Seres fronterizos sin fronteras… A un año de Fratelli Tutti

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(del Blog de la Academia Alfonsiana)

Asistimos a diario por estas latitudes de Europa o mejor de Eurasia y podríamos decir también de “Euráfrica”, así como en otras partes de todas las Américas, al drama de las “forzadas migraciones humanas”, generando esa categoría “molesta” de los llamados “inmigrantes”, pero a los cuales, por esa terca manía de las formalidades que enmascaran la realidad, se les des-individua y se les coloca en el perfil de grupos invasores y peligrosos. Por lo que, queriendo o no, se les deshumaniza. Por ello, no se habla de sus vidas, sus historias, sus rostros concretos, sino del problema de la inmigración “clandestina”, del control de fronteras, de la “seguridad nacional” y similares epítetos frutos de instrumentalizaciones geopolíticas y de autoreferencialismos étnicos y socioculturales. Lo que está sucediendo en las fronteras de Bielorrusia y Polonia, así como cotidianamente en el mar Mediterráneo, es cada vez menos excusable, es el más grande sin sentido – sin justificación alguna – de la historia presente.

Es por ello que la propuesta y el llamado del papa Francisco en Fratelli Tutti (30-10-2020) se vuelve más que nunca urgente y necesario, necesita ser comunicado y expresado por los mejores modos posibles (cf. FT, nn. 80-86). La teología, la pastoral, las acciones e instituciones eclesiales deberían estar en primera línea en este compromiso. Sabemos que hay mucho al respecto, y se agradece, pero al mismo tiempo la realidad es tan acuciante e insultante, que reclama más todavía.

Lo que está ocurriendo con las “fronteras” de este nuestro mundo no es más que un reflejo de la incapacidad de gestionar nuestro propio ser fronterizos y, lo más dramático, el no saber madurar hacia nuevos y mejores horizontes de realización humana. Otra muestra de ello son los insuficientes, aunque desde cierto punto de vista positivos, pasos dados en la Cop-26 sobre el tema ecosistémico.

El llamado del papa Francisco es asumir que se puede proyectar una vida sin fronteras, un sistema de vida sin fronteras. Pero para ello hay que llevar la dignidad a las fronteras y repensar la dignidad desde las fronteras, y no desde los clásicos centrismos deshumanizantes (cf. FT, nn. 20; 35; 37-41; 121-123; 129-153). Se trata de una apuesta por una «amistad social», por una «apertura» fundamental, por una «inclusión» constante y sistémica, trascendiendo las meras relaciones oportunistas de asociados por intereses de lucro y de mezquinos sistemas socioculturales y geopolíticos. Como dice Francisco: «Este enfoque, en definitiva, reclama la aceptación gozosa de que ningún pueblo, cultura o persona puede obtener todo de sí. Los otros son constitutivamente necesarios para la construcción de una vida plena. La conciencia del límite o de la parcialidad, lejos de ser una amenaza, se vuelve la clave desde la que soñar y elaborar un proyecto común. Porque el hombre es el ser fronterizo que no tiene ninguna frontera» (FT, n. 150).

Ojalá podamos desde nuestra Academia, desde los diferentes ámbitos y estamentos, escuchar el apelante llamado del papa: «Cada uno de nosotros está llamado a ser un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros» (FT, n. 284). Necesitamos una Ecoteología-Moral, humana y ecosistémica, integral y liberadora y, por sobre todo, audaz, que no solo sea un «bla-bla-bla» discursivo sino un compromiso real y significativo.

p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR