Pacto educativo global: el papel de la universidad (Parte 2/2)

0
894

(De la Academia Alfonsiana)

Un proceso interactivo, dinámico e inclusivo

No se puede entender que la educación modele al otro inculcando valores e ideales previamente desarrollados. Esto sería instruir, no educar. En su labor pastoral y formativa, el educador debe desarrollar la propia creatividad del artista, porque no siempre existen respuestas válidas para aplicarlas automáticamente.

Más que una transferencia lineal, la educación es un proceso de ayuda mutua, cuyo objetivo es que cada uno descubra su propia identidad y se convierta cada vez más en él mismo. Más que un programa para transmitir, la educación es una alianza que debe establecerse para avanzar juntos, en el respeto mutuo, hacia la verdad.

Con la expresión “pacto” o “alianza educativa”, el Papa subraya la importancia del diálogo en el respeto afectivo de la diversidad. Según Paolo Freire, no se trata tanto de educar a otro, sino de educarnos juntos para afrontar los retos diarios. “Nadie educa a nadie. Nadie se educa a sí mismo. Los hombres se educan unos a otros, mediados por el mundo”.

Veritatis Gaudium promete el establecimiento de una verdadera cultura del encuentro a través del diálogo, la fraternidad, el discernimiento y el “trabajo en red” (VG pr. 1 y 4), para poder alcanzar una pluralidad de conocimientos.

“Se hace imprescindible la creación de nuevos y cualificados centros de investigación en los que puedan interactuar […] académicos de diferentes universos religiosos y de distintas competencias científicas, para “entablar un diálogo entre ellos orientado al cuidado de la naturaleza, la defensa de pobres, a la construcción de una red de respeto y fraternidad”” (VG pr. 5).

De hecho, “educar requiere entrar en un diálogo leal”, superando la indiferencia globalizada de esta sociedad que “nos acerca, pero no nos hace hermanos” (CV 19).

Educar para relacionarse y construir comunidad

Otro gran desafío al que se enfrenta la universidad es la actual falta de solidaridad y empatía. “Nuestras sociedades se caracterizan por un creciente individualismo y división”. Curiosamente, los usuarios más frecuentes de las nuevas tecnologías de la comunicación suelen ser los menos empáticos. A nivel mundial, “una minoría cree en el derecho a consumir en una proporción imposible de generalizar” (LS 50), privando así a muchas personas de una vida digna.

Para enfrentar estos desafíos, la universidad debe ayudar a las personas a “habitar la educación”, insertándola en la trama de la vida, con sus rostros, lugares y conexiones. Bien insertado en la realidad concreta de las personas, ayudará a reflexionar sobre las necesidades sociales, a través de debates y acciones concretas, para que todos se sientan estimulados a incrementar sus conocimientos y habilidades a través de un servicio solidario a la comunidad (servicio de aprendizaje). Por tanto, la actividad educativa debe ser un laboratorio donde se pueda aprender a conectar de manera armónica el aprendizaje y el servicio social a las comunidades en las que se inserta el alumnado, potenciando los valores de ciudadanía activa y cuidado del medio ambiente.

A modo de conclusión

Ha llegado el momento de emprender un camino educativo serio hacia una visión más holística e integral de la realidad que nos ayude a potenciar los bienes relacionales más que los económicos, restableciendo nuestras cuatro relaciones fundamentales: con Dios, con los demás, con nosotros mismos y con la creación. En este recorrido educativo, la universidad debe jugar un papel fundamental.

Se ha revelado que la información científica era insuficiente para provocar un cambio en la mentalidad y el estilo de vida. Sobre todo, sirven como una motivación interior profunda y convincente. El Papa Francisco reitera que “las convicciones de fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, altas motivaciones para cuidar la naturaleza y los hermanos y hermanas más frágiles” (LS 64). De hecho, “si nos sentimos íntimamente unidos a todo lo que existe, brotará espontáneamente la sobriedad y el cuidado” (LS 11).

Por tanto, es necesario emprender un camino educativo que fortalezca en todos “la conciencia de un origen común, de pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos” (LS 202), hasta el punto de construir una aldea educativa global. Los diferentes campos educativos (escuela / universidad, familia, espiritualidad, medios de comunicación, catequesis, etc.) pueden promover una perspectiva holística, que resalte la relación e interdependencia de todos los seres. De esta manera, el hombre y todas las criaturas podrán volver a “darse la mano amistosamente” (LS 106).

P. Martín Carbajo Núñez, OFM