(del Blog de la Academia Alfonsiana)
El “Día del Recuerdo” se celebra el 27 de enero. El Papa Francisco escribió sobre esto en Fratelli Tutti (FT, núms. 246-254). Frente a las páginas oscuras de la historia, corremos el riesgo de anestesiarnos, de pensar que el pasado es tal y no se puede cambiar, que están distantes de nosotros, en el espacio o en el tiempo y que escapan a nuestra responsabilidad personal. Dice con firmeza: “¡No, por el amor de Dios! Sin memoria no hay progreso ”(FT, n. 249). Tenemos el deber de traspasar el horror de lo que sucede a las generaciones posteriores, y el de la Shoá es un testimonio terrible de hacia dónde puede llegar la maldad humana si es fomentada por falsas ideologías (cf. FT, n. 247).
La reflexión moral no puede eximirse de esta responsabilidad. Entre las muchas reflexiones que se pueden señalar está la de B. Häring que vivió de primera mano la experiencia de la guerra. En 1939 fue llamado a sanidad militar y enviado primero a Francia, luego a Polonia, luego a Rusia, donde fue hecho prisionero. De esta experiencia quedó probado en varios aspectos, en particular por el absurdo de los horribles crímenes cometidos en obediencia a una orden y contacto directo con personas que son víctimas de esta barbarie u otra confesión religiosa [i].
Pudo constatar dramáticamente que, escondido detrás del concepto de deber, cesaba todo sentido de responsabilidad personal y comunitaria. Y precisamente a partir de esta experiencia se convierte en una persona abierta al diálogo, al encuentro, a la acogida, convencido de que construir la paz es el compromiso primordial del cristiano, ser verdaderamente hijos de Dios [ii]. Por ello, critica los enfoques éticos centrados en el derecho y en la obligación jurídica, apuntando al diálogo y la reciprocidad de conciencias como camino a la verdad [iii].
El núcleo de la vida moral llega a ser la responsabilidad y el coraje de ser responsable: “Lo que provocó un punto de inflexión en mi pensamiento sobre la teología moral fue la obediencia estúpida y criminal de muchos cristianos hacia la tiranía y la maldad nazi. Fue esto lo que me llevó a la convicción de que el carácter de un cristiano no debe estar formado unilateralmente por el Leitmotiv de la obediencia, sino por la responsabilidad que sabe discernir, por la capacidad de responder con valentía a las percepciones de nuevos valores y nuevas necesidades y por la voluntad de asumir el riesgo”[iv].
Häring propone dos aspectos del deber de recordar. Gratitud a Dios por todo el bien que obra en la historia de la humanidad y arrepentimiento por lo que es malo en el corazón e impide crecer en el bien. Escuchó a Dios incluso en el horror de la Shoá, y también se lo debemos a esa experiencia si entendió la vida moral como una respuesta responsable al don del Amor de Dios. El don de Dios apela a la escucha de la conciencia y la respuesta del hombre presupone su fiel libertad. Dios no deja al hombre solo. El Espíritu Santo sigue actuando en la historia de la humanidad y de cada uno de nosotros, apoyándonos en la tensión entre el ya y el todavía no.
Filomena Sacco
[i] Cf. B. Häring, Ho visto la bontà liberatrice, Edizioni Paoline, Cinisello Balsamo (MI) Milano 1977.
[ii] Cf. S. Majorano, «Bernhard Häring: la teologia morale rinnovata dalla cristologia», in Rassegna di Teologia 41/4 (2000) 517-536.
[iii] Cf. A. Wodka, «La Parola di Dio nella Teologia di Bernhard Häring», in Studia Moralia 47/1 (2009) Suppl. 4, 41.
[iv] B. Häring, La legge di Cristo. Trattato di teologia morale, vol. I, Morcellina, Brescia 1968, 12.