigo del que nunca se separaría. Nació pobre, vivió pobremente y cuidó de los pobres. La vida religiosa y clerical nunca le dio ningún privilegio material. Podemos afirmar que no tuvo que hacer ninguna elección por los pobres, porque nunca dejó la pobreza y el ambiente de los pobres, con quienes siempre compartió sus bienes materiales y sobre todo espirituales.

Una familia pobre

Desde su infancia San Clemente compartió “la penuria y la inseguridad de los pobres” (Est. Gen. 045). Siendo el noveno entre doce hermanos, San Clemente ve morir a su padre antes de haber cumplido sus siete años. Después de este acontecimiento comienza la lucha por la supervivencia de esta familia numerosa, en la que los niños tenían que participar en el trabajo diario para que no faltara el alimento a ninguno. ¿No sería esta precariedad la causa de que las vidas de 7 de sus hermanos se apagaran cuando todavía eran niños? Incluso soñando con ser sacerdote, San Clemente nunca pudo pagar sus estudios. De adolescente, se hizo panadero de profesión, para dar ayuda financiera a su familia. Así, el binomio de la pobreza y el trabajo daría forma al estilo de vida de San Clemente. Ya como Redentorista se sentía siempre “obligado por la ley del trabajo” (Cfr. Const. 64), y era un trabajador incansable para asegurar la supervivencia de sus cohermanos y de sus pobres.

La pobreza en su camino vocacional

Dentro de los 69 años de vida de San Clemente muy pocas cosas fueron realizadas donde no experimentara la dificultad. Tuvo que luchar duro, y únicamente su fe y tenacidad le permitieron superar los constantes obstáculos y la precariedad. Para llevar a cabo sus estudios, se empleó como panadero en un monasterio. Al finalizar sus estudios, se encontró de nuevo sin recursos para seguir avanzando. Como anhelaba entregarse totalmente a Dios, a la edad de 24 años, comenzó una experiencia como ermitaño y peregrino, que duraría 9 años. Esta experiencia de pobreza e inseguridad lo llevó a una intimidad profunda y a una confianza total en Dios, al tiempo que lo preparaba para enfrentar con ahínco las situaciones placenteras y difíciles que iría encontrando en su caminar. Sólo a la edad de 32 años, ya adulto, lograría concluir sus estudios, y finalmente, a la edad de 33 años, peregrinando de nuevo a Roma, conocería a los Redentoristas, experiencia que marcaría su punto de llegada vocacional y su punto de partida misionero. El noviciado y la preparación para la ordenación se realizarían en un año, y en un giro sin precedentes, San Clemente (a los 34 años) y el Padre Thaddeus Hübl partirían hacia el norte como sacerdotes redentoristas, sin dinero y sin un destino determinado.

La pobreza en su ministerio misionero

San Clemente inauguró la primera fundación redentorista transalpina en San Benón, en las afueras de Varsovia, con una pequeña iglesia y una casa muy sencilla. Allí los tres primeros Redentoristas no italianos sembraban la semilla de la Congregación Redentorista que florecería e irradiaría el carisma de San Alfonso en todos los continentes. No les faltaban ni los pobres ni el ardor misionero por Jesús, pero no eran libres para predicar misiones populares, como se hacía en Italia. Y como no se resignaron a vivir con estas limitaciones tuvieron la sabia idea de iniciar una misión permanente en la Iglesia de San Benón, en la que el ministerio de la acogida continua y las celebraciones bien preparadas irradiaban y atraían a todo el mundo. Así, en la pobreza, como expresión del carisma misionero de San Alfonso, San Clemente encontró una manera de proclamar el Evangelio con un ardor siempre nuevo.

La pobreza como preocupación por los pobres

San Clemente “fue llamado el ‘padre de los pobres’; y en efecto, los pobres, los abandonados y los marginados encontraban en él un compañero y un amigo sincero. Vivió con los pobres, siendo él mismo pobre, y compartiendo generosamente con ellos lo que tenía. A menudo pasaba tiempo con los enfermos y moribundos, preparándolos a través del sacramento de la reconciliación para su encuentro con Cristo Redentor”. (Carta del Padre General, 02/02/2020). En Varsovia, San Clemente identificó a estos pobres especialmente en aquellos que eran el fruto de tantas guerras: los niños abandonados y los huérfanos. Los acogía como podía y se enfrentaba a penurias para poder alimentarlos, educarlos y catequizarlos. Su imagen llamando a la puerta del tabernáculo, pidiendo alimento para sus hijos, es un icono de su amor afectivo y efectivo por los pobres. Esta misma sensibilidad la transmitió a su comunidad, la que nunca dejó de ofrecer alimento a los pobres que llamaban a sus puertas.

La pobreza en la comunidad redentorista

La comunidad de Varsovia dependía enteramente del trabajo de cada uno de los cohermanos y de los benefactores que la ayudaban en tiempos de crisis. San Clemente a menudo se hacía cargo de la cocina para preparar el alimento para sus cohermanos. Tenían una casa muy pequeña para el creciente número de miembros, y aun así, esta seguía siendo compartida con los huérfanos. San Clemente, a pesar de que tenía una comunidad internacional con miembros tanto de los países invadidos e invasores, siempre mostró gran estima por sus cohermanos y los consideraba a todos ellos como santos. Durante las persecuciones e injusticias que sufrieron, San Clemente apeló a Dios y a todas las autoridades posibles para proteger a su comunidad. Sabemos que fue en vano y que se vieron obligados a dispersarse.

A pesar de sus propias dificultades, la solidaridad de San Clemente lo llevó a colaborar con los hermanos de Italia, especialmente para poder avanzar en la canonización de San Alfonso. Sin duda, San Clemente predicó lo que vivió y vivió lo que predicó. Tuvo el coraje de quien confía en que “es Dios quien dirige todo”. Por eso podía insistir en su lema: “Proclamar el Evangelio de una manera siempre nueva”. Su pobreza constituía su riqueza misionera que, a su vez, permitía a Dios hacer maravillas a través de su propia historia y de su dinamismo misionero. Su propia muerte fue su último acto de pobreza, porque de ella surgió el frondoso árbol de la Congregación Redentorista en todos los rincones del mundo. Por eso vale la pena rendirle homenaje como cofundador de nuestra familia misionera, cuyo carisma se suma y complementa al carisma fundacional de San Alfonso.

Preguntas para el diálogo

1)      ¿De qué manera la experiencia de pobreza de San Clemente es un testimonio que nos edifica, pero también nos confronta en nuestra manera de practicar la pobreza en nuestra vida personal, en nuestra comunidad y en nuestra Unidad?

2)      ¿Siento el compromiso con el trabajo como una dimensión importante de la práctica de la pobreza en mi vida personal y en mi comunidad?

3)      ¿La solidaridad con los pobres ha cuestionado mi estilo de vida personal, la vida comunitaria y la vida de la Unidad? ¿Y me ha animado a ir al encuentro con los pobres para ayudarles en sus necesidades, como lo hizo San Clemente?

4)      ¿Hasta qué punto hemos sido fieles a la distribución de los bienes dentro de la comunidad, entre las comunidades y entre las Unidades?

ORACIÓN

Señor Jesús, nuestro Santísimo Redentor, tu nos has dado un carisma misionero que tiene sus raíces en la proclamación de tu misión en Nazaret (Lc 4, 18-21). Nos has ungido con tu Espíritu para ser portadores de la Buena Noticia a los pobres y abandonados. Y nos has dado en nuestros santos, como San Clemente María, ejemplos concretos de este carisma, para estimularnos a vivir la vida misionera y la santidad.

Que, al contemplar el testimonio de pobreza en la vida y misión de San Clemente, podamos renovar en cada uno de nosotros y en nuestras comunidades el deseo de vivir la pobreza en todas sus dimensiones. Libéranos de la autocomplacencia y el individualismo, danos una sensibilidad profunda ante cada persona pobre y ante las injusticias sociales de nuestro mundo.

Haz que practiquemos la pobreza y el compartir de nuestros bienes. Que esta sea fuente de alegría para la vida fraterna en comunidad, y de compromiso con el trabajo diario y nos abra a la disponibilidad misionera para servir dondequiera que seamos llamados.

Te lo pedimos a Ti, nuestro Santísimo Redentor, por la intercesión de San Clemente María Hofbauer, como un don para este Año Jubilar, al celebrar el aniversario 200 de su nacimiento. ¡Amén!

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UN SOLO CUERPO es un texto de oración propuesto por el Centro de Espiritualidad Redentorista.

Esta reflexión fue escrita por: Ulysses da Silva, CSsR

Traducción: Cristian Bueno, CSsR

Para más información: Piotr Chyla CSsR (Director del Centro de Espiritualidad, Roma) – fr.chyla@gmail.com